El 85 por ciento de los habitantes del planeta vive bajo cielos afectados por la contaminación lumínica, un problema ambiental que, además de impedir que millones de personas puedan contemplar las estrellas, tiene graves consecuencias en los ecosistemas, la salud y la observación astronómica.
Un ejemplo muy documentado de las graves consecuencias que tiene para los ecosistema es el de las pardelas. Estas aves migratorias que crían en Baleares, y también en Canarias, están muriendo masivamente porque solo acceden a los nidos por la noche. «Cuando los pollos empiezan a volar, la luz de las ciudades los confunde, vuelan hacia ellas donde chocan con los edificios o son atropelladas», según la impulsora de la Oficina de Calidad del Cielo del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC), Alicia Pelegrina.
Pero sin duda los grandes afectados por contaminación lumínica son los insectos que en su mayoría son de hábitos nocturnos y necesitan la oscuridad para realizar sus funciones básicas (reproducirse, alimentarse o desplazarse). «La contaminación lumínica tiene un efecto devastador en ellos», asegura Pelegrina. Su desaparición es alarmante porque polinizan el 70 % de los cultivos y el 80 % de las plantas con flor, es decir, «no solo son esenciales para toda la cadena trófica sino también para nuestra alimentación».
La contaminación lumínica también afecta a los humanos al interferir en el reloj biológico, cuyo ritmo está regulado por la alternancia entre el día y la noche. «Cuando esa alternancia no se produce, nuestro organismo sufre cronodisrupción, que se relaciona con enfermedades cardiovasculares y metabólicas, alteraciones del sueño y envejecimiento prematuro y cáncer».
Además, por la noche el organismo segrega melatonina, una hormona que induce el sueño, es antioxidante e inhibe el crecimiento de las células cancerígenas. «Si nuestros ojos perciben luz, se detiene la producción de melatonina, lo que eleva el riesgo de cáncer, ateroesclerosis, hipertensión y otras enfermedades debilitantes como alzhéimer o párkinson». Pero, además, hay otros dos grandes afectados: la ciencia, porque la observación astronómica se ve altamente perjudicada, y el patrimonio cultural, porque que «el 85 % de los habitantes del planeta no pueda ver estrellas es escalofriante», pero además «estamos impidiendo que las generaciones venideras puedan contemplar algo tan bello como un cielo estrellado».