El turismo de experiencias ha pasado de ser una tendencia a una realidad que transforma la manera como descubrimos un destino. En Menorca, donde la gastronomía y el producto local han cobrado protagonismo en estos últimos años como puntos de interés para el viajero, la miel se ha convertido en un ejemplo de cómo un pequeño sector, también puede aportar su valor añadido. Las colmenas, hasta hace territorio exclusivo para los apicultores, se han abierto al visitante y hoy es posible enfundarse un traje protector, acercarse a un panal y escuchar el zumbido de miles de abejas trabajando, para terminar saboreando una cucharada de miel recién extraída. Una vivencia repartida por toda la Isla que está empezando a dar sus frutos como ruta de la miel de Menorca.
MEL I REINES.
Unos de los proyectos apícolas más recientes es el de Mel i Reines, una iniciativa impulsada por Ana Marquès y Raúl Ameller, que en apenas dos años, ha pasado de gestionar 23 colmenas a tener 170 repartidas entre varios puntos de la isla como Es Mercadal, Alaior, Es Migjorn o Arenal d’En Castel. Su trabajo combina la producción de miel y un elemento inédito hasta la fecha en Menorca como la selección, cría y venta de abejas reinas autóctonas.
Su trabajo se basa en la creación de una genética más tranquila y manejable, menos enjambradora y más resistente a la varroa, el gran enemigo de las colmenas, que permite obtener un insecto mejor adaptado al entorno. Se trata de un proceso técnico exigente, que incluye apiarios de fecundación y control semidirigido para garantizar la continuidad de las colonias. Llevan criadas más de un millar de abejas reinas preparadas para crear nuevas colmenas tanto en Menorca como en Mallorca, colaborando estrechamente con la Asociación Dotze Reines que está recuperando la abeja negra. De hecho, su proyecto ha sido reconocido este año en los Premios Emprèn rural de la Asociación Leader. «También nos esforzamos por producir una miel de gran calidad y por ello realizamos un manejo diferencial con las abejas para conseguir una producción estable cada temporada», explica Ameller.
Este año han iniciado como complemento las visitas para grupos reducidos de hasta ocho personas. «La experiencia comienza en la cocina antigua de la finca Lluriach, en Es Mercadal, donde se explica la vida de una colonia. Después llega el momento de vestirse con el traje de apicultor y desplazarse al campo, para observar cómo trabajan las abejas. También les desvelamos nuestro trabajo de cría de abejas reina como un hecho diferencial. El recorrido termina de nuevo en la cocina con una degustación de mieles», detalla Ana Marquès.
DOLÇAMAR.
Si bien Mel i Reines es el ejemplo más reciente, existen otros de más largo recorrido como por ejemplos el que promueven desde Dolçamar, organizando actividades que combinan divulgación, catas y maridajes, tal y como explica el apicultor Antoni Anglada. «En octubre de 2012 me di de alta como apicultor y empecé con pequeñas producciones de miel de brezo, aprovechando las floraciones de octubre», detalla. «Existen dos grandes floraciones durante el año, la que se produce en primavera y la que se produce en otoño. Mi primera producción importante destinada a la comercialización fue en 2013. No llegó a una tonelada pero me sirvió para salir al mercado con Dolçamar, la marca con la que inicié la comercialización», añade.
Su estrecha colaboración con la Associació Menorquina d’Apicultors le ha llevado a participar de manera activa con la entidad a través de compartir conocimientos y aprendizajes así como estar siempre disponible para poder ayudar. «Con Raúl y Ana de Mel i Reines he estado muy en contacto para poder ayudarles en todo lo que me han pedido», detalla. Desde Dolçamar hace tiempo que ofrecen visitas y experiencias durante todo el año en lugar como S’albufera de Fornells. El propósito principal es dar a conocer no solo la miel que elaboran sino también, dar valor al trabajo de apicultor. «Creo que fuimos de los primeros en ofrecer este tipo de experiencias y ahora estamos trabajando en un proyecto más ambicioso a dos años vista de organizar jornadas y talleres temáticos en un espacio sensorial dedicado a la miel», destaca Anglada. «La altísima calidad de la miel que se produce en Menorca que tantos premios ha recogido y está recibiendo en certámenes nacionales e internacionales es un reflejo de la riqueza floral que privilegia la Isla», destaca.
MÁS PRODUCTORES.
Otra de las visitas que también están disponibles dentro de esta ruta por la miel de Menorca es la que realizan en Son Felip y Algaiarens, dos fincas que forman parte de un proyecto agrícola de mil hectáreas donde se promueve la agricultura regenerativa y que están situadas al norte de Ciutadella, entre las emblemáticas playas de Algaiarens y Cala Pilar. Su apicultor, Xec Gornes, permite adentrarse en el mundo de las abejas mediante una visita donde se puede observar el obrador, pasearse entre las colmenas con trajes de apicultor y llevar a cabo una degustación maridada con productos de la propia finca.
La miel de zulla de Algairens ha sido reconocida en distintos certámenes y galardonada con la medalla de platino en los Premios Internacionales de la Miel de Londres, reconociéndola como una de las 50 mejores mieles del mundo. Otro de los productores que también abre sus puertas para vivir una experiencia relacionada con la miel es la finca de Santa Margarita, muy conocida por promover el cultivo del azafrán. A través de Sa Cooperativa del Camp, organizan una experiencia familiar relacionada con el mundo de las abejas en forma de visita guiada que puede llevarse a cabo desde abril hasta el mes de octubre.
TRADICIÓN.
La recolección de miel en la Isla es casi tan ancestral como sus talayots y en la época romana, se afirmaba que la miel de Menorca era la segunda mejor del mundo después de la griega. Posteriormente y durante el siglo XVIII, se llegó a exportar a París o Londres, como explica el estudioso Adolf Sintes en algunos de sus trabajos. De hecho, en el registro insular popular consta que el primer colmenar fue el que instaló Francesc Andreu Femenies en 1885. Sin embargo, en la mayoría de fincas no pasaba de ser un complemento dentro de una economía de subsistencia.
En 2006 el Consell Insular de Menorca decidió apostar por crear una marca de garantía pero que con el paso del tiempo no ha acabado de coger fuerza. En este sentido, uno de los testimonios de la vitalidad de la producción de miel en la isla es la Asociación de Apicultores de Menorca, que cuenta actualmente con unos 190 socios que suman aproximadamente 2.000 colmenas distribuidas a lo largo de la isla. Su producción depende de muchos factores y, por ello, la cantidad de miel obtenida anualmente oscila debido a problemas como el cambio climático, el éxodo rural o la sequía, entre otros. «La miel no deja de ser el resultado de la flora y del paisaje de un territorio que acaba influyendo en los sabores», explica Kike Andreu, presidente de la entidad. «La producción en Menorca es limitada y depende en gran medida de la meteorología, lo que convierte cada cosecha en una apuesta. Este año, por ejemplo, ha sido muy fecundo en producción de miel», concluye Andreu.