Trine Berg, una guía turística noruega que trabaja en Mallorca, fue víctima hace diez años de una picadura de carabela portuguesa. Fue en Cap Falcó, en la costa de Calvià.
«Tenía la costumbre de ir a pasear por esa zona con una amiga a primera hora de la mañana. Entonces, decidí darme un baño. Era muy temprano y todavía no había mucha luz solar. El agua estaba oscura y no vi nada. De repente, sentí un dolor muy intenso en la espalda, peor que un parto. Tuvieron que trasladarme a un hospital de Palma y allí me sometieron a curas y me aplicaron cremas. No hizo falta que quedara ingresada, pero lo pasé muy mal. Allí fue donde el médico me dijo que esa picadura correspondía a la de una carabela portuguesa. El problema era que, en la espalda, yo no me llegaba para aplicarme cremas. Durante muchos días no pude dormir de espalda y lo hacía de barriga. Desde entonces no he vuelto a nadar en el mar y todavía tengo la cicatriz», explica Berg.
La guía turística destaca que «no llegué a ver la carabela porque el agua estaba oscura, aunque después supe que no hace falta verla, pues sus tentáculos son muy largos».
El relato de Trine Berg, de 60 años de edad, coincide con avistamientos de carabela portuguesa en junio y julio de 2009 en la costa de Calvià que, con la excepción de Berg, no llegaron a tener mayores consecuencias.
La reacción de Berg de no volver a nadar en el mar tras esta picadura es común entre aquellas personas que han sufrido esa desagradable experiencia.