La agenda de Anna Ferrer tiene marcada una fecha especial en el calendario, el 9 de diciembre, el día del fin de gira del proyecto más importante hasta ahora en la carrera de la cantante menorquina, «Parenòstic». Un espectáculo, dirigido por El Niño de Elche, con el que vuelve a casa para mostrarlo precisamente en el lugar donde nació, el escenario del Teatre Principal de Maó. Una propuesta en la que conviven la tradición oral, la creación y el archivo para utilizar la música como un medio de memoria y de construcción.
Se acerca el fin de gira. ¿Cómo ha sido la experiencia?
—Diría que ha sido una experiencia psicomágica. «Parenòstic» me ha descubierto a mi misma, y aún continúa enseñándome cosas; como Menorca, que con su silencio y austeridad invernales te pone delante aquello que es evidente pero que a veces incomoda aceptar.
¿Ha cambiado en algo Anna Ferrer durante el proceso?
—Más que haber cambiado es que la ha hecho aparecer, y sigue descubriéndose aún; «Parenòstic» quita capas innecesarias.
Un trabajo que le ha abierto las puertas a viajar mucho. ¿Cómo lo ha vivido?
—Totalmente. Ha sonado en Catalunya, Francia, Perú, Marruecos, Andorra, Londres, Galicia, Cantabria, Valencia, Balears, Madrid… Que esto suceda confirma que cuanto más local, más universal. En Marruecos la gente me decía que oían en mi canto sus canciones. En Londres pude cantar llevando la indumentaria que ellos nos habían dejado en el siglo XVIII a los menorquines. En Galicia rememoré la oralidad que allí aún sigue tan viva y que me conecta con mi experiencia de la cultura popular en Menorca. En Perú me sentí en total sintonía con la consciencia de la protección de la tierra, y así un largo etcétera de anécdotas que quitan todo prejuicio que pudiera tener que ver con cantar parte del repertorio en menorquín o con el hecho de llevar una propuesta alejada del rumbo de la cultura mainstream.
Supongo que tras esa intensa ruta, regresar a casa será algo muy especial. ¿Tiene alguna sorpresa preparada?
—Será muy especial porque es un cierre de ciclo, yo diría que del ciclo creativo y profesional más importante para mí hasta el momento. Se gestó en ese mismo escenario en agosto de 2021. Con «Parenòstic» hay poco margen para sorpresas del tipo colaboración, siempre me pide ir a menos. Eso sí, habrá entrega total al agradecimiento que siento por ser parte de Menorca y por el regalo que esto ha supuesto en mí a nivel cultural y de conciencia de los valores humanos y de territorio.
¿Y grabar el espectáculo en un disco, se lo ha planteado?
—Parece que sí, que dentro del 2024 va a salir publicado un vinilo de «Parenòstic» grabado en estudio y se cuece algo potente a nivel audiovisual.
Cierra una etapa, pero seguro que ya está pensando en la siguiente.
—De momento estoy muy centrada en sacar un buen material de «Parenòstic» para que aquello que ha sido tan importante quede bien plasmado a nivel sonoro y visual. De hecho voy a bajar de los escenarios al menos por tres meses, necesito silencio, procesar todo lo que he vivido desde que terminó la pandemia y ordenarme creativamente para ver qué será lo siguiente. Tengo muchas ganas de descubrirlo.
Abierta siempre a las colaboraciones, este año se estrenó con Marco Mezquida y recientemente acaba de volver a grabar con Clara Peya.
—Este año ha sido muy bello también en este sentido, grabé la voz del tema «Ángel caído» para el último disco de Clara Peya y formé parte del coro que aparece en la canción «Nana para mí». También grabé en el coro que acompaña a Silvia Pérez Cruz en su último disco «Toda la vida, un día» y en el de la cantante Selma Bruna, «Dorsal», entre otros. Preparar el concierto con Marco Mezquida fue otro de los grandes regalos de este año, fue como reconocernos ya que llevamos muchos años siendo amigos, pero aún no nos habíamos juntado musicalmente. Para mí fue como abrazarlo un poquito más de verdad. Hacer música con gente querida a la que admiras es de las experiencias más fuertes que uno puede tener. ¡Se crece tanto! Se crece en horizontal.
Supongo que tendrá un buen número de canciones nuevas en la recámara… ¿Planes de grabar algún otro disco?
—El otro día las contaba, tengo como unas 70 ideas, entre letras y melodías, pero puede que ninguna de ellas acabe publicada (risas). Estoy muy exigente con esto ahora, quiero diferenciar entre aquello que escribo o canto para mí, porque necesito expresar algo, y aquello que quiero compartirle al mundo. En un momento de tanto estímulo me surge la necesidad de filtrar más y compartir solo aquello que salga de un lugar profundo de mí y no vuelva a dentro, sino que se dirija hacia fuera, que pueda serle útil, aunque sea, a una sola persona más.
Por cierto, sus álbumes han desaparecido de Spotify, solo están los singles… ¿Alguna razón en particular?
—Me cuesta gestionar mi pasado, el peso de aquello que he sido; al no tener disco de mi proyecto actual, no me gusta que aquello que la gente más escuche de mí sea algo que para mí es historia. Cuando se publique «Parenòstic», puede que «Krönia» y «Tel·lúria» vuelvan a tener sentido como material autobiográfico.
En el perfil de esa plataforma, dice «canto, compongo y descompongo». ¿Es esa la mejor definición de Anna Ferrer?
—Diría que la frase completa es «canto, compongo y descompongo canciones de otros tiempos». De momento diría que es mi mejor definición en el ámbito artístico, me la voy preguntando a menudo y sigue representándome, me siento cómoda en eso, es literalmente lo que hago, y ser objetiva es lo más honesto que puedo ofrecer creativamente.
Y por último, ¿qué objetivos se marca como artista a medio/corto plazo?
—Atreverme a adentrarme en la crudeza, la contemplación, el silencio, el vacío y el riesgo, aprender a poner en el centro de mis procesos creativos aquello de mí que realmente puede aportar algo sin buscar complacencias. Creo en ese algo particular de cada uno por encima del medio en el que se expresa. No es la música, ni mi voz, es ese algo. Encontrarlo, quitarle las capas de polvo que lo ‘protegen' y compartirlo con honradez, de momento, cantando.