Desde la década de los ochenta, tres procesos están motivando un cambio de paradigma: la globalización, las TIC (sector cuaternario) y la terciarización. En los últimos años se ha añadido el incremento de la concienciación medioambiental.
En este nuevo contexto, la economía circular ejerce un rol destacado aunque no es un concepto reciente. En efecto, en el informe de investigación de 1976 para la Comisión Europea, Walter Stahel esbozó una visión de una economía en espiral y su impacto en la creación de empleo, competitividad, ahorro de recursos y reducción de residuos.
La propia Unión Europea está tomando una gran implicación en materia de economía circular, la cual se fundamenta en la gestión de los residuos a través de las denominadas 3 R (reducir, reciclar y reutilizar). Por su parte, la Organización Mundial del Turismo defiende la necesidad de este modelo como mecanismo para innovar y coadyuvar en la evolución de la industria turística hacia una mayor sostenibilidad.
De forma adicional, la economía circular tiene un impacto positivo en la cuenta de resultados mediante dos mecanismos: ahorro en costes a través del uso eficiente de recursos; incremento de la rentabilidad motivado por la mejora de la imagen. Esto conecta con la estrategia de comunicación puesto que las empresas deben saber transmitir sus valores, su misión, así como su responsabilidad social corporativa. A tal fin es prescriptible la conexión con nichos de mercado que enlacen con la filosofía empresarial. Esto, a su vez, se correlaciona con el denominado marketing sostenible y con nuevos canales de comercialización (sector cuaternario).
Menorca no puede obviar el nuevo paradigma porque su coste de oportunidad sería perder competitividad, es decir, no ser líder en innovación y en calidad frente a otros destinos turísticos. Y es que la sostenibilidad, además de sus obvios valores éticos y morales, se ha revelado como una palanca clave de la competitividad de los territorios y de las empresas instaladas. Para Menorca, la economía circular también representa –según datos en la investigación doctoral realizada, BELTRÁN, C. (2013)– una gran oportunidad en términos del binomio competencia-colaboración, al incentivar el establecimiento de fuertes lazos entre las diferentes empresas que integran la cadena de valor y crear importantes sinergias intrasectoriales, así como la colaboración público-privada y entre los centros de investigación y las unidades productivas. El corolario: si el destino turístico es fuerte en términos de atributos (la calidad ecoambiental es un atributo fundamental), cada agente económico (empresas, administración pública, familias) se beneficia individualmente.
En síntesis, se trata de la vertebración de un destino turístico sostenible, en el que los diferentes sectores económicos, los residentes, los trabajadores, los visitantes y las riquezas naturales y patrimoniales convivan en armonía bajo una ética común y una adecuada administración de los recursos.
Es el cambio de paradigma de la industria turística para que, en vez de constituir una amenaza para el entorno, se erija como eje vertebrador de un crecimiento económico sostenible en el que intervengan sectores interrelacionados, como única vía para sustentar un modelo con perspectivas en el largo plazo, capaz de afianzar y promover, también, los sectores económicos tradicionales (la industria, el campo) junto con la hegemonía turística. Es evidente que esto se trasladaría en mayores cuotas de bienestar social y un crecimiento más equilibrado –BELTRÁN, C.(2015): El model turístic menorquí: mite o realitat–.