Cuando se cruzan las puertas del restaurante La Minerva en el puerto de Maó, uno tiene la sensación de que pisa por donde transcurre la vida oficial de Menorca, y es que estamos hablando de uno de los lugares donde habitualmente se suceden los eventos mas importantes del año. Un establecimiento que nació como respuesta a la falta de espacios en el puerto con capacidad para acoger citas privadas de empresa o celebraciones de envergadura, y que ocupa todo un edificio de lo que fue en el pasado una antigua fábrica harinera.
Veintidós años más tarde sigue fiel a sus principios, ocupando un espacio gastronómico en la agenda de la sociedad menorquina, si bien el paso de los años y los avatares de la crisis no se lo han puesto nada fácil. En temporada alta llegan a ser veinte personas trabajando.
ORÍGENES. La apuesta por crear un restaurante en el puerto de Maó para los grandes eventos surgió del ímpetu del empresario Matías Montañés, hijo del fundador de El Caserío, propietario del edificio, que estaba convencido del éxito de estas características. Fue en 1994 cuando consiguió seducir al cocinero manchego Lázaro Alcaide para que asumiera el reto de capitanear aquel barco. "Al principio no me lo podía creer por la responsabilidad que suponía, aunque al ver que las obras avanzaban y que todas las sugerencias que había dado se estaban haciendo realidad, me di cuenta de que el encargo suponía el poder hacer realidad un sueño", explica el cocinero y actual gerente del establecimiento.
El restaurante La Minerva se inauguró en 1995 tras nueve meses de trabajo, con más de dos mil metros cuadrados disponibles, ofreciendo un comedor diario en la planta baja, cuatro comedores privados en la primera planta y un gran salón comedor en la segunda para bodas y banquetes. Se montó un equipo de casi veinte personas entre cocina y sala con la voluntad de ofrecer una cocina mediterránea cuya base por excelencia fueran los pescados, los mariscos y los arroces.
"Algunos me aventuraron que no duraríamos ni seis meses, pero nosotros habíamos diseñado un proyecto muy definido y teníamos claro el hueco de mercado que veníamos a cubrir", explica Lázaro Alcaide. "Como éramos un sitio de mantel y copa de cristal, se nos tildó de restaurante de lujo aunque, contrariamente, la idea era tener una carta y un menú de calidad accesible a todos los bolsillos", añade. En 1996 se hizo una ampliación del comedor y se incorporó una embarcación frente al edificio bautizada como Anita con la que se pretendía ofrecer servicio de restauración y navegación por el puerto, aunque los requisitos y los impuestos dejaron la idea de lado, amarrándola para siempre como espacio flotante.
LA PLATAFORMA. Uno de los mayores aciertos de La Minerva sigue siendo la plataforma sobre el mar, una superficie flotante que se convierte en su mejor escaparate durante el verano y que ofrece el aliciente de poder comer o cenar como si estuviéramos a bordo de una embarcación. "De hecho se trata de una concesión marítima que tenemos y pagamos. Son ciento cincuenta metros que nos permiten ofrecer el privilegio de estar saboreando nuestra cocina con unas vistas inmejorables del puerto", explica orgulloso Alcaide. Aunque la plataforma se somete periódicamente a revisiones por cuestiones de seguridad, el año pasado se remodeló por completo con una actualización de todo su mobiliario.
Por los manteles de La Minerva han pasado infinidad de comensales y celebridades, convertido en embajador de Menorca en ferias y eventos representativos por toda España. Los cuarenta y cinco años de oficio de Lázaro Alcaide tienen asegurada su continuidad de la mano de sus hijos y su nieto, el próximo sueño que le gustaría poder hacer realidad.