La compra de vivienda en Baleares por parte de ciudadanos de Europa del Este está experimentando un notorio crecimiento desde el estallido de la guerra de Ucrania, en marzo de 2022. Polonia lidera esta oleada de adquisiciones inmobiliarias en las Islas, con réplicas en otros puntos de la geografía española y derivada del deseo de alejarse de la zona de conflicto, con la adquisición de un domicilio fijo o una segunda residencia a la que recurrir si las tensiones trascienden las fronteras ucranianas.
El Archipiélago es una de las regiones españolas preferidas por los polacos junto con Canarias, Andalucía y Comunidad Valenciana. Se trata de un fenómeno que tuvo su avanzadilla en las clases más adineradas al poco de tiempo de la invasión rusa: centroeuropeos de alto poder adquisitivo que centraron sus adquisiciones en el segmento del lujo y el semilujo.
Familias de clase media y media alta han seguido su estela en los años posteriores y, poco a poco, estas nacionalidades han ido engordando unas estadísticas en las que tenían un protagonismo muy residual.
Los datos del Colegio de Registradores apuntalan este retrato robot de un comprador que no está precisamente interesado en viviendas unifamiliares de 300 metros cuadrados. Por lo general, las adquisiciones de los compradores polacos en España se centran más bien en inmuebles de entre 60 y 80 metros cuadrados. La misma franja en la que se encuadran los compradores lituanos y ucranianos, protagonistas de la misma diáspora (más evidente en el segundo caso).
Por otro lado, las estadísticas de los Registradores sitúan esta nacionalidad como la que más ha crecido en España desde 2022: fue la primera ese año y en 2024. Y mantuvo ese liderazgo en el segundo trimestre de 2025.
En Baleares, los polacos continúan teniendo un papel muy secundario en comparación con los alemanes (que protagonizan el 40 % de las compras a cargo de extranjeros), aunque las compraventas han mantenido un ascenso ininterrumpido desde 2021 y el año pasado se coló en el top ten de nacionalidades con más transacciones en las Islas.
Daniel Arenas, presidente de la Asociación de Inmobiliarias Nacionales e Internacionales de Balears (ABINI), señala que «es una nacionalidad con la que normalmente no se trabajaba mucho y sí que hemos notado un gran cambio». Probablemente, «porque están asustados». Indica que aún hay una mayor concentración en zonas como la Costa del Sol, pero que en el caso de Mallorca y el resto del Archipiélago, «no es un avalancha, pero llama la atención».
Hans Lenz, director general de Engel & Völkers en la zona suroeste de Mallorca, explica que el perfil suele ser el de una familia joven, de clase media alta, con o sin niños y con trabajos telemáticos que les permiten vivir en la Isla como nómadas digitales. El rol decisivo que ha jugado la guerra es innegable. «El tema geopolítico está ahí y se ha notado. Es gente que busca tranquilidad y seguridad. Y valoran mucho la conectividad aérea».
Aunque hace años lo normal es que estas nacionalidades adquirieran segundas residencia, la tendencia se ha ido volteando y ahora predominan los que buscan un domicilio fijo mientras adaptan sus compromisos profesionales de un modo u otro. «A veces uno de los dos está permanentemente aquí y el otro va y viene», explica Lenz para añadir que no es poco habitual que su relación con Mallorca se inicie con el mercado del alquiler. «Después de un tiempo, muchos deciden comprar». Coincide con Arenas en que el tirón de Andalucía entre los polacos sigue siendo aún mayor que el de Baleares. «Hay mucho efecto llamada por los precios más bajos de Marbella».
Las cada vez más frecuentes incursiones de drones rusos en el espacio aéreo de la OTAN es un elemento que está contribuyendo a alimentar la preocupación de muchas familias polacas y de países limítrofes y empujándolas a buscar refugio en la otra punta de Europa. Así lo atestigua el propio Arenas. «Cuando hablas con los que llegan aquí en busca de vivienda te reconocen que tienen miedo. Te hablan de los drones rusos que circulan libremente por sus fronteras», asegura el presidente de ABINI.
Aneta Oleszkiewicz es una agente inmobiliaria polaca que lleva nueve años viviendo en Mallorca y que ha sido testigo directo de este goteo de llegadas de compatriotas en lo últimos años. No obstante, relativiza el peso que puede tener el conflicto en este fenómeno y achaca la atracción al conjunto de alicientes y ventajas de la Isla. «Mallorca se considera un lugar seguro y estable, tanto política como socialmente». Señala, asimismo, que a su modo de ver, el estado actual de la población en su país «no es de pánico, sino más bien de cautela».
Desde su perspectiva, «la gente simplemente siente que es prudente tener otra residencia en el extranjero, un lugar que ofrezca seguridad y estabilidad si las circunstancias cambian». En ese sentido, apunta, un destino como Baleares es una elección obvia. «Es una opción natural: un clima magnífico, excelentes colegios internacionales y una alta calidad de vida. Es una decisión consciente y estratégica para invertir en tranquilidad y una mejor calidad de vida».
Oleszkiewicz coincide así con lo apuntado desde ABINI o Engel & Volkers: que el perfil de compradores está evolucionando hacia clases medias o medio altas de esos países en busca de un acomodo definitivo y no temporal o para una pequeña parte del año. «Eligen Mallorca con una perspectiva muy a largo plazo».
El cónsul honorario de Polonia en Baleares, Ignacio Fiol, comple el dibujo de ese perfil medio explicando que en torno a un 85 % de los polacos llegados a las Islas son autónomos o emprendedores. «Hace 20 años se concentraban en el sector de la hostelería, pero hoy los encuentras en pymes dedicadas al sector de la construcción, al inmobiliario y a otros servicios». Añade que si bien hace años era inevitable obviar el magnetismo de Valldemossa como eje de atracción por la relación con Chopin, hoy día no hay ninguna predilección por zonas concretas, con la posible excepción de Palma. Por contra, lo que sí existe es un deseo de integración creciente.
En el Archipiélago residían en 2024 un total de 3.381 ciudadanos polacos, mientras que ese mismo año llegaron 373.252 turistas de esa nacionalidad, según datos de IBESTAT y Turespaña, respectivamente. Los residentes ucranianos son ligeramente más numerosos, 3.853.
Alexiamadre nia!...de 10!....eres una neoliberal de libro!.vete a vivir a Polonia, vete!...pero de currito, no de rica!.