Ramon Orfila comenzó este mandato como alcalde de Es Mercadal con una fecha en el horizonte: mayo de 2010. Ese debía ser el momento en que Orfila dejara la vara de mando y pasara a la segunda fila política tras muchos años en primera línea. La crisis en el Govern balear trastocó esos planes, y ahora el bigote más famoso de la clase política menorquina traslada su actividad a Palma, para dirigir la Comisión Balear de Medio Ambiente. Su jubilación política deberá esperar, pero eso no parece mucho problema para quien ha hecho de su vocación política una larga carrera. Diputado, conseller, alcalde... Orfila, apodado por algunos el Astérix menorquín, es animal político por naturaleza, y aunque cambie de despacho, su ideario no varía.
Muchos ya pensaban que se retiraba usted de la primera línea política, y va y se toma una prórroga.
Tenía muy asumido que en mayo me iba a casa, pero creo mucho en la coherencia, y por lo tanto debía serlo. Yo había sido muy crítico con el funcionamiento de la Comisión Balear de Medio Ambiente, y también políticamente había cargado contra el mantenimiento de Unió Mallorquina dentro del pacto de gobierno. Cuando se decidió expulsar a UM, los responsables del gobierno dijeron que todos debíamos hincar el codo, y me eligieron para dirigir la comisión que tanto había criticado, tenía que decir que sí si quería ser coherente.
Si se lo hubieran pedido, ¿habría sido conseller?
Me hubiera costado más, porque significaría trasladarme totalmente a Mallorca, y hubiera sido un cambio muy costoso.
Pues cambios ha vivido usted bastantes en política, pues su trayectoria es extensa y variada. ¿Con qué se queda de ella?
He vivido experiencias muy bonitas. De mi etapa de diputado he mantenido muchas relaciones que me han servido ahora en mi etapa como alcalde para tener hilo directo con Palma. Cuando fui conseller de Agricultura en Menorca disfruté mucho, y aún algún payés me para por la calle y me llama conseller. La etapa de alcalde es la más gratificante, porque tienes conciencia y constancia de que cada decisión que tomas afecta a la calle.
También dicen que es la etapa más difícil.
Así es, la proximidad complica las cosas. Te cruzas con gente a la que has tenido que sancionar, a la que has tenido que negar una petición...
Y en un pueblo pequeño, aún más.
Sí, pero yo soy hombre de mantener las medias distancias. Hago muchas horas en el Ayuntamiento, y siempre recibo a quien me lo pide, pero no estoy pegado cada día a la gente.
¿Un alcalde puede explicar todo lo que hace?
No. Hay gestiones que afectan personas o situaciones familiares que no se pueden explicar. También en temas de seguridad hay cosas que no podré explicar nunca, y que cuando suceden te ponen el corazón en un puño y dudas de si las superarás.
Como alcalde, usted ha creado una fama de ser muy hábil en las negociaciones, de conseguir lo que se propone.
La política se aprende con la práctica y con los tropiezos. Normalmente un político primero es alcalde y luego diputado; en mi caso ha sido al revés. Esto me ha facilitado contactos y conocer cómo se mueve la administración, lo cual me ha ayudado en mi tarea como alcalde. Además, una persona me aconsejó que cuando tuviera un problema debía ser capaz de coger distancia y observar el problema de lejos. Lo he intentado hacer.
Ya me explicará cómo se hace.
Pensar en los efectos que tendrá una determinada decisión, y ponerte en la piel del afectado. Eso me lo enseñó una persona de un color político opuesto al mío, y me ha sido muy útil. Pero es que en mi trayectoria he tenido otros factores muy positivos. Por un lado, un equipo de gobierno que ha sido una piña, capaz de debatir los problemas y a la vez de ir todos a la una. Después, he tenido siempre una oposición política muy leal, y creo que he acabado como amigo de todos los políticos de la oposición de este Consistorio. También he tenido unos trabajadores muy entregados, capaces incluso de llevarse los problemas a casa y pensar soluciones. Igualmente, los contactos realizados han ayudado mucho, puesto que te ofrecen consejos e información, y la información es poder.
Volvamos la vista atrás. Usted comenzó en política cuando ésta era una actividad vocacional, pasional. Ahora la política se ha convertido en algo profesional. ¿Con cuál se queda?
