La economía española tiene una mala salud de hierro. Las previsiones de crecimiento del producto interior bruto para este año son del 2,4%, frente al inicialmente previsto hace unos meses por el Banco de España del 2,2%.
A la economía, de momento, no le hace mella la incertidumbre política que vivimos, con un gobierno en funciones y sin que a día de hoy se sepa con exactitud qué tipo de alianzas deberá tejer Pedro Sánchez de cara a su investidura. El bipartidismo se ha ido para no volver y los españoles nos deberemos acostumbrar, como ocurre en otros países de nuestro entorno, a que sean gobiernos de coalición los que asuman en el futuro la gobernanza de nuestro país.
La fragmentación del Parlamento lo hace prácticamente inevitable salvo que se intenten gobiernos en minoría que en la mayoría de los casos generan inestabilidad e incertidumbre, circunstancias, ambas, que en ningún caso favorecen la actividad económica y la creación de empleo.
Descartada la alianza entre el PSOE y Cs, que obviamente era la preferida por parte del sector empresarial, va de suyo el entendimiento entre los socialistas y Unidas Podemos, no obstante, al no sumar, deberán incorporar a la ecuación el voto favorable o la abstención (en segunda votación) de alguna otra fuerza política. En las próximas semanas se despejará la incógnita.
De todas formas, no perdamos de vista que para garantizar un futuro económico generador de empleo, progreso y bienestar, la estabilidad política y el consenso en cuestiones de estado, son fundamentales.
Cambio de registro. Hace unos días leía en La Vanguardia un artículo del diplomático Carles Casajuana la mar de interesante. Decía: “En 1950 hubo, en el mundo, 25 millones de viajes turísticos internacionales. En 2015, hubo 1.160 millones. Es decir, casi cincuenta veces más. Se calcula que en 2030 habrá 1.800 millones, un cincuenta por ciento más.
Esta explosión (sigue afirmando) no es fruto de la globalización y del abaratamiento de los viajes aéreos. Es sobre todo resultado de la prosperidad de millones de personas que, hasta hace poco, vivían en la miseria. En 1980 el número de chinos que viajaban al extranjero a hacer turismo era prácticamente cero. Ni les estaba permitido, ni se lo podían permitir. Ahora hay cada año más de cien millones de chinos que viajan al extranjero. Y quien dice chinos dice indios...”.
Alucinante. A pesar de que miles de millones de personas siguen viviendo en condiciones infrahumanas y en la miseria más extrema, es cierto que en los últimos treinta, cuarenta años, una parte importante de la población mundial ha mejorado sus condiciones de vida. Este hecho es esperanzador y nos hace confiar que pueda continuar con mayor celeridad en los próximos decenios. Ahora bien, que esto ocurra, depende en gran parte de lo que hagamos las personas que estamos instalados en el primer mundo.