En Ciutadella, el sábado por la mañana, está reservado. Más de 250 jugadores de fútbol tienen una cita ineludible. A veces en Son Marçal, otras en el municipal Sami y cuando no, en Sant Antoni. No hay excusa que justifique la ausencia, bueno, quizás si es de causa mayor, pero se debe avisar con antelación. Es tiempo de minifútbol y, 33 años después, está más en forma que nunca.
Esta competición que cuenta con muchos adeptos en Ponent surgió en 1979 a raíz de algunas pachangas que disputaban ex futbolistas de Ciutadella. Algunos de ellos quisieron ponerse en serio y planear una Liga. "Había mucha afición, cada vez venían más jugadores y se creó la Asociación de Futbolistas Veteranos de Ciutadella". El que explica la historia es Dani Moll, historia viva de esta modalidad de balompié que "cada vez ha asemejado más sus normas al fútbol 7", explica.
Para este año hay apuntados 20 equipos que se han repartido en cuatro grupos de cinco por sorteo. Actualmente se están disputando la fase de clasificación para la Copa, una semifinal cuyo precio es muy caro ya que solamente acceden los dos mejores de cada grupo. En Liga, la cosa cambia, y hay dos niveles, "lo que hace que haya más rivalidad", puntualiza Moll. De hecho, este sábado hay un doble derbi de los históricos, el que protagonizan las peñas del Madrid y del Barça, en el nivel 1, y el del Casino des Born contra el Casino Nuevo.
"Hay mucho ambiente, la gente disfruta mucho y, ante todo, hay deportividad", narra Moll, el encargado de supervisar la competición desde hace 27 años. Con la ayuda de tres colaboradores más organiza los turnos de juego y vigila por el bien del campeonato. "Hace años que busco a alguien que tome el relevo pero los jóvenes sólo están interesados en jugar, tomarse una cerveza e irse a casa, no hay la implicación que había antes", afirma Moll, que puntualiza que "cada equipo paga 440 euros y además, cada jugador paga una cuota al año de 32 euros para apoyar la asociación".
Ahora, más fútbol 7
Moll recuerda que "al principio las normas del minifútbol nos hacían jugar con áreas redondas, porterías de fútbol sala, sin fuera de juego, la edad mínima para jugar eran los 23 años y el portero no podía sacar con el pie". Con el paso de los años la normativa ha ido variando para que se asemeje al fútbol 7, una modalidad que causa más furor en el Levante menorquín con la Asociación de Fútbol 7 Popular y en los que las medidas de los campos son similares.
Aunque no sea un deporte federado como la Regional, Moll admite que hay mucho "caliu", "hay equipos que los forman grupos de amigos pero hay otros que fichan jugadores entre ellos y da más seriedad al torneo".
"Lo importante es que impere el buen ambiente y que haya juego limpio", recalca Moll, que desvela que "para nosotros la deportividad es lo más importante y prueba de ello es que el trofeo más grande es al equipo que se ha portado mejor". Una iniciativa que, sin duda, funciona.