Una prolongada sesión de entrenamiento absorbe sus mañanas. Comida, descanso y vuelta al parquet. Así entrelaza su jornada cotidiana, a veces diversificada entre el primer equipo del Joventut y el vinculado Prat, con el que ostenta ficha, y dando a menudo con un hueco que dedicar a sus estudios de ADE, carrera en la que se ha matriculado a distancia. Se trata de Agustí Sans Valls (Maó, 1995), la joya de la Penya y del baloncesto menorquín, quien experimenta el siempre arduo trayecto de mutar de niño a hombre, y en su caso, desde una doble vertiente; humana y deportiva. Son varios años de sacrificios, alejado de tierra, familia y amigos, pero la meta se adivina cercana.
Sans cumple en el Prat su primer año en LEB Oro, a priori también el único, y último antes de incorporarse de un modo definitivo a la dinámica del equipo ACB en virtud de la renovación trienal sellada con el Joventut hace un par de meses. Un año en cualquier caso fundamental en el ciclo formativo de uno de los mayores talentos jamás exportados por el basket insular. Un año duro también, en el que se esperan más decepciones que alegrías –así ha sido hasta ahora tras dos partidos ante Oviedo y Navarra–. Un año para curtirse y aprender desde la derrota.
[Lea la noticia completa en la edición impresa o en Kiosko y Más o My News]