Cuando Roland Garros se aprestaba a vivir la final femenina soñada, el choque de dos mundos, de dos formas diferentes de entender el tenis, de la número 1, Iga Swiatek, y la número 2, la bielorrusa Aryna Sabalenka, se coló para impedirlo la checa Karolina Muchova, que jugará su primera final en un Grand Slam.
La número 43 del ránking salvó una bola de partido e hizo descarrilar al expreso de Minsk, incapaz de dirigir sus potentes disparos con eficacia y que abandonó París con estruendo y llevándose consigo toda la polémica extratenística que le ha perseguido a lo largo del torneo con el trasfondo de la guerra de Ucrania.
Habrá que esperar para que el Grand Slam de tierra batida vuelva a tener un duelo en la cumbre entre las dos mejores del momento. El último tiene ya 10 años y midió a la estadounidense Serena Williams con la rusa Maria Sharapova.
Pero Muchova demostró capacidad para romper el pronóstico sacando de la pista a la única jugadora que parecía tener capacidad de derrotar a Swiatek y la checa ahora deberá buscar en todo su abanico de armas la manera de dañar a la polaca.
La número 1 del mundo, que ya sin Sabalenka en carrera tiene garantizado mantener el liderato del ránking, buscará a sus 20 años su tercera corona en París, tal y como estaba previsto, tras haber ganado en dos sets todos sus compromisos.
Hasta su duelo de semifinales contra la brasileña Beatriz Haddad, parecía que Swiatek ni siquiera había tenido que recurrir a lo más profundo de su tenis para ir descartando a rival tras rival.
Ni la finalista del año pasado, la estadounidense Coco Gauff, la hizo despeinarse, pero Haddad demostró que el poderío de la polaca tenía resquicios y ella misma lo admitió.
Si hay alguien que puede incidir en ellos es Muchova, una jugadora que suple con técnica e inteligencia su menor potencia, armas con las que ha hecho plegar a dos top-10 en este Roland Garros, lo que supone ya un aviso para la polaca.
«Hemos entrenado mucho juntas, la conozco bien, es una de las jugadoras que más me gusta ver. Tengo la impresión de que lo sabe hacer todo», aseguró Swiatek sobre su rival de este sábado, contra la que no cruza su raqueta desde 2019, partido que acabó con triunfo de la checa.
Entoces, la polaca solo tenía 16 años y no había dado el salto de calidad que pegó dos años más tarde en Roland Garros, cuando con un desparpajo impresionante se alzó con su primera corona Suzanne Lenglen y parecía que abría un reinado para muchos años.
Comenzaron ya entonces las comparativas con Rafa Nadal, su ídolo, el mismo al que miraba con los ojos casi saliendo de las órbitas entrenar en la pista contigua en el complejo parisiense.
Ahora, camino de su tercer triunfo en París y su cuarto grande, las semejanzas con el español son mayores y ella misma trata de moderarlas: «No creo que yo sea capaz de hacer lo que él sigue haciendo. Está fuera de mi alcance. Ha jugado tantos años que no sé si yo seré capaz. Pero trato de seguir siendo competitiva año tras año».
Ahora será Muchova quien ponga a prueba si esa trayectoria se mantiene o descarrila, como sucedió hace dos años, aunque mucho antes que en la final, estancia en la que la polaca no ha perdido nunca en Grand Slam.
La checa, sin embargo, guarda también una estadística inquietante, ya que ha ganado siempre a las rivales del top-3 contra las que ha jugado, un dato que habla de su capacidad tenística, pero también de que el menosprecio puede ser un arma.
«Para mí lo único que significa es que puedo rivalizar contra cualquiera, que todos los partidos pueden ser ajustados», asegura esta jugadora que hace unos años coqueteó con entrar entre las 20 mejores y a quien las lesiones apartaron de los primeros puestos.