Son situaciones diferentes. Cuando en 1968 empezábamos en el instituto a formar grupúsculos que aspiraban a ser partidos no nos imaginábamos la situación actual, nos faltaba perspectiva. En ese momento había romanticismo y entrega, las circunstancias lo exigían. Los que militamos en esos partidos previos a la democracia hemos quedado marcados, y hemos tenido después capacidad de entrega y alguna dosis de ese romanticismo.
Eran otros tiempos.
Sí, y no me atrevo a decir con qué estilo me quedo. Estoy muy contento de haber gestionado en las instituciones, pues el objetivo final es transformar la sociedad.
¿Pero el político debe ser vocacional o profesional?
La gestión necesita dedicación, y a mayor dedicación más frutos. Y no puedes ser alcalde pasando por el Ayuntamiento una hora al día. Esto obliga a profesionalizar la política, y cierto que esto elimina la imagen de romanticismo de una práctica que acaba siendo un trabajo. Si lo que te empuja son los proyectos y las ganas de hacer cosas se nota; si simplemente vas a vegetar, también se nota.
¿Ha conocido a políticos vegetativos?
He visto algunos, pero creo que en Menorca no son mayoría.
¿Usted sigue creyendo en la política?
Sin duda. Sigo pensando que es una de las funciones nobles que puede asumir un ciudadano, y me gustaría que muchos de ellos pasaran por las instituciones o los partidos, puesto que esto es ocuparse de las cosas del pueblo.
Es que ahora mismo mucha gente no tiene claro qué es la política.
Política es gestionar los intereses del pueblo, realizado en base a un contrato con los ciudadanos que es el programa electoral.
Usted comenzó en política en unas circunstancias históricas, una dictadura, en la que una gran parte de la sociedad quería hacer política, lo necesitaba. Ahora, en cambio, la sociedad parece que se está alejando de la política.
Esto duele, pero hay que seguir trabajando creyendo en proyectos, pues piensas que al final el ciudadano sabrá distinguir el trabajo realizado en su favor. Esto anima a seguir trabajando. Pero es cierto que actualmente el chubasco es muy grande, y muchas veces te preguntas cómo es posible que pasen estas cosas. La gestión política tiene peligro, pues juegas con decisiones que pueden enriquecer o empobrecer a alguien, y si no actúas poniendo siempre por delante el interés general y dejando bien claro que no te beneficias a tí o a los tuyos, puede suceder lo que ha pasado en Mallorca.
Once años como alcalde dan para mucho, pero ¿destacaría alguna consecución concreta?
El recinto ferial, el centro artesanal, el polideportivo en Fornells... Son cosas que dejan huella, pero me quedaría con un intangible, con el dinamismo aportado a Mercadal y Fornells. Teníamos fama de ser un pueblo apagado, y se ha transformado en lo contrario. No solamente porque el Ayuntamiento haya hecho cosas, pero sí que hemos servido de catalizador para provocar reacciones.
¡Es Mercadal está de moda!
Hay una cierta moda de Es Mercadal, sí.
Hay un capítulo ineludible de su etapa como alcalde, la demanda de segregación de Fornells.
Ha sido uno de los temas difíciles, porque en mi interior podía simpatizar perfectamente con la idea de la gente de Fornells, pero a la vez tenía que pensar en el interés general de todos los ciudadanos del municipio. Si hubiera aceptado la propuesta que se hacía desde Fornells habría arruinado tanto a este pueblo como a Es Mercadal. Me dolía decir que no, pues puedo entender que mucha gente de Fornells quería la segregación desde la honradez de querer gobernarse a ellos mismos. Pero es que la Ley no lo permitía, y los inconvenientes que generaba hacía imposible la decisión.
Algunos dijeron que cómo podía ser que un alcalde que apoya la autodeterminación en otros casos, no la concediera a sus propios administrados.
Si hubiera aceptado, Es Mercadal y Fornells habrían retrocedido. Además, el nivel de actuaciones que se están realizando ahora refuerza la decisión adoptada por Es Mercadal, pero también por el Consell sin ningún voto en contra. Y además, el Parlament ha dado la razón a nuestra decisión, al igual que lo han hecho todas las instancias judiciales. Fuimos muy rigurosos.
