Maria Antònia Ribera Siguan (Barcelona, 1953) ha dedicado toda su carrera profesional, cerca de 40 años, al mundo de la biología marina. Sin embargo, llevaba el arte dentro desde bien pequeña. Durante mucho tiempo sus creaciones se redujeron a las ilustraciones que realizaba para los trabajos de investigación, pero ahora, especialmente desde su jubilación, el arte ocupa un espacio mucho más importante en su vida.
Quienes quieran introducirse en su universo creativo podrán hacerlo a través de la exposición «Bòtils», que este martes por la tarde (19 horas) abrirá sus puertas en el Centre d'Art i Cultura Ca n'Ángel de Es Mercadal y se podrá visitar hasta el 30 de junio. Se trata de la segunda muestra que organiza en Menorca, después de la de no hace mucho tiempo en Alaior. Una población esta última a la que se siente especialmente ligada y donde tiene una casa hace 40 años. Pero su relación con Menorca va más allá incluso, ya que es su lugar de veraneo familiar desde que tenía cuatro años. Ribera no se siente «un poco menorquina» sino «muy menorquina», puntualiza, y mostrar su arte aquí es algo que le hace especialmente ilusión.
En principio estaba previsto que la muestra fuera en septiembre, pero finalmente ha tenido que adelantarse. Ello, al coincidir con otra exposición que actualmente exhibe en Barcelona, «Paisatges íntims», ha obligado a que la exposición en Es Mercadal cambie de temática. Así, los paisajes que tanto protagonismo han tenido en su trayectoria, dejan paso a otra de sus pasiones, los bodegones.
«Las formas de las botella siempre me han atraído mucho», confiesa la artista, que atesora una importante colección de esos objetos en su casa y que curiosamente no ha tomado como modelo para sus pinturas. Sus bodegones son peculiares en el sentido de que no son una copia de una composición real, «sino una invención», aclara.
Un camino artístico que se basa en una búsqueda de «armonía entre líneas y colores», añade. En el caso de «Bòtils», al contrario de lo que suele suceder con sus paisajes, se ha decantado por colores más vivos, explica esta artista autodidacta, que también ha experimentado con la escultura y con el grabado, arte este en el que se formó en su día con el menorquín Pere Pons en Xalubinia.
Ribera ya está esbozando en su cabeza cuál puede ser su siguiente línea de trabajo. Y esta pasa por volver a los paisajes y que Menorca tenga protagonismo. «Me alejo bastante del realismo, pero lo que más me importa es la armonía en el color», concluye.