El dolor, las adversidades y los obstáculos sorteados por Carmen Pardo a lo largo de su vida han sido seguramente los retos que han cimentado su gran fortaleza emocional y sin duda han contribuido a poder celebrar esta semana con plena y admirable lucidez su cien cumpleaños entre el cariño de familiares y amigos. Aunque se queja de pequeños achaques, "a mi edad ya todo es postizo" dice con sorna, Carmen rememora con facilidad fechas y hechos del pasado y del presente mientras aguarda la hora para compartir una concurrida comida familiar. "Tengo un hijo, cuatro nietos y nueve bisnietos", resalta orgullosa. Su cumpleaños fue el pasado jueves día 21, pero las celebraciones se postergaron al fin de semana por aquello del trabajo de los mayores llegados desde distintos puntos de España y los quehaceres escolares de los más pequeños. Incluso no faltó la visita del alcalde de Maó, Vicenç Tur, quien le entregó la tradicional caña verde, un certificado de nacimiento y un escudo de la ciudad como recuerdo.
Carmen Pardo de Donlebun y Braquehais, de antepasados asturianos, valencianos y franceses, nació en Cartagena en 1910 y se trasladó a vivir a Maó en 1987, donde se encontraba destinado su hijo Julio Marra-López, militar de profesión, al igual que lo fue su progenitor, fusilado al inicio de la Guerra Civil cuando era alférez de navío en el bando nacional. "El año 36 fue aciago para mí. La Guerra destrozó mi vida", explica aún con profundo dolor al referirse a su marido Julio. Carmen relata que se casó el día 9 de enero de ese año y el 15 de agosto fusilaron a su pareja "sin juicio previo" cuando se encontraba preso en el barco carbonero "España número 3". Cuenta que ese trágico día subieron a los prisioneros a la cubierta del barco y después de ser fusilados les ataron lingotes de hierro en los pies para hundirles en el mar. Por aquel entonces Carmen estaba ya encinta. El 5 de noviembre nació su hijo Julio en Valencia, donde se había trasladado buscando el refugio familiar. "Un día antes de dar a luz nos desalojaron de la casa que había sido de mis abuelos", explica.
"Pudimos sobrevivir de milagro en medio de los bombardeos junto a mis hermanos y mi madre gracias a la ayuda de la Virgen del Carmen. Pasamos mucha hambre", rememora mientras puntualiza con precisión que tras la Guerra apenas le quedó una pensión de viudedad de 180 pesetas. Carmen nunca se volvió a casar ,"era joven y de vez en cuando salía, pero como el amor de mi marido no hubo ninguno", comenta emocionada. Su fortaleza mental y física le ayudaron a sacar adelante a su familia y a cuidar de su madre. Hasta hace apenas dos años vivía sola, pero tras romperse la cadera se trasladó a la casa de su hijo. A la pregunta del secreto de su longevidad, Carmen responde solemne que todas las noches se toma un vaso de whisky y un yogur, y al mediodía una cerveza con frutos secos. "Mi madre tiene un estómago a prueba de bomba", apostilla su hijo Julio.