Sergio Llull es uno de los jefes del Real Madrid. En la pista, en el vestuario y en las celebraciones. Su figura no genera dudas y en el último lustro no se conciben los éxitos del equipo blanco -y de la selección española- al margen de la influencia directa que sus prestaciones físicas y técnicas le han convertido en el oscuro objeto del deseo de los Rockets de Houston.
«Mi sueño no es la NBA, es el Real Madrid». «Me quedé para ganar finales». Manifestaciones que rezuman personalidad. Y estadísticas, frías pero reveladoras, de hallarnos ante un tipo que dejará huella en la historia de la canasta estatal e internacional. Su última gesta, situarse a la altura de una leyenda como Arvydas Sabonis.
Sergio Llull se convertía la noche del miércoles en el segundo jugador de la historia que consigue revalidar su título de MVP en una final del playoff. El primero, el curso pasado. El único precedente nos remite al Zar lituano, que lo conseguía en las temporadas 1992-93 y 1993-94.
Pero la descollante retahíla numérica de esta final sólo empieza aquí para el mahonés. Llull acaparó los galardones de los más de la serie definitiva por el título de la Liga Endesa. El base-escolta fue el más destacado en valoración 22), puntos (19) y asistencias (6,5). Dejó los rebotes para su compañero Gustavo Ayón (6,75) y el capítulo de mates para el rival azulgrana Ante Tomic.
Otro registro sobresaliente lo generó a raíz de la victoria en el tercer partido (91-74). El madridista logró 30 puntos de valoración y se convirtió en el sexto jugador en la historia en llegar a esa cifra dos veces en una final liguera (en años diferentes). Una actuación que le sitúa al lado, de nuevo, de Sabonis, además de Mike Smith, Mike Ansley, Michael Anderson y Tiago Splitter.
Los números de récord del menorquín le han convertido en el noveno asistente histórico en Playoff (240), en el máximo triplista del Real Madrid en las series finales (121) junto a Chechu Biriukov e igualó el récord de asistencias en un Playoff final (10), igualando el récord de José Luis Llorente y Elmer Bennett.
A sus 28 años, Llull suma títulos y reconocimientos a un ritmo desenfrenado, del mismo modo que se desenvuelve sobre el parqué. En la celebración con la afición no fue menos.
Tras se recibidos en la Real Casa de Correos, sede de la Comunidad Autónoma de Madrid, Llull fue uno de los cinco jugadores que se dirigió desde el balcón a los seguidores congregados en la Puerta del Sol. «Muchas gracias por estar aquí otra vez, apoyándonos como siempre» inició su arenga. «Para nosotros es un orgullo vestir esta camiseta», continuó, «estamos mu y contentos de poder ofreceros otra Liga ACB, la segunda consecutiva».
Llull cerró su intervención con el deseo de «esperemos que en el futuro haya muchos más éxitos» y el protocolario «¡Hala Madrid!». El menorquín acapara elogios por su incuestionable ascendencia en el vertiginoso y efectivo juego propuesto desde la banda por Pablo Laso y los triunfos de un equipo que está escribiendo una de las páginas más históricas de la sección blanca.