El 28 de octubre Menorca celebra el primer aniversario del apagón monumental (black out para los entendidos) que paralizó media isla durante más de 48 horas (dos días y medio para ser exactos), dejando sin suministro eléctrico los municipios de Ciutadella, Ferreries, es Mercadal, es Migjorn Gran y Alaior con una afectación de 38.228 clientes. Vale la pena recordarlo porque no fueron ni uno ni dos menorquines sino media población.
Una situación insólita en pleno siglo XXI que nos puso en portada de telediarios nacionales e internacionales, y que puso en evidencia la dejadez de inversiones que padecemos en materia de infraestructuras, con dudas todavía no resueltas un año después del suceso sobre las carencias de nuestro sistema energético o el famoso plan de contingencia que ni está ni se le espera.
Del perjuicio de los ciudadanos, el deber de vigilancia de las administraciones públicas y el rifirrafe entre las compañías eléctricas sobre quién debía asumir responsabilidades e instalar generadores, acabó naciendo como siempre una comisión el pasado mes de agosto, que afirmó que se reuniría cada mes para supervisar el sistema eléctrico de la isla y «valorar las opciones técnicas que se pueden utilizar para disminuir el riesgo de emergencia energética de Menorca».
Traducido para que se entienda, una comisión que servirá para decir que «s'operació ha anat bé però sa madona és morta». De todo ello, además, nos quedó un titular para el recuerdo del exministro Jordi Sevilla, presidente de Red Eléctrica Española, acerca del triste episodio y que se cotiza en todas las casas de apuestas menorquinas: «Otro cap de fibló así es tan improbable como que a todos nos toque la lotería». Esta misma semana, la delegada de la Agencia Estatal de Meteorología María José Guerrero afirmaba que teníamos el cóctel perfecto con la DANA para que se formase un nueva manga marina. En fin.
Gane quien gane la apuesta, la situación de aislamiento eléctrico que vive Menorca desde 2017 por avería del segundo cable submarino, que nos une con Mallorca y que hasta la fecha suplía al primer cable roto e inutilizado por la dejadez de sustituirlo cuando tocaba, es real, persiste y persistirá hasta que en 2020 quede conectado el nuevo que se está instalando. Por ello la central térmica del puerto de Maó está apurando los límites de su funcionamiento en plena cruzada contra la contaminación. Es verdad que ya se han planteado soluciones en el horizonte que están por venir, pero nunca fuimos tan ineficientes y tan poco previsores.