En Baleares una de cada diez personas padece de obesidad. Lejos de ser una cuestión meramente estética, conlleva estigmas sociales, problemas de salud física y también, en muchos casos, un trasfondo psicológico. «Un 30 % de las personas con obesidad padece un trastorno de alimentación», recalca María Carrera, psicóloga clínica de la Unidad de Trastornos de la Conducta Alimenticia (UTCA) del Hospital de Son Espases. El trastorno por atracón es el trastorno alimenticio de mayor prevalencia y, a la vez, el más acallado. Muchos de quienes lo padecen lo desconocen.
«La mayoría de las personas obesas lo están porque comen de más; hay muy pocos casos en los que se deba a un problema genético», asegura la psicóloga. Sin embargo, el mero placer por la gastronomía no explica las elevadas tasas de obesidad: «Muchas veces ellos no se dan cuenta, pero esa sobreingesta se debe a un comer emocional», es decir, la persona tapa sus problemas emocionales (tristeza, ira...) con comida, porque es algo que gratifica, aporta endorfinas, sustancias químicas que estimulan las zonas del cerebro donde se generan las emociones placenteras. El episodio del atracón se torna en hábito para hacer frente al malestar y se ve envuelto en un viaje emocional, pasando desde la ansiedad inicial, al bienestar momentáneo y a un bajón muy importante de autoestima, que arrastra a la persona a otras patologías mentales. «Entre un 40 % y un 60 % de los obesos tiene depresión», advierte Carrera.
¿Qué es un atracón?
El atracón se define como una ingesta excesiva de comida, normalmente ultraprocesados, combinando dulce y salado, como bollería o aperitivos salados, en un periodo corto de tiempo (que se puede prolongar hasta las dos horas. «Un atracón no es: 'Estoy viendo una película y, sin darme cuenta, me acabo una tableta de chocolate'. En el atracón es muy importante la sensación de pérdida de control que sufre la persona y el posterior sentimiento de culpa y vergüenza», aclara la psicóloga. Un caso típico sería quedarse en casa solo, desvalijar los armarios, en una búsqueda ansiosa por cualquier producto refinado o normalmente prohibido, y comer compulsivamente durante horas hasta no poder más y desistir, tanto física como mentalmente. Es tal el sufrimiento emocional con uno mismo tras el atracón que es habitual esconder los restos de los envoltorios para tratar de no dejar huella y evitar hablar de lo ocurrido con nadie. Es, ante todo, un trastorno que se vive y arrastra a la soledad.
Se calcula que el 5 % de las mujeres de entre 5 y 12 años en España padecen un trastorno alimenticio. Del total, los casos de anorexia representan entre un 1 % y la bulimia un 1,5 %. El resto son víctimas del trastorno por atracón. Para que los episodios de atracones se consideren un trastorno se han de dar como mínimo dos veces a la semana durante al menos tres meses.
Salir del trastorno
La mayoría de los pacientes desarrolla la patología alrededor de los 16 años, y, si no la regulan en una edad temprana, lo acaban arrastrando ya a lo largo de su madurez. La psicóloga clínica María Carrera advierte que salir de este trastorno es difícil por la enorme gestión emocional que requiere para romper hábitos sumamente interiorizados, sobre todo si la persona sufre también de obesidad: «Se está llegando a hablar últimamente de la food addiction (adicción a la comida en inglés)». El primer paso que se recomienda a aquel que sospeche padecer el trastorno es acudir al médico de cabecera, que derivará el caso a la UTCA o a un servicio similar. En Son Espases ofrecen talleres de psicoeducación y de hábitos alimenticios, impartidos por psiquiatras, psicólogos y enfermeras. Según el paciente -si este presenta, además del trastorno, otros problemas de salud mental como ansiedad o depresión- se le deriva a su vez a la Unidad de Salud Mental. «Es importante que la familia y amigos del paciente no le juzguen, no le den consejos ni hagan comentarios sobre su físico, ni siquiera si son en positivo. Como más le pueden ayudar es estando ahí y teniendo una escucha activa», recomienda Carrera.