Houssein El Ouariachi (Marruecos, 1980) es un melillense residente en Madrid. Se licenció en Filología Hispánica y en Historia Medieval por la Universidad de Granada. Además de historiador, es periodista, mediador intercultural y experto en terrorismo internacional. Houssein fue uno de los invitados ayer en la celebración del Iftar colectivo –comida nocturna con la que se rompe el ayuno– del Ramadán, organizada por la Lliga Musulmana de Balears en la plaza de Pere Garau. Fue su primera vez en la Isla.
¿Qué reflexiones hará este mes sagrado?
—El objeto de este mes es que podamos ir mejorando poco a poco, intentado ser mejores en aquello que no es constructivo, que no aporta fuerza o felicidad. En mi caso, en este Ramadán me propongo ser más paciente, calmado, practicar el silencio y no trabajar tanto.
Balears tiene una comunidad musulmana de entre 30.000 y 50.000 personas. ¿Por qué hay tanto racismo y se señala a veces su religión como terrorismo?
—Lo que sucede con Balears pasa igual en otras comunidades de España y me atrevería a decir que en Europa. Se juntan varios factores que hace que la población musulmana no fluya del todo o su convivencia no se vea rica ni enriquecedora para el otro. Hay un sustrato cultural del pasado donde la retórica es de enfrentamiento, de odio al otro y de miedo. Es importante entender el respeto hacia la diversidad pero desde un conocimiento real para evitar caer en el mismo discurso de odio.
Usted criticó hace años que el islam tiene una enfermedad que se llama yihadismo. Considera que se hace ‘mala praxis' cuando se relaciona la religión con terrorismo.
—He escrito y he hablado mucho del peligro de la violencia y el extremismo, aunque nunca he dicho que el yihadismo fuera una enfermedad del Islam. Yihad es un valor positivo, cultura de esfuerzo, de entrega. Pero su significado ha sido secuestrado por los terroristas violentos, para legitimar sus acciones abominables «en nombre de la yihad», al mismo tiempo que ha sido perseguido por muchos países demócratas. En su lucha contra el terrorismo lo han llamado yihad. Esta palabra tiene un sentido de lucha armada cuando un país es ocupado y tiene que autodefenderse, pero dentro de una concepción de justicia. Es fundamental luchar contra cualquier movimiento extremo o terrorista, pero debería hacerse con un lenguaje justo y equitativo. Con los 20 años del ataque terrorista del 11-M, se ha vuelto a nombrar el yihadismo, y desde mi punto de vista se han equivocado.
¿Qué contexto rodea a Hamás, que está en el punto de mira?
—No hay duda de que en su lucha contra la ocupación sionista ha cometido actos terroristas, pero su lucha es legítima y justificada. Da igual la ideología o si se llama Fatah (es una organización político-militar palestina antes que Hamás), pues siempre el ocupante va a llamar terrorista al que resiste. En su día, tildaron así a Nelson Mandela. Incluso los propios españoles llamaron terroristas las fuerzas napoleónicas a principios del siglo XIX cuando ocuparon nuestro país. La historia es siempre la misma. La cuestión es: ¿Si no existiera Hamás, cómo seguiría Palestina? Ocupada. El foco en esta guerra no tiene que ser Hamás, sino quien oprime y quien ocupa.
¿Cree que los árabes están más distanciados que nunca de sus gobiernos con la guerra entre Palestina e Israel?
—El divorcio entre poblaciones árabes data de hace tiempo. Se han normalizado las relaciones con Israel, al mismo tiempo que los palestinos se ven oprimidos y ven lejos un estado propio. Desde la Primavera Árabe, digamos, se ha acumulado cabreo, ira, y no cabe la menor duda que todo esto llevará a una explosión si esto se sigue extendiendo, desde Marruecos a Arabia Saudí, porque no se goza de una legitimidad democrática. Es fundamental, hoy, apoyar a movimientos democráticos en esos países antes de que la situación se descontrole más.