Concha Velasco (Valladolid, 1939; Madrid, 2023) acostumbraba a veranear en Mallorca, pero cuentan que también sentía un cariño muy especial por Menorca y su público. La joven que cantaba aquello de «Mamá, quiero ser artista» pasó cerca de siete décadas sobre los escenarios, recorrió prácticamente los de toda España y recaló, especialmente en el tramo final de su carrera, unas cuantas veces en el Teatre Principal. Rememora el que durante años fuera jefe de sala de ese emblemático espacio escénico, Xavi Pons Cladera, que siempre que la recogían en el aeropuerto, antes de recalar en el hotel, pedía pasar por el puerto de Maó.
Cladera, que recientemente ha cerrado una etapa profesional en el ‘Principal', recuerda la imborrable huella que la actriz dejó a su paso por la Isla. En su caso, hasta hace unas semanas, en el que todavía era su despacho en el teatro tenía una foto dedicada por la protagonista de «Las chicas de la Cruz Roja». La recuerda como «una mujer encantadora, entrañable y, además, sencilla». Lejos del divismo que acompaña a muchas estrellas, le viene a la mente la imagen de una persona cercana. «Cuando venía a actuar al teatro era la última en marcharse, siempre se quedaba en el hall a saludar a todas las personas que querían charlar con ella», rememora Cladera, quien también guarda como recuerdo una foto con la artista junto a todo el personal del ‘Principal'.
Desde que el teatro abriera una nueva etapa con su rehabilitación a principios de siglo, Velasco visitó el Principal con distintos montajes, como «La vida por delante» u «Olivia y Eugenio», pero tuvo que cancelar por problemas de salud la representación en 2014 de «Hécuba». Sin embargo, cuatro años más tarde, cuando se generó un malentendido sobre su decisión de retirarse o no de los escenarios, volvió a Maó para protagonizar «El funeral», una pieza escrita por su hijo Manuel Velasco, en su última visita a Menorca.
De aquella ocasión se acuerda la que entonces era gerente del teatro. Àngela Vallés, quien rememora cómo los años ya pesaban entonces en la vida de Concha Velasco. «Me acuerdo de ella perfectamente y me quedo con el recuerdo de esos grandes artistas a los que ves frágiles y vulnerables en el camerino, pero que cuando se suben al escenario y se encienden los focos empiezan a recitar sus textos con una vitalidad mágica».
El paso de Concha Velasco también deja huella en la hemeroteca de este diario. Con motivo de su visita en 2010 para representar, en doble función, «La vida por delante», la periodista Raquel Marquès, en el suplemento ‘Culturàlia', preguntó si es muy dura la vida de actriz. La respuesta fue la siguiente: «¡Qué va! Duro es el trabajo del minero o del albañil, o la vida de los parados... Cuando se tiene una vocación como la mía desde niña para mí representa el oxígeno. Cuando entro en el camerino sé que no me va a pasar nada, y eso que tengo claustrofobia. Piso el escenario y se me pasa».