En algún momento la tensión fue muy intensa, llegando a tensar las relaciones incluso personales.
En algún momento la tensión era difícil de resistir, pero a la vez me sentí muy arropado por gente del propio Fornells y de Es Mercadal. Además, con los que iba hablando y entendían mi posición me iban apoyando y me confortaban. Pero no puedo esconder que aquel pregón de las fiestas de Fornells fue muy duro.
Lo recordamos.
Me sentiría mal si en algún momento hubiera habido alguna presión contraria a mí porque me hubiera aprovechado del cargo a mi favor o a favor de los míos. Pero cuando la contestación recibida ha sido por defender un proyecto o por apoyar lo que he creído más justo, he tenido mucha más capacidad de aguantar la tormenta. Porque el alcalde es el pararrayos del Ayuntamiento. Recibe las medallas que a veces se merecen otros concejales, pero también es quien primero recibe la bofetada.
En su carrera política también ha sido uno de los pilares del PSM. ¿Cómo ve ahora a su partido?
Vive su mejor momento. Hay gente joven que se acerca al partido, tenemos una estructura de cargos públicos correcta y trabajamos bien en las instituciones en las que estamos presentes. Hemos remontado una situación de peligro que se creó en 1995 cuando salimos de unos años en que trabajamos sin nuestras siglas y estábamos dentro de otras formaciones y coaliciones. No quiero repudiar lo que hicimos en esos años, puesto que fui uno de los defensores de esta iniciativa de unir esfuerzos. Cuando el PSM decidió seguir andando con sus siglas fue uno de los momentos de debilidad, pero ahora tenemos una formación fuerte y unida, con un rico debate interno y una capacidad notable de influencia en la política menorquina y con ideas que han calado en el ideario de la sociedad menorquina y de otros partidos.
¿Cómo sobrevive un partido como el suyo en medio de una tendencia política cada vez más bipolar?
Con vitalidad. Tenemos un electorado muy fiel. No es fácil votar el PSM, pero quien lo hace sabe que defendemos contra viento y marea un planteamiento y hacemos valer nuestro voto, que es capaz de inclinar balanzas políticas.
Volvamos a hablar de usted y de su nuevo cargo. Le toca a usted presidir ahora un organismo al que usted había criticado con dureza. Tiene en sus manos la posibilidad de cambiar lo que tanto había criticado. ¿Pesa esa responsabilidad?
Provoca respeto e incluso miedo. Pero me gustan los desafíos, tener retos y ver si soy capaz de superarlos. Me preocupa la imagen de mala relación de la Comisión Balear de Medio Ambiente con los ayuntamientos, y quiero cambiarla. Es un trabajo interno que, si tengo tiempo y me facilitan los medios necesarios, creo que lo podré conseguir.
Hablando ya de futuro, y tras esta especie de prórroga en su actividad política de primera línea, ¿qué va a hacer cuando acabe esta legislatura? ¿Cerrará la persiana?
Yo creo que sí. Si las elecciones son en 2011 tendré ya 62 años, y creo que ya tocará.
Cuesta pensar que un animal político como usted deje la política.
Seguiré haciendo política hasta que el cuerpo aguante. Cuando era niño, en vez de escuchar música escuchaba las noticias de manera apasionada. Me acuerdo del asesinato de Kennedy, la crisis de los misiles de Cuba... Ya los viví de manera intensa, seguramente influenciado por mi padre y por un cura que me ayudó en mi educación. Lo llevo dentro, y seguiré haciendo política, pero de manera diferente. Lo que tengo claro es que cuando me voy de una institución, no vuelvo. Lo he hecho, y lo quiero seguir haciendo. Creo que lo más triste es que quien ha sido jefe en alguna institución, una vez se ha ido, quiera seguir dando lecciones. Me parece patético. Como mucho, voy a dar consejos desde fuera y nunca de manera pública.
Sabe usted que le apodan Astérix. ¿Le gusta?
(Sonríe) Este mote viene de cuando yo era conseller de Agricultura, y teníamos pocos medios. Si la aldea irreductible es aquella que no se somete a esta forma execrable de hacer política, me siento Astérix. Y si lo soy por defender los intereses del Ayuntamiento y el interés general por encima del resto, me siento Astérix.