A las puertas de Maó, en la antigua entrada desde Ciutadella, se estrenó el pasado 27 de julio una nueva galería de arte. La Nicola Quadri podría tratarse de una de las muchas que se han ido abriendo en los últimos tiempos en la ciudad, pero esta tiene una peculiaridad, su edificio.
Arqueología arquitectónica
Situado entre las calles José María Quadrado y la de Ciutadella, se trata de «una edifico rescatado por la arqueología arquitectónica», según puntualiza su artífice, Nicola Quadri. Primero fue una fábrica de textiles, después una de bisutería. Luego pasó a ser un taller de coches y, finalmente, antes de 2019, una gran cochera.
Apartado del centro de Maó, ya más en una zona más residencial, se alza un edificio acabado de pintar de blanco que destaca sobre el resto. «El color es simbólico, da luz, como el arte», explica el Quadri, un arquitecto italiano apasionado por el arte, el detallismo y el estilo escandinavo. Sobre todo se centra en el sueco, que es el que ha querido plasmar en lo que él define como un edificio «ecléctico».
Llevaba 5 años trabajando en el proyecto, pero su relación con Menorca viene de más lejos. Hace casi 30 años abría una primera galería en la isla donde veraneaba de pequeño.
Le inquieta «el detalle y la perfección de cada espacio», por ello la artista sueco-ucraniana Nathalia Edenmont inaguró con sus obras la galería de arte de José María Quadrado. En el gran salón, los retratos a gran escala que caracterizan a Edenmont descansan sobre una antigua tarima orquestal que ha viajado por todo el mundo, como la creadora.
Después de su exposición en la isla, sus obras volarán a Nueva York, pero antes, hasta octubre, serán los menorquines quienes puedan disfrutar de la exhibición ‘For my pleasure'.
«Intuitivo, pero no falto de horas de preparación», así es como lo define el anfitrión de la obra de Edenmont: «En ella veo un punto de visionaria, como Warhol, y en sus cuadros una mirada propia del mundo pop».
Donde antes se arreglaban coches, o estacionaban vehículos, ahora relucen las siluetas de mujeres ataviadas con enormes, voluminosos y surreales vestidos.
Decorados a base de guindillas, flores o insectos, entre otros elementos, conectan con los sueños y las memorias de la infancia de la autora.
Con ello quiere tocar temas tabú, como por ejemplo el de la fertilidad, el hecho de no poder tener hijos o la mera imagen de la mujer. En sus fotografías también se esconden símbolos religiosos, pero no persigue el arte con respuestas, sino con interrogantes.
Lo que no se puede cuestionar de su obra es que no edita sus fotos, no crea los vestidos de manera digital, todo al contrario. Con un gran equipo humano detrás de cada retrato, Quadri relaciona la obra de la sueco-ucranian con la de un director de cine: «Para hacer una fotografía puede estar un mes creando el vestido, los accesorios y el espacio». Edenmont, además de mostrar su idilio por la moda en sus obras, le apasiona crear collages con miles de mariposas. La naturaleza es una gran inspiración para ella, como la belleza de la fina línea entre la vida y la muerte estos insectos.
«Cada detalle es importante, tanto para mí como para ella», explica un Quadri que no conocía de antes a Edenmont. Su obsesión por el perfeccionismo, cuenta el anfitrión, los ha hecho encajar. Recuerda que la galería es obra de un sinfín de nombres propios, pero que el arte también lo crea quien lo admira y valora.