A Valeria la llamaron el 25 de julio del año pasado y le dijeron que debía ingresar en Barnaclínic el 10 de agosto para el preoperatorio y así intervenirla de una vaginoplastia al día siguiente. La casualidad quiso que cuatro días después fuera ella quien se pusiera en contacto con el IB-Salut, interesada por las agencias de viajes con las que debía adquirir los billetes de avión. «La mujer que me cogió el teléfono me soltó de repente: me extraña mucho que te vayan a operar porque no están operando a nadie, ni a ti ni a las otras». Al día siguiente se lo confirmaron.
«Tenía la cita para la reasignación de sexo en agosto y me la quitaron en la cara», se queja. Ahora sabe que un mes antes había tenido lugar una reunión con todas las partes implicadas en las que se informó del cese de todas estas intervenciones, según explica el IB-Salut, por el fin del convenio que tenía una duración de cuatro años.
Lo que le disgusta de toda esta situación, explica Valeria, es que sabiendo lo que sucedía «¿por qué me citaron a mí en el hospital?». La llamada confirmando el peor de sus temores, «me cogió a punto de aparcar para entrar en el trabajo», relata. «Me di media vuelta y me fui llorando a casa porque estaba fatal», recuerda ahora. «No son maneras de tratar este tema».
Por otra parte, la notificación fue fruto de una casualidad. Así como había una citación escrita para la intervención, nadie la advirtió más que por teléfono de la marcha atrás en los planes, así que «llamé también a Barcelona porque igual era cosa de esta mujer, a veces hay gente transfóbica por el mundo, pero a los cinco minutos me lo confirmaron. Las operaciones pendientes, procedentes de Mallorca, no se harían».
Valeria se queja de malas formas y de una flagrante falta de comunicación, todavía nadie le ha dado las explicaciones pertinentes de lo sucedido. Lamenta también que se dilate el tiempo de espera después de una transición de género que empezó en octubre de 2021 y que ya podría haber terminado. Pero lo que más le duele es que «me tienen en un limbo», dice.
Asegura que nadie del IB-Salut la ha contactado en ningún momento. Esta semana ha leído en Ultima Hora que dos de las operaciones pospuestas se realizarán por la vía de urgencia y, aunque lo pueda parecer, ni siquiera sabe si es ella. «He sabido que a finales de mayo sigue en pie una intervención», cuenta. Expone su caso tras meses de «malestar, agobio y bajones porque no me dicen nada. Si me explican que tengo que esperar un año o dos, pues ya está pero no sé nada ¿qué hago?», e insiste en que ya tenía la fecha señalada en el calendario.
Durante estos meses ha ido llamando al departamento de Traslados del IB-Salut pero, tal y como explicó la madre de otra chica afectada por este cese de actividad, «me decían que no sabían nada». El mismo endocrino que la atiende en su consulta de Son Espases le recomendó en su visita anual, el pasado mes de noviembre, que pusiera una reclamación. Y ya lleva unas cinco o seis en las diferentes administraciones, con vagas respuestas. ¿Los responsables? «Primero me dijeron que en noviembre estaría operada, después me dijeron que sería en el primer trimestre de 2023... Y ya te digo que no», explica.
Valeria tiene el apoyo total de su novio, Roberto, y de sus padres, quienes ya desde el principio de la transición buscaron entidades a las que podrían acudir. «Me recomendaron Ben Amics». La asociación, y concretamente su asesora legal, se han convertido en su única aliada en este parón que la mantiene en vilo. Al fin y al cabo, asegura, puede esperar cuanto le digan «pero que me digan algo».
El apunte
«Mi novio hace que me olvide de que no estoy operada pero no debe ser así»
Valeria acude a esta entrevista con su novio, Roberto. Ambos tienen 20 años y llevan más de uno de relación. Sus padres y él han sido el gran apoyo de Valeria en estos últimos meses. «Hace que me olvide de que no estoy operada, me evade, pero no debe ser así. De vez en cuando tengo bajones», explica. Y es que además del coste psicológico y personal, la decisión de suspender sin fecha la operación que va a cambiarle la vida ha afectado también a su entorno. Esta paciente explica que en verano, ambos, que trabajan juntos, ya modificaron sus turnos. «Se necesitan dos meses de baja para la recuperación y en la empresa lo saben y se habían organizado», añade. «La cancelación ha tenido muchas otras consecuencias».