Luis Berbiela (Madrid, 1957) fue durante 20 años el jefe del Servei de Gestió Forestal i Protecció de Sòl. Se jubiló hace casi tres años, pero sigue siendo una voz reconocida y autorizada en el ámbito forestal y en la gestión de incendios.
Da miedo insistir en los buenos datos de los incendios forestales en Baleares. ¿Cómo los explicamos en un escenario mundial de grandes siniestros?
—Lo primero que hay que decir es que se están confirmando los anuncios de hace años de que los incendios forestales iban a ser más extensos, intensos y peligrosos. En cuanto a los datos de Baleares, es indudable que incide el comportamiento de los ciudadanos, que está siendo ejemplar. Siempre puede haber desgraciadas excepciones, pero se ha consolidado una sensibilidad colectiva de no hacer fuego en el entorno rural y en el medio natural. También es verdad que los cultivos y los usos agrarios han disminuido.
Y ha aumentado la superficie forestal.
—Sí. Con la reducción del suelo agrario, hay menos puntos de posible generación del fuego, pero el abandono agrario ha dado lugar a una mayor superficie forestal, con más posibilidades de propagación por las condiciones del combustible vegetal. Estamos reduciendo el número de incendios, pero se está incrementando la superficie forestal, el número de árboles y su densidad, así como la biomasa acumulada, todo ello con una continuidad que puede ser terrible en la propagación del fuego.
El cambio climático lo pone más difícil.
—El cambio climático nos trae olas de calor que se han convertido en auténticas mareas de calor. Las temperaturas baten récords y el combustible vegetal pierde más humedad todavía. El cambio climático actúa como catalizador y acelerador. No obstante, no podemos acusar de todo al cambio climático. Hay más inundaciones y éstas encuentran casas construidas en medio de los cauces de ríos y torrentes. Con el fuego ocurre lo mismo. Si no prevenimos, si no reducimos el riesgo, el cambio climático aprovechará nuestra indolencia.
Ha hablado de la concienciación ciudadana, pero hay que poner en valor a los servicios de prevención y extinción.
—El operativo trabaja con eficacia. Podemos decir que en la extinción tenemos un notable, pero suspendemos en la prevención, pública y privada. Se dice que habría actuar anualmente en prevención y gestión al menos en el 1 % de la superficie forestal. Pues bien, en Baleares somos deficitarios. Tenemos 210.000 hectáreas forestales, por lo que deberíamos trabajar en 2.100 al año. En realidad, estamos trabajando en 600-800 hectáreas anuales.
Casi todo ese suelo forestal es privado.
—En efecto. No podemos fiarlo todo al Ibanat. Hay que implicar a los propietarios en la prevención y en la gestión. En ello va su propia seguridad y la de sus familias y viviendas. Es la cultura del riesgo. Hay que recordar que existe la obligación legal de crear franjas de protección alrededor de las casas situadas en suelo forestal o en el interfaz urbano-forestal, así como en los accesos. Tener uno o varios pinos junto a una casa, por mucha sombra que den, es un riesgo inaceptable en términos de incendios para los moradores y para los efectivos que acudirán para que el fuego no afecte al inmueble, dejando de lado el núcleo del incendio forestal.
La paradoja del fuego: si lo hacemos bien evitando incendios, habrá más combustible vegetal el año que viene.
—Es así, pero hay que agradecer que tengamos un buen operativo de extinción que evita que los fuegos se escapen. Y aquí entra otra frase: la extinción es la respuesta, pero la solución es la prevención. La extinción no es la solución como no lo sería que una ciudad contara con la mejor policía, pero todo el mundo dejara casas y coches abiertos. Cerrar casas y coches es mucho más fácil y eficaz que aumentar el número de policías. Lo mismo ocurre con la prevención.
Gestión forestal es también cortar árboles.
—Es que cortar árboles es una acción de defensa y conservación. Puede ayudar a salvar miles de hectáreas. Nada más lejos de la prevención que el abandono.
Se habla de seis generaciones de los incendios. ¿Cuáles son?
—La primera, la que veíamos en los años 60, ya tenía una continuidad del fuego por el abandono del campo. La segunda incide en la rapidez de la propagación. La tercera se caracteriza por la gran intensidad de los frentes. La cuarta afecta a la seguridad de las personas en el interfaz urbano-forestal, no se limita al suelo forestal. La quinta corresponde a incendios muy extensos y simultáneos hasta colapsar los efectivos. Y la sexta crea sus propias condiciones meteorológicas. Genera una gran cantidad de energía y los vientos son muy fuertes. La gestión es muy peligrosa y hay una gran incertidumbre sobre sus avances por el enorme potencial de velocidad e intensidad.
Por ejemplo, el gran incendio de Andratx en 2013, ¿de qué generación sería?
—Lo encajaríamos en la cuarta generación. Hay que destacar que el 35 % de la superficie afectada era de bancales de antiguos cultivos abandonados y que en ese momento estaban poblados de bosque.
¿Sería posible un incendio de sexta generación en Baleares?
—Estamos en lo de siempre. Hace unos años, un incendio de sexta generación no ocurría casi nunca, pero ahora son más frecuentes. Excepcionalmente, podría darse en Baleares, pero con el fuego no se puede bajar nunca la guardia. Estamos hablando por la mañana de los buenos datos de las Islas, pero no sabemos si por la tarde se va a producir un punto de ignición que originará un gran incendio.
AnguLos dueños lo saben de sobra,a los políticos les da igual