Ha llegado al Govern en plena tormenta por la expropiación del uso de viviendas a grandes tenedores. Josep Marí (1959) defiende la ley que aprobó su antecesor.
Acaba de llegar y ya le llaman chavista.
—Es un calificativo que no comparto para nada, pero sí.
La ley que permite expropiar el uso de los pisos a bancos y fondos de inversión lleva tres años en vigor. ¿A qué atribuye esta sonada polémica ahora?
—Tiene que ver con la palabra expropiación y con el procedimiento garantista, que obliga a hacer un justiprecio a esta cesión de uso temporal. Esta palabra tiene connotaciones, pero la verdad es que se trata de una ocupación temporal de pisos de grandes tenedores, que además están vacíos y que no cumplen la función social para lo que fueron construidos. La ley tiene plena vigencia y la anomalía sería no aplicar una ley aprobada.
En las primeras expropiaciones hay dudas sobre si algunos pisos de Menorca cumplen los requisitos. ¿No es un error importante?
—Ahora hemos iniciado el procedimiento y hemos comunicado a los propietarios el acuerdo para que se abra un proceso de alegaciones. Si hubiera alguna razón de peso justificando algún problema, lo verán los servicios jurídicos y tomarán una decisión en función de las alegaciones.
¿Se resuelve el problema de la vivienda con una expropiación de 56 viviendas?
—Evidentemente no, pero estas expropiaciones hay que enmarcarlas en el hecho de que en los últimos 40 años se han construido 1.800 viviendas de protección oficial y en dos años tendremos en marcha más de 1.000 nuevas. Creemos que se puede duplicar el parque de vivienda y la ley prevé, además de vivienda nueva y la expropiación del uso, utilizar el derecho de tanteo y retracto cuando hay transacciones entre grandes tenedores.
¿Nos tenemos que resignar a que aquí solo puedan comprar vivienda los ricos?
—Tenemos la tensión del turismo residencial, que ha inflacionado el precio y a los constructores les resulta más beneficioso este sector que pisos para gente que los necesita como primera vivienda. Hay que seguir trabajando para que haya más vivienda para la gente. De ahí la ley: no se toman viviendas en uso, sino vacías hace años y si eso sirve para que los grandes tenedores las saquen al mercado, bien está.
En movilidad, si las compañías reducen vuelos, los ciudadanos de Balears tendremos menos opciones para viajar.
—Cuando hay demanda, las compañías aéreas ponen recursos y cuando la oferta se reduce, entra en marcha la Obligación de Servicio Público para que haya vuelos suficientes, sobre todo con las conexiones entre Eivissa y Menorca, donde es verdad que este año se han suspendido algunos vuelos.
¿Cómo se construye comunidad si para llegar de Menorca a Eivissa se tardan hasta 13 horas?
—No conozco ese caso concreto aunque puede haber pasado por alguna circunstancia. Cuando había más normalidad, yo he podido viajar de Eivissa a Menorca en el mismo día. Ahora estamos en un tiempo especial y quiero creer que cuando acabe el estado de alarma, todo fluirá mejor. También tenemos el anuncio de una nueva empresa que quiere volar entre islas desde mayo.
¿Saben ya si las aerolíneas aplican el descuento de residente al final del proceso?
—Es un logro del gran trabajo hecho en la Conselleria por mi antecesor. Creemos que ayudará a que no se disparen los precios y hemos comprobado que la mayoría de las compañías ya lo hacen, aunque el día D aún había algunas que no lo hacían.
Tren, tranvía, metro... Todo queda parado a la espera del maná de Europa.
—Es una ventaja tener ya definidos los proyectos, saber qué se quiere hacer y eso ayudará a que se puedan conseguir fondos europeos. Trabajaremos para conseguir el tranvía y no digo que lo inauguraré, pero sí que espero verlo muy avanzado porque es muy importante para la conexión de toda la red intermodal.
Su nombramiento se ha interpretado como una previa para su salto al Consell d'Eivissa.
—Ya lo dijeron cuando entré como secretario general del PSIB de Eivissa, pero lo que ahora me interesa es hacer bien mi trabajo de conseller. El futuro dirá porque aún no me planteo que haré de aquí a dos años. El futuro queda abierto.