La médico, sexóloga, ginecóloga y escritora Myriam Ribes, natural de Santander y afincada en Menorca desde inicios del presente siglo, nos habla de su obra más reciente «Agua de mar para corazones heridos» (NdeNovela, 2025), una revisión ampliada de su primera novela, «Retales de nuestra vida». Una historia de amor, con dosis de erotismo y la Isla como telón de fondo y marco de la trama.
Su segunda novela. ¿O podríamos decir que se trata de una revisión de «Retales de nuestra vida»?
—Más que una revisión, digamos que es la versión extendida. Retales fue un embrión, esto es el adulto, como un ‘remake’, porque se introducen algunos cambios.
¿Qué ha motivado esta versión ampliada?
—Lola Gulias, que es la editora más maravillosa del mundo. Tenemos una amiga en común, que es escritora, periodista y sexóloga, Sylvia de Bejar, que en 2023 estaba preparando un libro sobre la menopausia. Colaboré en ese libro, y mientras, publiqué esta novela, autoeditada, pues digamos que era el fin de trabajo de un master de novela que había hecho. Le gustó y se lo comentó a Lola (Gulias), que la leyó, le gustó y se ocupó de poder publicarla. La novela, a partir de los cambios, se ha hecho grande, madura.
¿Se trata de ficción o de realidad novelada?
—Todo es pura ficción. Soy médico, ginecóloga y sexóloga. Y aunque nací en Santander, soy menorquina. La novela es menorquina, habla de médicos, de temas médicos. Pero también de aspectos muy humanos y emocionales. Es una historia de amor muy bonita, de amor maduro, con personas de más de 50 años, que a veces es difícil encontrar novelas de este tipo. He creado los personajes y me han contado su historia. Una historia que emociona, que hace llorar, enfadarse, reír.
Una historia de amor ¿con su punto de erotismo?
—Sí, por supuesto, estando yo de por medio, jaja.
¿Es más erótica, más romántica, más sensual, o es una combinación de todo?
—Hay sexo. Cuento una historia de amor, tiene que haber sexo. Pero es el que exige el guion. Y cuenta muchas más cosas.
¿Cuál es el hilo conductor de la obra?
—Es la historia de amor, entre dos personas que de entrada se odian, porque son muy diferentes y piensan de manera muy diferente. Pero por circunstancias del destino se irán conociendo un poco mejor y se dan cuenta de que no hay tantas diferencias entre ellos.
La presencia o relevancia de Menorca dentro de la trama, ¿se acentúa o se mantiene en relación a la obra inicial?
—Se mantiene. Sigo sin citarla, pero queda claro que trata de una isla mediterránea. No la cito porque me tomo la licencia de incluir cosas que no existen, aun, en Menorca. Quizá a partir de la novela, la cosa cambia y aparecen. Está inspirada en Menorca, pero podría inspirarse en cualquier lugar del Mediterráneo. Así me lo han comentado muchas lectoras, de Mallorca, de Alicante, que sienten reflejada su tierra en la obra.
¿A qué tipo de público va dirigido?
—La mayoría de mi público son mujeres de mi edad, pero me ha sorprendido la gran cantidad de lectores masculinos a quiénes ha gustado la novela. También algunos jóvenes, lo que me ha sorprendido. Mi intención es llegar a todo tipo de público, pero claro, muchas veces llegas al público que ya te conoce o se identifica más contigo. Y me dicen que es un libro muy fácil de leer.
¿Su finalidad es meramente lúdica, de disfrutar de la lectura, o considera, en calidad de experta en la materia, que la novela también tiene un mensaje formativo?
—El objetivo es entretener, pero el mensaje divulgativo, sin pretenderlo, me sale. Más que enseñar, muestro. Como se tratan algunas cosas, como hacen «House» o «Anatomía de Grey», que te cuentan una historia preciosa y a la vez, te explican. Toda la parte médica de la novela es cierta. No me he inventado una enfermedad, ni un diagnóstico. Pero la intención no es divulgativa, sino entretener y emocionar.
En calidad de sexóloga, ¿qué diagnóstico hace de la sociedad, en el sentido de que quizá se ha perdido algo de romanticismo, del arte del cortejo, en detrimento de las relaciones más directas?
—Evolucionamos. No creo que se pierda nada, simplemente evolucionamos. Se pierden cosas, como se han perdido los videoclubs y los VHS, evolucionamos y se van perdiendo cosas. El amor, el sexo y el erotismo, siempre estarán. Lo que ahora, creo, hay más libertad para ser lo que tu quieres ser. Aunque en algunos sitios no se permite, cada vez hay más libertad para poder ser lo que tu quieres ser. No creo que las cosas hayan cambiado, solo que ahora son más visibles.
Hemos mejorado, por tanto.
—Sí, globalmente, hemos mejorado. De hecho, estoy en contra de tanto catastrofismo. Si miramos como estábamos hace 100 o 50 años, hemos mejorado muchísimo. En salud, en calidad humana, en relaciones...
¿El sexo, se disfruta más y mejor ahora que hace 50 años?
—Desde luego. A ver, hace 50 años, yo estaba en este mundo, pero no practicaba sexo. Aunque sí, hay más libertad, cada uno puede elegir lo que desea, que es lo más importante. Respeto y libertad, eso es lo más importante.
Fra Oleguer del Solitari MonEscribes en Aragonés desechado, deduzco que tus raíces están fuera de esta tierra, motivo por el que te prohíbo que hables de esta tierra como si te perteneciera. Yo el otro día comí en un restaurante en el que anunciaba comida de esta tierra, unos pimientos pequeños que me sirvieron me encantaron, pregunte que clase de pimientos eran y, me contestaron que eran pimientos de Padrón. No pudiendo contenerme les dije que si los pimientos son de Padrón, no pueden ser de Menorca como tenían anunciado, adujeron que habían sido criados en Menorca. Me sentí orgulloso de que los pimientos de Padrón, siguán siendo de padrón, se críen donde se críen, pues considero una degradación que lo original deje de serlo, por muy fuerte que pueda ser un nuevo interés. Propongo que los pimientos de Padrón sean reconocidos como bien mundial por, ser originales de Padrón, nazcan donde nazcan.