El cineasta catalán Marc Recha volverá a las salas de toda España el próximo día 2 de marzo con «La vida lliure», una película de «aventuras contemplativa», que transcurre en la Menorca de 1918, al final de la Primera Guerra Mundial, en un momento de escasez y una grave epidemia de gripe en la isla.
Estrenada en el Festival Internacional de Cine de Gijón en noviembre del año pasado, Recha ha explicado este miércoles en una entrevista con Efe que el equipo tuvo claro desde el principio que no querían un filme «costumbrista, de cartón piedra, sino que todo rezumara autenticidad, que fuera fresco y auténtico, y eso incluía el idioma, muy importante en este trabajo».
Los personajes protagonistas, los niños Tina (Mariona Gomila) y Biel (Macià Arguimbau), así como su tío (Miquel Gelabert) hablan la lengua de Menorca, del área de Ciutadella, mientras que el personaje de Rom (Sergi López) lo hace en el catalán de Vilanova i la Geltrú (Barcelona).
«El idioma es muy importante, porque habla de cómo somos todos nosotros. Si te cargas una lengua, te cargas una manera de ser, de la misma manera que al final de todas mis películas siempre hay un mensaje que indica que si te cargas el paisaje, que es de todos, te cargas la memoria colectiva», ha dicho Recha.
«Las lenguas -ha continuado- no se las pueden cargar en este mismo sentido, y, sobre todo, las mayoritarias no pueden romper a las minoritarias, porque cuando eso ocurre se está silenciando a una parte de la humanidad, porque cada persona es un paisaje humano, un universo y aunque haya una única persona hablando una lengua eso no debería desaparecer».
La película, que ofrecerá una primera proyección el próximo día 23 de febrero en Menorca, se podrá ver en versión original con subtítulos en castellano.
Respecto a cómo ha gestado este drama intimista, Recha rememora que, en cierta manera, ha querido recuperar al personaje que Sergi López interpretaba en «Un dia perfecte per volar», así como responder con imágenes a la obra literaria de Josep Pla, «Aigua de mar», en la que aparecen submarinos alemanes en el Mediterráneo, un mundo de contrabando y una epidemia de gripe, que «provocó un clima de devastación» en 1918.
Además, ha querido reflejar algo que aparece en algunas obras de Albert Camus, cuya abuela y madre eran de origen menorquín, de la emigración de personas de la isla hasta Argelia, a partir de 1840.
A la vez, en esta propuesta fílmica en la que aborda el conflicto entre supervivencia y libertad, ha apostado por mostrar desde una isla «lo que representa la libertad, la vida en otros lugares, lo que supone verse obligado a cruzar el mar y a jugarse la vida».
En este punto, vuelve a aparecer el Recha más reivindicativo y asevera que «hoy la gente que se juega la vida al atravesar el mar, de una forma terrorífica, son la libertad y la esperanza de Europa, son los que representan el futuro, aunque, paradójicamente, muchos mueren, y nosotros que estamos como en una neblina los miramos con miedo y perplejos, pero son los que van a reventar las fronteras y los que lo cambiarán todo».
Por su parte, el actor Sergi López que interpreta a Rom, un personaje que llega a inquietar al espectador, comenta que a la hora de ponerse en la piel de este forastero que vive en una caseta de pescadores en una playa en la que fondea la embarcación de un contrabandista, afirma que siempre se deja inspirar por Recha, «a quien escucho y me inspira, porque está poseído».
En este caso, da vida a alguien al que en alguna escena se ve con un cuchillo en la mano, enterrando una mano, y una mirada extraña, pero también hay en él «un espíritu de fábula, de acompañar a los dos niños protagonistas en su crecimiento, a través de la aventura interior que es escuchar, de la necesidad de hacernos preguntas».
A Rom lo ve como «un contador de historias, de cuentos de piratas de los de antes a dos niños a los que deslumbra con sus palabras, a los que les hace ver que el mar puede ser peligroso y también la libertad».
Marc Recha apunta, a su lado, que puede verse como «la transmisión del conocimiento a través de la palabra, igual como lo hace un libro que tiene Tina sobre los misterios del mar». «Es el poder de la palabra, algo muy difícil ahora, porque lo que hace la gente es distraerse con sus teléfonos móviles», concluye.