El pasado martes abrió sus puertas en Ciutadella Numa, un espacio de cultura que está llamado a ser un nuevo punto de referencia a nivel insular dentro del mundo del arte contemporáneo. El honor de estrenar el proyecto ha recaído en el artista Caspar Berger (Utrecht, 1965), que ha acercado a Menorca su colección «Inner Voice», un diálogo artístico del que son partícipes una treintena de piezas. Berger hace arte conceptual en el que la actualidad y el canon histórico del arte desempeñan un papel fundamental. El creador está encantado de poder acercar su propuesta a Menorca. «Es un honor increíble», reconoce el escultor, que alaba el lugar que le acoge temporalmente «por la celebración que supone la luz, el color y la belleza».
Numa no es un proyecto expositivo al uso, es una galería de arte que combina los espacios al aire libre con los de interior. ¿Cómo encaja su obra y su propuesta en este lugar?
—Veo el espacio de Numa como un gran contexto para mi trabajo. Un entorno que es el lugar soñado en calidad; estética española, robusta, histórica, pero contemporánea.
¿Es «Inner Voice» una exposición que invita al autoconocimiento? ¿Cuál es el mensaje que persigue?
—Todas las obras, divididas en cuatro proyectos: «Skin» (piel), «Skeleton» (esqueleto), «Universe» (Universo) y «Spirit» (espíritu), tratan sobre la identidad y cómo nos relacionamos con el mundo exterior, problemático o no. Cada vez, estos temas se abordan desde una perspectiva diferente. Para «Piel» es la identidad directa, para «Esqueleto» la información que dejamos atrás cuando fallecemos, para «Universo» cómo nos situamos en la identidad de la fantasía colectiva y nos relacionamos con los demás y en el «Espíritu» tiene que ver con cómo nuestra identidad espiritual también puede darnos una actitud.
¿Cuándo escuchó la voz interior que le convirtió en un artista?
—Para mí nunca hubo un momento así. Ya estaba haciendo cosas en mi primera infancia. Eso nunca se detuvo.
¿Qué significa ser un artista en el mundo contemporáneo?
—Siento una enorme necesidad de transformar ideas y pensamientos en imágenes. Mi motivación es social y política, pero también para reflexionar sobre la inmensa belleza del entorno en el que vivimos. Es el reconocimiento de esto lo que me impulsa.
¿Qué artistas han sido una influencia para usted?
—Hay muchos, tanto del arte contemporáneo como de la historia del arte de la antigüedad. Pero si tuviera que nombrar a un artista, sería al cineasta Paolo Sorrentino. Sus series «The Young Pope» y «The New Pope» son para mí verdaderas obras maestras. En ellas confluyen tres elementos: la belleza, las estructuras políticas y sociales, y las capas personales. Esas series de televisión son ejemplos de cómo configuro la construcción de mis obras.
¿Le resulta Menorca, o España, un lugar que invita a la creación, a escuchar esa voz interior?
—Este proyecto no surgió de la noche a la mañana. Se ha desarrollado en los últimos cuatro años. El hermoso entorno de Menorca sin duda me inspiró. Trabajar en esta exposición con un enfoque tan amplio me ha aportado mucho. He reunido muchas ideas, lo que a su vez me dio una nueva perspectiva sobre el trabajo. Ser capaz de supervisar el hilo rojo que es guiado por la Voz Interior es lo más hermoso que puedes tener como artista.
Piel, esqueleto, espíritu y universo. ¿Es su obra una creación de lo particular a lo universal?
—Los cuatro proyectos tienen como base la identidad. Hay muchas maneras de verlo. Puede ser la identidad directa, la identidad eterna, la identidad de lo colectivo o la identidad espiritual. Todos los proyectos tienen una orientación tanto personal como social o política.
¿Considera que es el arte una invitación a dialogar con las partes más profundas de uno mismo?
—Creo que el arte puede tocar una capa más profunda del ser y cuando eso sucede, una obra de arte tiene éxito.
Acostumbra a utilizar réplicas de su propio cuerpo para crear sus obras e incluso toma como molde a familiares. ¿Qué pretende con ello?
—Utilizo mi cuerpo para mis autorretratos. La copia exacta de mi cuerpo me da la posibilidad de trabajar con una imagen que se puede ver como una «imagen verdadera». Esta idea del «Icono de Vera» ha sido muy importante en la historia del arte. Me gusta referirme a ella.
¿Qué le parece la oportunidad de exponer una de sus obras en una cueva talayótica de hace 2.000 años? ¿Cómo encaja en ese espacio?
—Cuando coloqué la obra «Judas» en una de las cuevas de la finca Numa me di cuenta de que todo encajaba. La imagen, el espacio, los colores, la luz natural y el contexto. La elección de situar «Judas» en esta cueva de más de 2.000 años de antigüedad, como si el propio Judas hubiera podido residir todavía aquí, es definitiva. Solo por eso estoy eternamente agradecido a Numa y, sobre todo, a Jean-Paul y Marie-Hélène (los impulsores de Numa.)