La obra pictórica de Hieronymus Bosch, El Bosco, ha generado desde el siglo XVI una gran cantidad de interpretaciones y han sido muchas las publicaciones y los estudios que se han hecho. Pero, ¿qué pasaría si las teorías más o menos extendidas encontraran un contrapunto de peso? ¿Y si la clave fuera un pájaro? Quizá se abriría una nueva visión, sin prejuicios, que permitiría conocer de una forma más exacta tanto el proceso creativo del artista como su propia visión.
Esto es precisamente lo que tratan de aportar los hermanos Galileo y Luis Tejero González con el trabajo que han presentado para su publicación en el Boletín del Museo del Prado (que desde 1980 publica informaciones relativas a investigaciones y demás informaciones relevantes sobre arte), en el que identifican el pájaro que El Bosco pintó en la tabla derecha de «El jardín de las delicias». Es, aseguran, un chotacabras.
Y es que según apuntan los hermanos Tejero, se ha escrito y analizado mucho sobre las aves (jilgueros, bubillas, martín pescadores o pitos reales) que aparecen en la tabla central del cuadro, pero no así sobre el pájaro que muchos expertos denominan el «demonio del orinal».
Identificación
Que se trata de un chotacabras o zumaya (enganyapastors, en catalán) es una «identificación indubitable» para los Tejero, unos aficionados a la ornitología con un vínculo de más de cuarenta años con Menorca, donde «es fácil observar» esta especie.
A partir de aquí, se conjuga la licenciatura en Bellas Artes de Galileo con la ornitología y los trabajos que Luis, filólogo semítico, ha realizado sobre el chotacabras y su relación con el dios griego Hermes, vinculado con el paso de las almas al infierno.
Y es justo ahí donde radica la aportación de los hermanos Tejero. «La identificación, siquiera puramente ornitológica, de la zumaya del cuadro, implica, por de pronto, descartar la 'Visión de Tundal' (obra de mediados del siglo XII en que se relata la visita del protagonista al infierno y al paraíso) como fuente de inspiración del Bosco en esta escena, toda vez que el nombre en holandés de zumaya, nachtzwaluw, permite elaborar un sencillo juego de palabras que es, en esencia, lo que pintó el Bosco».
Este juego de palabras, dice Luis Tejero, se aprecia en «nachtzwaluw», que en el idioma del pintor significa 'tragar en la noche'. Y no sólo eso, sino que además, una homofonía de este término significa «hombre desnudo». Y eso es lo que reflejó el autor.
A partir de ahí, y teniendo en cuenta estudios como los de Dirk Bax (quien habló del reflejo de proverbios y dichos populares en la pintura del Bosco), los hermanos Tejero se han detenido en la figura del búho bosquiano (el Bosco pintó mochuelos, cárabos y lechuzas), y en especial en el que aparece en «El bosque tiene oídos, el campo tiene ojos», cuadro que creen «podría ser algo así como un mapa del tesoro, un acertijo autoresuelto, incluso un manifiesto pictórico». Ante eso, se preguntan si «¿es el búho una alegoría del mal como afirma la generalidad de la crítica especializada, o, por el contrario, es el símbolo de la actitud fría, reflexiva, observadora, impertérrita, de quien se ha fijado como tarea nada menos que pintar la variedad del mundo?». Si fuera así, podría significar que el propio pintor se representaba a sí mismo con la figura del búho.