El primer aterrizaje de Pol Molins Calderón (El Masnou, 1999) en la Isla se produjo en septiembre de 2022 con motivo de la disputa de un Bàsquet Girona – Hestia Menorca en el marco del torneo Ciutat de Maó. Pese a que ya se había anunciado su cesión al conjunto insular, Molins se puso la elástica gironina por última vez en dicho encuentro, simbolizando el traspaso al que desde entonces ha sido su nuevo hogar.
La andadura del canterano del Joventut en la Isla ha vivido grandes momentos cada año: el histórico ascenso a LEB Oro en su primer curso como cedido y, ya en propiedad de la entidad de Bintalfa, las dos permanencias: primero, coqueteando con los playoffs, y después, jugando con fuego.
En la actualidad es, junto a Javi Zamora, el único bastión que resiste de aquella plantilla que logró establecer a Menorca en la segunda división del baloncesto español doce años después. Así ha logrado alcanzar este martes los 100 partidos con la zamarra del Hestia Menorca, un hito que solo comparten Pitu Jiménez (134), cuya camiseta cuelga del techo del Pavelló Menorca, y su buen amigo Diego Alderete (133), con quien habla «todos los días» y quien ya le había mandado «algún que otro mensaje» respecto a su centenario.
En los días previos, ¿estaba al tanto de que podía alcanzar este hito?
—Sí. Pablo (Martínez), del departamento de comunicación y quien lleva al día estos números, ya me había comentado el año pasado «te faltan cuatro o cinco partidos para llegar a los cien». Y mira, se dio el martes.
Remontándonos al momento de su llegada, imagino que Zamora fue la figura clave al haber coincidido en la selección. ¿Cómo se coció su fichaje?
—Fue el verano en el que subimos a ACB con Girona, donde me ofrecieron renovar con la opción de buscar una cesión para tener minutos.
Creo que en agosto es cuando se dio la opción de venir para aquí. Los dos clubes se pusieron de acuerdo y hablé con ‘Zamo’. Él estaba encantado de que viniera. Hice la pretemporada con el Girona, que se dio la casualidad de que jugamos el Ciutat de Maó, y a la semana siguiente ya me vine a la Isla a preparar la temporada con el equipo.
¿Cómo se ha mantenido su relación con Zamora hasta la fecha?
—Desde las selecciones, siempre nos hemos llevado y entendido muy bien. La verdad es que el torneo que jugamos juntos fue muy bien e hicimos un muy buen Mundial. Habíamos estado manteniendo el contacto y todo eso facilitó el fichaje. A lo largo de estos ya casi cuatro años ha seguido igual, como una persona muy cercana, no solo en lo profesional. Todo eso suma para sentirse a gusto.
Usted formó parte de la revolución que instauró el técnico en el proyecto fichando a jóvenes talentos nacionales. El hecho de coincidir con Álvaro Sanz y Joshua Tomaic, compañeros suyos en la selección, ¿fue un extra en su adaptación?
—Está claro que cuando ya conoces a gente de antes, la adaptación es más fácil. A Diego (Alderete), ‘Longa’ (Pablo Longarela) y ‘Sueco’ (Pablo Suárez) no los conocía, pero nos hicimos muy amigos y la adaptación fue muchísimo más fácil. El vestuario, cada año, ha sido genial a nivel personal. Y así está siendo esta temporada también.
¿Y cómo ha ayudado luego a que otros como Figueras, de esa camada, también se adaptaran?
—Pues cuando me comentó que venía, hice igual que Álvaro (Sanz) y Joshua (Tomaic) hicieron conmigo en su momento. En su día, ellos ya llevaban un mes entrenando con el equipo, así que hablaba con ellos porque me interesaba saber cómo iban las cosas mientras yo hacía la pretemporada con el Girona. Todo fue genial. A Pol (Figueras) le iba explicando cómo funcionaba el club y cómo era la Isla, aunque él ya la conocía, pero no en invierno. Al final, le comentaba dónde vivir y otras cosas del día a día que teniendo ya un amigo aquí se hacen más fáciles.
Con ese buen grupo de amigos logró el ascenso a LEB Oro. ¿Qué recuerdos guarda de aquella temporada?
—Es que fue un año en que todo salió muy bien: teníamos muy buena plantilla y una gran química entre todos. Llegamos a los playoffs en el mejor momento. Estábamos en forma y muy sólidos. Fue genial, un gran año.
¿Considera que el hecho de ascender siendo una pieza capital marcó un punto de inflexión en su carrera? ¿Tenía claro que quería seguir aquí?
—Está claro que fue el momento en que encontré un lugar donde confiaban en mí. El ascenso fue un momento importante en mi carrera y aún sigo aquí, por lo que ha ido bien (risas).
Cuando acabó la temporada, aún tenía contrato en Girona. Una vez me comunican que no cuentan conmigo para jugar ACB, le dije al momento a mi agente que quería volver a Menorca. Y así fue. Todo muy sencillo, la verdad.
Ya en la recta final del primer año en LEB Oro, una nueva lesión de rodilla le mantuvo fuera de combate por un tiempo, también al curso siguiente. Así que fuera del básquet, ¿de qué forma consigue disfrutar de la Isla?
—El primer año, al principio sí que es verdad que me costó adaptarme a esta tranquilidad y ubicarme. Me ayudaron muchísimo ‘Longa’, ‘Sueco’ y Diego. Acabábamos el entreno y estábamos juntos prácticamente hasta la hora de dormir. Eso me ayudó muchísimo. Ya en el segundo año conocí a Júlia (su pareja) y ya es mucho más fácil. Tenemos más cosas que hacer y estoy más a gusto.
Y ahora ya en su cuarta temporada, tras convertirse en centenario, ¿cuál es su deseo para este año, tanto en lo colectivo como en lo individual?
—En lo colectivo, conseguir los objetivos que nos marquemos: ir mejorando como equipo, que vayan llegando las victorias y llegar lo más alto posible.
¿A nivel individual? Un poco lo mismo. Como veterano debo tratar de ayudar todo lo posible en lo que sea e ir creciendo en la línea del equipo. Y seguir aquí todo el tiempo que se pueda.
¿Se ve superando a Alderete y a 'Pitu'?
—¿Cuántos partidos lleva Diego? ¿133? Esta temporada ya no llego.
Le ‘chivan’ que puede alcanzarlos si el equipo llegase a playoffs.
—¡Así ojalá! Veremos qué pasa, pero... es que soy más ‘optimista’: con el ascenso directo me quedaría por detrás de ellos (risas).
Pol Molins encontró un amor en Menorca, como la canción ganadora del primer festival de la canción de Alaior, interpretada por Magda Sintes y Santiago Barber. AMUNT MENORCA