Un hombre ha sido condenado a 15 años de cárcel por violar a su hija en Palma durante los regímenes de visitas. La Audiencia Provincial le impone también una indemnización de 15.000 euros para la víctima por los daños morales ocasionados. El acusado no podrá aproximarse a menos de 500 metros de la menor ni comunicarse con ella durante los próximos 25 años.
Las agresiones sexuales tuvieron lugar durante tres años, desde que la víctima tenía ocho hasta que cumplió once, según recoge la sentencia. El acusado, de nacionalidad portuguesa, tenía asignado un régimen de visitas de dos tardes entre semana y los fines de semana alternos.
El hombre aprovechaba las ocasiones en las que se encontraba en compañía de su hija para violarla. Le advertía de los problemas que podría tener si se negaba o contaba lo que ocurría e incluso le golpeaba y le tiraba objetos durante los encuentros. También le obligaba a cambiarse de ropa delante de él y le hacía comentarios sobre su cuerpo.
La víctima a consecuencia de estos hechos ha precisado de tratamiento psiquiátrico y ha sido diagnosticada de trastorno de estrés postraumático. La menor, que en la actualidad tiene 16 años, sufrió sentimientos de desapego, pesadillas frecuentes e inestabilidad emocional.
El hombre guardó silencio durante el juicio celebrado el pasado 7 de marzo en la Sección Primera de la Audiencia. La menor explicó a través de videoconferencia -y a puerta cerrada- las agresiones sexuales a las que fue sometida. Contó que los hechos dejaron de suceder cuando su madre y ella se trasladaron a vivir a Francia. La madre de la niña declaró que su hija estaba muy afectada y que se autolesionó dos días después de denunciar las violaciones.
La sentencia sostiene que son «abundantes» los detalles que ofrece la perjudicada. «Todo ello a pesar de las dificultades que pueda presentar para una menor de esa edad ordenar el relato de forma cronológica», añade. Una psicóloga de la Unidad de Valoración del Abuso Sexual Infantil manifestó que la niña tenía mucho miedo y estaba muy preocupada de que no la creyeran.
Los jueces no advierten ningún indicio de «fabulación ni de patología mental que pudiera empañar la credibilidad de su relato». La víctima, según el fallo, «no ha obtenido ninguna ventaja con la revelación de estos hechos» y su proceso de maduración se ha visto interrumpido, «viviendo unas experiencias traumáticas» que le han ocasionado unas importantes secuelas.
La menor soportó unos hechos que «no sólo eran impropios de su edad, sino que le provocaban dolor, incontinencia, náuseas y, en ocasiones, vómitos, además del temor instaurado en ella, lo que le impidió buscar auxilio».
Daños difíciles de reparar
La niña denunció las violaciones a las que fue sometida por su padre cuando su madre comunicó al acusado que no volvería a estar en su compañía. La «impactante» situación traumática vivida ha provocado a la víctima, según recoge la sentencia, «unos prejuicios que, presumiblemente, serán difícilmente reparables». Las juezas señalan que el hombre generó un sentimiento de miedo en la menor que le provocó un bloqueo que le impedía revelar las agresiones sexuales sufridas.