Los (pocos) turistas que ayer por la mañana intentaban descansar en Cala Galdana se vieron sorprendidos por helicópteros, buques de Salvamento Marítimo y de la Guardia Civil, militares, bomberos, agentes protección civil, policías… Vamos, que debieron pensar que el mundo se acababa, pero no. Se trataba de un simulacro de una emergencia provocado por una hipotética borrasca muy profunda situada sobre Menorca y que generó una situación de alerta roja. 300 efectivos participaron en esta operación, la segunda que realiza en Menorca la Unidad Militar de Emergencias, y que pretendía coordinar todas las fuerzas que intervienen en una operación de este calibre. Empezó la Agencia Estatal de Meteorología, al detectar que una borrasca muy profunda pasaría sobre Menorca, y podría provocar vientos superiores a los 150 kilómetros por hora y lluvias de hasta 90 litros por metro cuadrado en una hora. Ante tal panorama, se decretó la alerta roja, y se movilizaron todos los servicios, que no son pocos, que actúan en estos casos.
El resultado fue una operación espectacular, que convirtió Cala Galdana en una zona cero. Primero, una embarcación se incendió en el interior de la playa, derramó combustible y obligó a la intervención de dos buques de Salvamento Marítimo, lanchas para instalar barreras neumáticas para evitar la contaminación, y el rescate mediante helicóptero de las víctimas. El susto, no obstante, solamente acababa de empezar. La supuesta borrasca provocó que dos víctimas se quedaran atrapadas en los acantilados de la playa, y tuvieran que ser rescatadas en vertical, es decir, agentes haciendo rapel. Pero es que en la otra punta de la playa también había víctimas. Unas personas que comían tranquilamente en el restaurante del mirador quedaron aisladas, y tuvieron que ser rescatadas por vía aérea. Dos helicópteros alternaban su presencia, para ir subiendo una a una las víctimas y llevarlas al hospital de campaña instalado en la entrada de la urbanización.
Pero la borrasca simulada era tan intensa que los problemas se esparcieron también a la entrada del torrente. Dos vehículos habían sido arrastrados por la fuerza del agua y taponaban la salida del río, lo que obligó a reflotarlos y sacarlos del agua. Un poco más arriba del torrente, otros dos vehículos habían sido arrastrados por el agua, atrapando en su interior a dos conductores, que tuvieron que ser rescatados por los bomberos. Además, la cantidad de agua caída obligaba a achicar edificios y vías públicas, y a instalar muros de contención para evitar males mayores.
Todo, por suerte, no era más que una simulación. Un espectáculo que incluso atrajo la curiosidad de un buen número de personas. No en vano, ayer por la mañana en Cala Galdana se vieron cuatro helicópteros, tres buques, lanchas de salvamento, militares, policías, bomberos...
Pero más allá del espectáculo, el simulacro fue todo un éxito, según explicó la consellera de Interior del Govern balear, Pilar Costa. "La coordinación ha sido muy buena, y el ambiente de trabajo era óptimo para un buen resultado". Todas las autoridades presentes (entre ellas el presidente del Consell, Marc Pons; el delegado del Gobirno en Balears, Ramon Socías; el director insular de la Administración General del Estado en Menorca, Javier Tejero; la consellera de Cooperación Local, Susanna Gomila, o el alcalde de Ferreries, Josep Carreres) destacaron la importancia de simulacros como el de ayer. "Es mejor que estas situaciones se ensayen y se pueda aprender de ellas en escenarios simulados, antes que tener que afrontarlas en la realidad sin practicarlas con anterioridad", resumió Pilar Costa.
El simulacro finalizó al mediodía. Se acabaron los rescates de mentira, las pruebas y el espectáculo. El sentimiento general era de éxito, y las ganas, no tener que convertir nunca ese simulacro en realidad.