Si el campo es un sector que parece estar en crisis desde hace años, la actual coyuntura hace más grave la situación. Sin embargo, para el presidente del sindicato agrario ASAJA en Balears, Gabriel Company, más allá de la preocupación de que cuadren los números, le inquietan también otras cuestiones de fondo, como por el ejemplo el desconocimiento que la sociedad actual, incluidos los políticos, tiene del medio con el que agricultores y ganaderos se ganan la vida.
¿A qué se debe su visita a Menorca?
Estoy aquí para hablar de un tema que es importantísimo y al que no se le dedica el tiempo que se debiera por parte del sector, como es analizar muy bien la condicionalidad de las ayudas, es decir, los requisitos que se han de cumplir para poder tener derecho a las subvenciones de la Unión Europea. La intención es mentalizar a la gente en Menorca de que estos temas requieren más importancia.
¿En qué situación se encuentra el campo menorquín en comparación con el resto de las islas?
El campo menorquín, en principio, lo que tiene es una gran dependencia del vacuno de leche. En cambio, en Mallorca está más diversificado, mientras que en Eivissa es otra historia, está más atomizado. En Menorca destaca también la presencia de unos subsectores agrícolas y ganaderos, como el forraje o el cereal, y luego un poco de viña y de aceite. Pero si hay que hablar de lo que más peso tiene en Menorca es el vacuno de leche, que es donde está el 80 por ciento de la producción final agraria menorquina. En ese aspecto, el tema está muy complicado, estamos con un problema de precios brutal, un gran incremento de costes y con una presión de normativas brutal. Así se subsiste muy mal.
Y ante esta situación, ¿cuál es la salida?
La demanda principal es la de siempre, que queremos cobrar nuestros productos a un precio justo, si nos pagasen lo que toca no habría problemas. Por ejemplo, hablando de la leche, es uno de esos productos estrella dentro de la bolsa de compra que se utiliza como reclamo para el consumidor y nos hacen pasar por el aro. Desde que la Unión Europea ya tomó esa solución en 1992, estamos metidos en una historia en la que al final se venden los productos a unos precios que no cubren nuestros costes, y esa es una las causas fundamentales por las que el sector esté como está, en Menorca, en Mallorca y en otros sitios de Europa. Luego, por otra parte, está la dignificación de la agricultura, a nosotros se nos está utilizando para justificar muchas veces desde el ámbito político que somos muy importantes, pero a la hora de la verdad no lo somos. Y la prueba es lo que ha hecho el Govern balear eliminando la Conselleria de Agricultura. ¿Qué están demostrando? Pues que les importa un pepino, y eso significa que tienen claro que nos enviarán el dinero que llegué de Europa, pero que lo hagan desde el Govern, cada vez lo tenemos más complicado.
¿Considera que dentro de la coyuntura de crisis actual, el campo está más olvidado aún?
El campo siempre ha estado olvidado. Se nos llama cuando hay folklore o follón… Cuando hay que hacerse una foto para decir que el territorio lo cuidan los agricultores, y si no, ya cuando hay problemas en los que dices "esto no hay quien lo aguante". Evidentemente, el político se va donde hay más que ganar, y en el sector va quedando cada vez menos gente…
¿Es preocupante la falta de incorporaciones al campo de nuevos profesionales?
A mí me preocupa relativamente. Soy muy consciente de que si se jubilan cien no se incorporan otros tantos. Al final hay que tener en cuenta ciertas dimensiones y buscar unos nichos de mercado. Así, dependiendo de lo que estemos hablando se necesitan unas explotaciones mucho más grandes o no. Lo que ocurre es que hay mucha tendencia a que cuatro iluminados del mundo político y urbanita nos digan lo que hay que hacer, sin contar con nosotros…
Y ustedes son los que conocen el medio…
Evidentemente, sabemos del campo mucho más que ellos. Ahora estamos analizando la normativa de ayudas europeas y alucinamos…
¿Las normativas no se ajustan a la realidad del campo?
Algunas normativas europeas están pensadas para aplicarse en toda la Unión, y no tiene nada que ver Holanda con Menorca, y ahí es donde chirrían muchas cosas. ¿Están pensadas para el campo? No, están pensadas para justificarse ante la sociedad. Y que la sociedad sea cada vez más urbanita y entienda menos del campo, nos están llevando contra las cuerdas. Hoy día, los niños no saben que es un pollo, una gallina o un litro de leche ni de dónde sale; en cambio desde el mundo político y ecológico-fundamentalista nos pretenden hacer creer que un cerdo es como un perrito, como un animal de compañía. Están imponiendo cosas ilógicas, que son incumplibles y que además cuestan mucho dinero. Hemos llegado a ver normativas en las que los cerdos tiene que relacionarse entre todos... y además lo suyo es tirarles unas bolitas para que jueguen, porque si no se estresan… No se trata de maltratar a los animales, ni mucho menos, pero hay que poner un poco de sentido común.
¿Qué papel juega actualmente el cooperativismo? ¿Es suficientemente fuerte en Balears?
Hay que agarrarse a la gestión y la profesionalidad. Y en estos momentos tenemos una serie de cooperativas o Sociedades Agrarias de Transformación que funcionan muy bien, como la de San Guillem y Santa Escolàstica en Ciutadella, puntera en Balears. Pero estamos conviviendo con cooperativas u otras fórmulas que son un fiasco y que da vergüenza tenerlas, y además a ésas es a las que se les envía dinero público porque han gestionado fatal y han hecho unos agujeros en sus cuentas de explotación que dan vergüenza. Yo sigo siendo igual de reivindicativo… Chiringuitos los mínimos posibles, y los hay. Luego, aquí en Menorca, hay gente que tiene connivencia con la consellera… en Mallorca, desde luego no lo consentiríamos… A mí me da vergüenza que vengan a darme charlas de mi sector gente que viene del sector fundamentalista ecologista. Nosotros practicamos el ecologismo a diario, así que ahora, que no nos vengan con fundamentalismos.