«Cuidar a un tigre» es el debut literario de Marina Bolaños (Barcelona, 1994). Estudió Ciencias del Deporte, pero su pasión es la educación no formal, que desarrolla como voluntaria en distintas organizaciones -ejerció como educadora ambiental en Ciutadella- y en campamentos. Hoy vive en Menorca en una furgoneta; trabaja como guía de buceo. Y sigue escribiendo, lo que viene haciendo desde que aprendió a garabatear letras sobre un papel.
La presentación de la obra se celebrará el 5 de octubre (19 horas) en Ca n'Ángel (Es Mercadal).
¿Cómo surge la idea de escribir y publicar este libro?
—«Cuidar a un tigre» surge una tarde de octubre en Menorca, en la casa de Es Mercadal, el primer verano que viví aquí, en 2019. Llegué de trabajar y me senté a escribir y a dibujar en la mesa del salón. La intención era explicarle la movida del tigre a Natàlia, mi compañera de piso, porque habíamos estado hablando sobre el tema la noche anterior. Después, me di cuenta de que aquello que estaba escribiendo conectaba con el diario que llevaba tiempo haciendo. Parte del diario estaba en Madrid, así que, al volver a casa en invierno, empecé a darle vueltas a la historia.
¿Cuándo adquiere la certeza de que le persigue un tigre?
—No fue de golpe y de repente. Tardé un rato en darme cuenta de que algo pasaba, pero es que cuando me di cuenta ya me llevaban pasando cosas un tiempo. Después intenté entender qué cosa era la que estaba pasando exactamente. Es un proceso lento, de eso trata un poco el libro.
¿Ha llegado a entender convivir con su tigre?
—Un poco sí. He llegado a entender que no puedo deshacerme de él así, sin más. Tener emociones incómodas a veces es normal e incluso sano. Actualmente somos compañeros de piso; a veces pasamos varios días sin cruzarnos, y está bien, y otras veces nos tomamos un café juntos y nos contamos nuestras cosas. Y a veces llama a la puerta, y hago como que no estoy porque no tengo la energía, y él lo entiende.
¿Cuánto hay de vivencias y emociones propias en la obra?
—Todo. Llevo un diario en el que apunto lo que pienso y lo que me pasa, porque se me olvidan las cosas y me da mucha pena. Y cuando apareció el tigre escribí sobre él también. He cambiado el orden de algunas cosas y he obviado detalles, pero todo lo que hay, ocurrió. También hay una elipsis muy importante, el libro tiene 90 páginas, pero desde que pensé por primera vez en el tigre hasta que pude sentarme a dialogar con él pasaron varios meses.
¿Cuál es la relación de este libro con la salud mental?
—Es un libro en el que explico cómo entiendo una parte de mi cabeza. Pero hay muchas más cosas pasando en las cabezas de cada persona que no entiendo ni conozco. No soy psicóloga, así que no he escrito el libro con la intención de explicar nada más allá de lo que me ocurre a mí y cómo yo convivo con eso. Aporto mi propia mirada y emociones.
¿Es un libro de autoayuda?
—Creo que no lo es. No me veo en disposición de decirle a nadie qué debería hacer y cómo en su vida. De hecho, mi psicóloga a mí tampoco me lo dijo. No creo que la salud mental sea algo individual que cada persona deba resolver leyendo su propio libro. Es un problema de salud común y social y que debemos resolverlo socialmente, en comunidad.
¿Hay que hablar de salud mental?
—Nos faltan espacios en los que podamos hablar de cómo nos sentimos y lo que pensamos de forma cómoda y honesta. Hallar esos espacio me ayudó a comprender a mi tigre. Esas conversaciones me hicieron sentir que no estaba sola. Espero que el libro facilite estas conversaciones.
¿Qué encuentra y qué la aporta Menorca, donde vive?
—Me aporta calma. Es una cosa importante a tener en la vida. Es una sensación que no sé explicar bien pero que observo que tenemos en común la gente que venimos de ciudades grandes. En Menorca el ritmo general va más despacio, més poc a poc, la gente grita menos, hay más espacio para la naturaleza y el silencio.