Nunca antes en la víspera de unas semifinales, unas declaraciones fueron tan inoportunas como las de Adrien Rabiot. El centrocampista de Francia, seguro de sí mismo y algo altivo, se presentó ante los medios de comunicación en la sala de prensa del Múnich Football Arena para lanzar un comentario provocador que encendió sobre el terreno de juego a Yamine Lamal y que fue el principio del fin del combinado dirigido por Didier Deschamps. «Lamine ha demostrado ser un jugador que puede enfrentarse bien al estrés, tiene muchísimas cualidades. Puede jugar en su club y en un gran torneo como este. Tiene la cabeza fría, pero puede ser un poco difícil jugar una semifinal así en un gran torneo como este. Va a ser cuestión de que podamos meterle presión. Queremos sacarle de su zona de confort. Si quiere jugar una final, tendrá que demostrar más cosas de las que ha hecho», dijo.
Ese reto de Rabiot, que invitó al jugador del Barcelona a subir un peldaño más en su escalada hacia el cielo futbolístico de Alemania, fue su sentencia. Se tuvo que tragar sus palabras, a las que ya respondió el hábil extremo de España con un mensaje nocturno el día antes del partido. En sus redes sociales lanzó una frase enigmática aunque aparentemente dedicada a Rabiot: «Muévete en silencio y habla solo para hacer jaque mate». Su misiva ajedrezada fue un grito silencioso para pedir respeto. Lamine Yamal, simplemente, iba a hablar sobre el césped. Mientras esperaba su turno, la hora del partido, el día D, la hora H, ni una palabra.
El silencio predominó sobre el ruido y las bocas cerradas ante la palabrería. Y no le hizo falta mucho tiempo a Yamine para iniciar la exhibición con la que se coronó en el Múnich Football Arena, porque a los pocos minutos lanzó uno de sus plátanos medidos a la cabeza de Fabián Ruiz, que no acertó ante Maignan por unos cuantos centímetros. Entonces, a los veinte minutos, paralizó el tiempo en Múnich con un remate para la historia. Su zurdazo desde fuera del área, exquisito, potente, teledirigido a la escuadra de la portería de Francia, sirvió para empatar un choque que se la había puesto cuesta arriba a España por el tanto de Kolo Muani.
Lamine Yamal, en solo un segundo, hizo mucho más que Rabiot, contagiado por la mediocridad el fútbol de Francia, marcado por una racanería insultante y por una perdida de identidad sombría. Yamine continuó con su exhibición durante el resto de la primera parte. En la segunda se apagó, pero el daño estaba hecho y se apuntó varios récords que ni en otra vida Rabiot podría lograr. Se convirtió con 16 años y 362 días en el jugador más joven en marcar en una Eurocopa. Y, además, superó a Pelé e inscribió su nombre en los libros de los récords como el futbolista de menos edad en disputar unas semiofinales de un gran torneo internacional.
Las palabras de Rabiot nunca fueron más proféticas. Tentó a la suerte y perdió. Y todo ante un chaval descarado, insultantemente bueno, con un futuro brillantísimo y que desde el silencio ya avisó al jugador de Francia para liquidar a su equipo con una actuación para la eternidad. Jaque mate, Rabiot.