De nuevo los españoles estarnos llamados a las urnas. El próximo 26-J elegiremos un nuevo parlamento cuya composición, según la opinión de algunos analistas electorales de renombre, no diferirá gran cosa del que acaba de finiquitar.
De todas formas, resquebrajado el bipartidismo, vamos a ver lo que de verdad nos depara la aritmética parlamentaria que surja de las nuevas elecciones ya que esta vez no valdrán excusas de mal pagador y las fuerzas políticas presentes en el hemiciclo deberán hacer encaje de bolillos para alumbrar, sí o sí, un gobierno estable que ponga fin al equipo actual en funciones.
Los problemas reales y de calado que tiene nuestro país (paro, déficit público, desigualdad y sobre todo el problema independentista de Catalunya) no admiten más tiempos muertos. Si a todo ello añadimos, además, la necesidad de desarrollar un modelo productivo de mayor valor añadido que favorezca la creación de empleos de calidad y mejor remunerados la tarea que aguarda al nuevo ejecutivo es muy importante.
Por esta razón se hace del todo punto imprescindible contar a la mayor brevedad con un gobierno fuerte y de amplio espectro basado en el diálogo, la negociación y el pacto que afronte con valentía y coraje las reformas que demanda una parte importante de la ciudadanía que, como apunta muy acertadamente el notario y columnista de La Vanguardia, Juan-José López Burniol, "no quiere aventuras pero que tampoco está de acuerdo con la perpetuación de un estado de cosas insostenible, por la desigualdad que genera y por la corrupcion que provoca".
Por otra parte conviene tener muy presente los avisos del BdE que en su último informe confirma un cierto deslizamiento a la baja de nuestro crecimiento económico para este año y el próximo como consecuencia de la actual situación política. En este estado de cosas el reciente acuerdo electoral entre Podemos e Izquierda Unida inquieta al mundo económico y echa más leña al fuego a la incertidumbre sobre nuestro próximo futuro político.
No obstante, conviene no dramatizar demasiado, ejemplos como el de Alexis Tsipras en Grecia demuestran que el margen de maniobra de las izquierdas en el poder es limitado si quieren seguir recibiendo las ayudas de UE. En España, pasaría tres cuartos de lo mismo.