El director del Foro de Humanismo Tecnológico de Esade y profesor de Filosofía de Derecho de Comillas (Icade), José María Lassalle (Cantabria, 1966), asegura que el buen uso de la Inteligencia Artificial (AI) «es un enorme oportunidad para que el ser humano se libere, entre otras cosas, a lo mejor de la pesada fatiga que provoca tener que gestionar la información con la que hace su vida, y eso puede ser efectivamente una vía extraordinaria de liberación para él, aunque hay que regularla».
José María Lassalle, autor del libro «Civilización artificial. Sabiduría o sustitución: el dilema humano de la IA» participa este miércoles, a las 19.30 horas, en «Diàlegs amb escriptors» junto con el periodista y consultor de comunicación donostiarra Carlos Lareau, que organiza el Ateneu de Maó.
Lassalle plantea una reflexión sobre la transformación que el mundo y el ser humano están experimentando en contacto con la irrupción de una inteligencia artificial que está llevando a ambos a una transformación radical de su ser, con una capacidad de impacto inédita en la historia porque al tratar de establecer equiparaciones entre lo sucedido en la Revolución Industrial y lo que está sucediendo con la revolución que introduce la IA deja corto el impacto que puede llegar a tener.
El profesor universitario asegura que por primera vez una tecnología como la IA «disputa al ser humano la hegemonía que ha ejercido sobre el pensamiento y la capacidad de desarrollar reflexión y gestionar la información que el mundo proporciona al ser humano y ese es un desplazamiento sobre el que el ser humano ha basado el dominio sobre el mundo y corre el riesgo de verse alterado de manera radical por la IA».
Alteridad
En cuanto a la autonomía de la IA con respecto al ser humano, Lassalle afirma que por el momento tiene unos niveles que hace que no pueda hablarse de ella como una alteridad al ser humano y, por tanto, a que retenga un carácter instrumental subordinado a la capacidad humana para gestionarla, «pero la autonomía de la IA escala con el tiempo, aumenta en sus capacidades y no hay que descartar la posibilidad que de aquí a 15 o 20 años podamos encontrarnos con una IA que replique la capacidad humana de pensar por si mismo. Puede darse esta situación y de hecho la mitad de los tecnólogos que trabajan en IA creen que esa realidad es posible», subraya.
Lassalle precisa que la cuestión no es cómo controlar la IA, sino cómo regularla y con qué propósito se quiere llevar a cabo. Así, señala que como producto de la inteligencia humana y, por tanto, algo que nace de la innovación y del progreso, la IA no puede ser obstaculizada, ya que la potencialidad que en términos positivos tiene el progreso humano es inmensa. «Hay que gestionar la transición crítica y el impacto que puede tener esta sobre el ser humano y sobre la vida del ser humano en sociedad y eso requiere evidentemente regulación, identificar cual es el interés general que se está buscando, tratar de identificar cuáles son los derechos que el ser humano no puede tener alterados como consecuencia del impacto de tener una IA que le disputa la capacidad de pensar y de gestionar con autonomía una serie de decisiones que pueden afectar a la humanidad. Una tarea importante que tienen las democracias, y el caso europeo es paradigmático con el reglamento de IA, está en reflexionar sobre esto, debatirlo socialmente y abordar regulaciones que permitan acompañar el desarrollo de la IA», concluye.
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