Escribir es «algo que no puedo evitar» confiesa Joan Orfila Ferrer (Maó, 1978). Una pasión que se remonta a la época de instituto y que surgió a partir del hábito de la lectura. En su haber tiene diferentes publicaciones y relatos, pero no ha sido hasta hace un mes que ha visto la luz su primera novela, «Carretera de dos sentits», que el jueves presentó en la Biblioteca de Maó.
Estudió filología catalana en Barcelona y actualmente trabaja en esa ciudad como gestor de marketing digital, pero el mundo de las letras siempre ha estado muy presente en su vida. «Siempre he sentido la necesidad de crear, y a partir de ahí todo ha ido fluyendo. Ideas hay muchas, el problema es encontrar tiempo para llevarlas todas a cabo», reconoce.
De hecho, el camino para que «Carretera de dos sentits» haya visto finalmente la luz no ha sido corto. Una historia de la que escribió las primeras líneas en 2006 y que quedó apartada, como un relato corto, hasta 2020, cuando la retomó para transformarla en novela, proceso que culminó el año pasado. «Escribir es siempre reescribir», apunta Orfila, quien reconoce que le gusta revisar a conciencia el trabajo una y otra vez, «a veces incluso demasiado».
En la novela se cruzan tres personajes. Un dibujante de cómics que ve cómo su vida se ha derrumbado por falta de inspiración, una chica que aparece en sus sueños y que incluye en un libro protagonizado por un motorista que quiere cruzar la famosa Ruta 66, entre Chicago y Los Angeles. «Una novela de carretera», explica el escritor en la que convergen dos viajes, «uno físico y otro interior».
La historia que narra «no es idílica ni perfecta, sino todo lo contrario. A medida que avanza a los protagonistas les suceden todo tipo de calamidades, pero no dejan de perseguir sus sueños hasta el final». La trama está ambientada en la década de los años 70 y en ella habitan, recuerdan desde la editorial El Ojo de Poe, «personajes rocambolescos, bañados en alcohol, blues, historias pantanosas de pactos con el diablo y cruces de caminos».
Si la novela tuviera una banda sonora, Orfila tiene claro que sonaría mucho al blues de Robert Johnson o Muddy Waters. Una historia narrada, en comparación con el tono más poético de sus relatos anteriores, «con un estilo muy directo, más cinematográfico... También mucho más crudo y visceral», concluye el escritor menorquín.