Tal y como entiende Adra Pallón la fotografía, esta «genera más preguntas que respuestas», y si este arte sirve para algo es «para crear espacios de reflexión, que en realidad es lo que más me gusta de mi trabajo», confiesa. Y eso es lo que pretende hacer hoy el fotógrafo gallego como protagonista de la visita guiada educativa a la exposición de la edición número 27 de los Premios Luis Valtueña de Fotografía Humanitaria, que actualmente se puede visitar en la Sala Sant Antoni de Maó en el marco del Menorca Doc Fest.
Se trata de un certamen impulsado desde 1997 por Médicos del Mundo que, de la mano del festival menorquín, ha incluido la Isla en su ruta de itinerancia durante las seis ediciones celebradas. Una oportunidad de ver trabajos de primera línea, a nivel internacional, dentro del género de la fotografía documental.
En Maó se puede ver el proyecto ganador de 2023, «Dentro de la revolución armada de Myanmar», de Siegfried Modola (Italia), que presenta una serie de diez fotografías en las que visibiliza el conflicto de un país que prohibe a periodistas cubrir la guerra civil desde que sus fuerzas armadas destituyeron al gobierno elegido democráticamente en 2021.
La muestra ofrece la posibilidad también de poner el foco en los proyectos finalistas, entre ellos el mejor valorado, «Demotanasia», de Adra Pallón. Título que se sirve de un término, recuerda el fotógrafo, acuñado por la investigadora Pilar Burillo, que lo define «como el proceso por el que debido a acciones políticas u omisión de las mismas se provoca la desaparición de la población de un territorio».
Un concepto que el artista ha aprovechado para poner el objetivo en su Galicia natal, una de las regiones de Europa más afectadas por envejecimiento, según Eurostat, lo que deriva en que ese segmento de la población se vea abandonada en los rincones más recónditos del territorio por la falta de cuidados y coberturas sociosanitarios.
Pallón ha dedicado años a fotografiar lugares de su entorno para «ayudar a poner el foco en las problemáticas sociales y medioambientales que están vinculadas con la población rural». Una carrera de fondo que ha llegado a su meta gracias a premios y becas para convertirse en «Demotanasia», que también ha visto la luz recientemente a través de la edición de un libro rebautizado como «Lumes».
«Lo que pretendo es dar visibilidad a esas historias», resume el autor, que no entiende la fotografía como un lenguaje «porque no tenemos un código establecido, como sí ocurre en la escritura.Nuestro código se basa siempre en la memoria individual y colectiva, y desde ahí es desde donde construimos».
Pallón reconoce que «al final es una fracción de tiempo que congelamos, y creo que a cualquier espectador que ve una fotografía lo primero que se le ocurre es una pregunta», insiste el autor sobre un arte que nos permite «establecer un diálogo, intercambiar opiniones y cuestionar la realidad».
En la última edición de los premios se recibieron 6.618 fotografías tomadas por 743 autores y autoras de 96 países. El cuadro de honor lo completan Eduardo Soteras (Argentina) como segundo finalista, con el proyecto «Tygray: Etiopía se hunde en el caos»;y Anna Surinyach en tercer lugar con la colección «Mar de luto». Propuestas todas ellas que comulgan con el espíritu del certamen.En ese sentido, Pepe Fernández, presidente de Médicos del Mundo, sostiene que «el fotoperiodismo es una de las formas más honestas, más comprometidas y con más enfoque de derechos humanos que tiene el periodismo en el mundo de hoy».