No sé si ustedes conocerán a Sophia. Ahora se la presento. Sophia es un robot humanoide creado en 2016 en Hong Kong por la empresa Hanson Robotics. Sus creadores se inspiraron en la actriz Audrey Hepburn, de ahí su belleza y parecido al ser humano. La conocí en un programa de televisión, y me impactó su elocuencia y rapidez de respuesta. Tiene la capacidad de reconocer y emitir expresiones faciales de manera eficaz. Identifica señales verbales y no verbales del interlocutor, y ha sido diseñada para aprender. En 2017 se convirtió en una ciudadana saudí, siendo el primer robot con ciudadanía de un país. Se ha hecho famosa por su apariencia y por la emisión de lenguaje natural.
Utiliza la inteligencia artificial (IA) a través de sus algoritmos de aprendizaje automático para procesar la información y responder de manera de forma espontánea. Programada para poseer una personalidad propia. Es capaz de ser competente socialmente ya que se adapta a múltiples situaciones e interlocutores. Pueden ustedes visualizar la entrevista en este enlace https://youtu.be/gB6mVTSr8cQ. El mismo que ofrecí un día a un familiar de 89 años, y tras su visualización me contestó de manera inteligente: «Lo malo de todo esto es que se parezcan físicamente a nosotros». A la que añadí: «Tienes razón y probablemente nos superarán en el uso de un lenguaje mejor construido sintácticamente. Lo que no nos igualarán será a nivel semántico y simbólico, ya que nuestra comunicación puede ser más rica, con más matices y giros. No sé si podrán llegar a comprender nuestro laberinto sentimental complejo, que nos hace ser únicos y por ahora insustituibles». ¿Dónde queda la empatía?, nos preguntamos los dos. Se abre el debate ante muchos temores sobre el vertiginoso avance de la inteligencia artificial generativa y sus experimentos gigantes.
Recientemente se ha firmado una carta con más de 1.000 firmas de expertos en computación, liderados por Elon Musk, que solicitan un parón, una moratoria para no seguir con la investigación y alertando de las consecuencias. La parte ética en relación a su uso no está resuelta. Pendientes estamos de legislarla. ¿Cómo deberemos comportarnos como humanos ante humanoides compañeros de trabajo o robots domésticos?, y que probablemente llegarán a parecerse más a nosotros tanto física, psicológica como emocionalmente. En la carta abierta los expertos plantean que «la IA avanzada podría representar un cambio profundo en la historia de la vida en la Tierra, y debería planificarse y gestionarse con el cuidado y recursos adecuados». Otro fenómeno a debate es la aparición de Chat GPT, un sistema de chat con inteligencia artificial que está sorprendiéndonos a todos. Capaz de responder a cualquier cosa que le pidas. A nivel educativo nos preocupa y exige un diseño de procesos y de formas de aprendizaje y evaluación. ¿Dónde quedará la curiosidad y el deseo de aprendizaje de los estudiantes?