Se titulará The Lady, estará producida por uno de los responsables de la exitosa The Crown y se emitirá en la cadena ITV. Pero, aunque por motivos históricos debe estar relacionada con la familia real británica, su trama será sombría, turbulenta, y se acercará bastante más a los true crimes que al oropel y la fanfarria al que nos tienen acostumbrados las producciones sobre La Firma. La vida de Jane Andrews, quien fuera la asistente de Sarah Ferguson, es la que es.
Desde Tatler han señalado que esta nueva serie será "en parte ficticia" a la hora de redescubrir qué ocurrió con esta mujer que pasó de nacer en una familia tremendamente humilde de Lincolnshire a acabar en la cárcel tras haber conseguido incluso que la esposa del príncipe Andrés, duque de York, le dedicase un libro con las palabras "cuya lealtad y amabilidad no conocen límites". Un periplo de auge y caída que nadie podía esperar cuando nació, en 1967, hija de una familia desesperada económicamente y cien por cien infeliz.
Su padre, carpintero, solía estar en paro, mientras que su madre era trabajadora social. Andrews, llegó a recordar, rebuscaba entre los pliegues del sofá para encontrar dinero suficiente parauna barra de pan. Y eso que era una magnífica estudiante, pero las vicisitudes de la vida hicieron que se mudaran a Grimsby, un barrio obrero en el que su casa tenía el váter en el exterior. Todo ello, unido a un carácter débil, hicieron que aquella niña fuese propensa a los problemas de salud mental.
Así, además de padecer un TCA, episodios de depresión y ataques de pánico —más un intento de suicidio a los 15 años—, llegaría a ser diagnosticada durante el juicio de un trastorno límite de la personalidad. Su personalidad se basaba en sus relaciones sociales, que solían ser tóxicas y derivaban en malos tratos. Sin llegar a cumplir la mayoría de edad ya había sufrido un aborto, había abandonado el colegio y estaba matriculada en una escuela de moda local.
Pero precisamente trabajando como dependienta en una tienda encontró un ejemplar de la revista The Lady. Como no tenía nada que perder, echó su suerte a un trabajo que ofertaban de forma anónima para ser asistenta personal. El anuncio, sin ella saberlo, era para entrar a formar parte del staff de Sarah Ferguson, pero la llamaron, y acabó en Londres, con apenas 10 libras en el bolsillo, pidiéndole a un ojiplático taxista que la llevase a la puerta lateral de Buckingham Palace.
En una entrevista posterior, desde la cárcel, con The Guardian, rememoraría su sentimiento de aquel entonces, cuando una criada la acompañó a sus aposentos, donde había un ramo de rosas y una nota que decia "Bienvenida al equipo, la Jefa". Andrews, confesó, experimentó que había salido adelante "huyendo de todas las cosas horribles" de su pasado, todo aquello "que Grimsby representaba".
No había pasado ni medio año desde que envió aquella solicitud para el trabajo cuando estaba codeándose con Lady Di en Balmoral. Aquel cambio de vida tan drástico afectó a su débil forma de ser, según dijeron, pues comenzó a mimetizarse con su empleadora, impostando su acento y copiando su forma de vestir, de comportarse e incluso el corte de pelo de Fergie. Las malas lenguas añadieron en su proceso penal que fue la trepa por excelencia de aquellos días en la monarquía y que incluso Sarah Ferguson, por aquel entonces embarazada de la princesa Beatriz, la acabó apodando "Lady Jane", mofándose de sus aires de aristócrata.
Pero así era el giro de 180º que había dado su vida aquel agosto de 1990, con piso pagado en Battersea Park, coche propio y hasta un primer marido, Christopher Dunn-Butler, ejecutivo de la empresa tecnológica IBM, 20 años mayor que ella, con el que se había casado en 1989. Un hombre que podía ocuparse de ella pero cuya relación no funcionó, siendo más una pareja de amigos que marido y mujer. Se acabarían divorciando en 1994.
