El crecimiento económico sostenido es síntoma de bienestar. En los últimos años el crecimiento de la economía mundial se ha ralentizado pasando de un crecimiento medio del 4,3% en el periodo 2000-07, al 3,3% en el periodo 2008-19 y a un crecimiento esperado de apenas el 3,1% en el 2025. Este crecimiento es incluso menor en los países desarrollados donde en 2025 se espera que la economía crezca apenas un 1,6%. Encontrar una explicación a las causas del crecimiento se ha convertido en un objetivo cada vez más importante.
El año pasado tres economistas: Acemoglou, Johnson y Robinson, ganaron el premio nobel de economía por sus estudios sobre el papel que juegan las instituciones en el crecimiento económico. En el 2025, de nuevo han sido 3 autores especializados en el estudio del crecimiento económico los que se han llevado el premio. Joel Mokyr intenta desvelar los prerrequisitos detrás del crecimiento económico sostenido a través del progreso tecnológico que han experimentado las sociedades occidentales, mientras que Philipe Aghion y Peter Howitt modelizan una teoría del crecimiento sostenido a partir de la continua destrucción creativa de empresas por la que las empresas innovadoras van desplazando de forma continuada a las empresas menos dinámicas. Con sus aportaciones, estos tres autores desvelan en última instancia y por defecto las razones que pueden estar detrás de la ralentización económica actual.
Para el experto en historia económica Joel Mokyr, la clave del crecimiento continuo en un país reside no solo en la acumulación de capital y conocimiento sino en la existencia de una sociedad abierta a nuevas ideas, que permitan el cambio, que valore los conocimientos útiles que conecten ciencia con su aplicación práctica, que proteja la experimentación y tolere el fracaso. Es así como la ilustración europea en el siglo XVIII con sus publicaciones, sus sociedades científicas y su curiosidad y apetito por el cambio sentó las bases de la Revolución Industrial. Como señala José Juan Ruiz el escepticismo como método y la libertad como motor de crecimiento marcaron el siglo de las luces y por esa misma razón China con su confucionismo y centralización imperial se estancó durante el siglo XIX. Y por esas mismas razones, y a pesar de los cambios actuales, es difícil que China prosiga en solitario su crecimiento (pese a su liderazgo en sectores como la automoción eléctrica, los paneles solares o las tierras raras) cuando aún reprime la disensión y la imaginación empresarial (véase el caso de Alibaba).
Por su lado, Aghion y Howitt señalan que el crecimiento sostenido se alcanza debido al relevo continuado de las empresas menos productivas y obsoletas por aquellas nuevas que incorporaban mejor las innovaciones. El problema se encuentra cuando un conjunto de empresas poderosas puede ralentizar dicho relevo. Apple, Amazon, Meta, Microsoft, etc. son empresas tan poderosas que pueden frenar la aparición de nuevos competidores a causa del defectuoso funcionamiento de la política de la competencia americana centrada solo en cuotas de mercado y no en la capacidad de obstaculizar el desarrollo de nuevas empresas. Y, al contrario, las políticas facilitadoras de capital riesgo pueden ser muy positivas para acelerar el remplazo.
Estos tres autores nos dan lecciones que podríamos aplicarnos a nosotros mismos. Tener universidades, centros de investigación, asociaciones empresariales, clústeres, etc. y premiar y fomentar la innovación, la emprendeduría y el atrevimiento, es cumplir con el lema del escepticismo como método y la libertad de pensamiento. Igualmente, nos debemos plantear la excesiva rigidez en nuestra economía, los oligopolios y las barreras de entradas en todos los sectores, incluido el turismo. Planteemos, por ejemplo, por qué dar las nuevas licencias de alquiler turístico al primero en llegar en vez de adjudicarlas al que esté más dispuesto a pagar. Podríamos desvelar así, su precio de mercado y las adjudicaríamos a los empresarios más dispuestos, innovadores y dinámicos.