Una revolución propiciada por el frío de unas aulas sin calefacción concluye con un "enemigo" armado de libros. La #primaveravalenciana -también bautizada como #primaveraestudiantil-, es la consecuencia directa de lo que los expertos denominan "acción-reacción". Muchos claman contra este movimiento de protestas como la punta del iceberg de una "conspiración" que -dicen- nada tiene que ver con un grupo de escolares de instituto, sino más bien con una masa de radicales que se sirven de la inocencia del alumnado para atacar el Sistema.
Hace tiempo que dejaron de interesarme las confabulaciones políticas pero aun así comparto el pensamiento obvio de que no se trata de una cuestión de calefacción. El brasero nunca ha dejado de funcionar porque los altercados de Valencia (en mi opinión abusos) no se ciñen a la capital. El calentamiento contra los recortes sociales es global.
El actual sistema educativo languidece por momentos. Su salud es pésima y si la solución no llega en forma de medicina, mal vamos.
No me preocupa si fueron o no los antisistemas quienes prendieron la mecha. Me quedo con las imágenes televisadas de los mamporros a los jóvenes estudiantes, y a los padres y a los vecinos que, días después, se solidarizaron con ellos. Me alío a un montón de luchadores con ganas de cambiar el mundo y me uno al bando de un "enemigo" armado de libros como símbolo de Cultura y esperanza.