Andrews, de hecho, admitió haberle sido infiel en varias ocasiones, si bien entre el estilo de vida y un matrimonio con problemas su cercanía con Sarah, que por su parte también tenía sus amantes —fueron escandalosas sus fotografías con un millonario de Texas chupándole los pies durante unas vacaciones veraniegas—, aumentó de manera considerable, viajando por todo el mundo juntas y convirtiéndose en confidentes.
Sus nuevas compañías y modo de vida no consiguieron que dejara atrás sus problemas mentales y sus malas relaciones con los hombres. Para ejemplo, cuando se enamoró de Dimitri Horne, cuya familia poseía un imperio naviero griego, y que se mudó con ella a Londres. En una de sus peleas, como Horne declararía a la policía, Andrews enfureció cuando él le dijo que quería poner fin a su relación y destrozó el apartamento y sus pertenencias. Jane, de hecho, caería en otra depresión y un nuevo intento de suicidio del que sobrevivió.
Pero todas aquellas cuitas y su difícil adaptación a la alta sociedad le pasaron factura. Sarah Ferguson, dicen que celosa porque el aristócrata toscano con el que se rumoreaba que tenía un romance, Gaddo della Gherardesca, le había echado el ojo a Andrews —otros miembros del personal ha afirmado que tuvo más que ver la necesidad de recortar gastos—, la despidió y la expulsó de Buckingham. Era noviembre de 1997 y Jane estaba desesperada, porque le quedaban muy pocas balas que gastar antes de tener que volver a su anterior vida tras probar las mieles de la jet set.
Y apareció, en 1998, Thomas Cressman. Este excorredor de bolsa e hijo del expresidente del Aston Villa se convirtió para Jane en una última esperanza para no mirar nunca más atrás... Pero duró muy poco. Ni hijos, ni matrimonio, ni nada. En el año 2000, durante las vacaciones en la Riviera francesa, Cressman le dijo que no tenía intención alguna de casarse con ella —quizá por su baja cuna—. Regresaron a Londres sin dejar la discusión.
Es más, esta escaló tanto que el propio Thomas acabó telefoneando a la policía ante el temor de que alguno resultase herido. Los agentes no acudieron, pero fue una llamada clave, pues esa misma noche, cuando estaba dormido, Jane le golpeó con un bate de cricket y lo apuñaló en el pecho hasta la muerte. Y se dio a la fuga.
A pesar de que intentó una coartada, enviando mensajes a sus amigos preguntando por Thomas y diciendo que tenía miedo porque le habían estado chantajeando, la acabaron encontrando en Cornualles, tras un último intento de suicidio en su coche con una sobredosis. Su defensa en el juicio dividió a la sociedad, pues describió a Cressman como un maltratador obsesionado con el sexo que acabó agrediéndola y humillándola constantemente.
No negó el asesinato, amparándose en sus problemas desde la infancia, pero la fiscalía y la prensa sensacionalista hicieron el resto: los primeros la tildaron de mujer despechada que no había sabido aceptar un no por respuesta, mientras que los medios le pusieron el sobrenombre de "La asesina de Atracción fatal", aquella película de los 80 con Michael Douglas y Glenn Close, O "La asistenta asesina" ["The killer dresser"]. Fue condenada a varios años de cárcel.
Se escapó en 2009, refugiándose en una habitación de hotel con su familia, siendo rápidamente detenida y devuelta a la prisión de East Sutton Park, de donde acabaría saliendo en 2019. Ahora, Jane Dawn Elizabeth Andrews, a sus 57 años, quizá vea por televisión la serie que Debbie O'Malley está escribiendo y que, cree, invita a la reflexión, por ser una historia "dolorosa" que explora "la ambición femenina y la fragilidad humana y una devastadora cadena de acontecimientos que acabaron con la vida de un hombre".