La crisis económica debería afectar a cierta forma de representar ópera, aquella más interesada en desplegar costosos efectos escénicos y que deja algo de lado la música, según opina el barítono español Juan Pons.
"No creo que la crisis le afecte, pero debería", lamenta el cantante en una conversación nada más terminar su participación en la producción de "Il Trittico" de Giacomo Puccini, y antes de salir, ayer mismo, hacia su próxima cita en Nueva York.
"La crisis tiene que afectar, porque están recortando cachés de cantantes o de músicos y maestros y (por otro lado) están dando con pala", se queja gráficamente en alusión a las grandes cantidades de dinero que cuestan las peticiones de algunos directores escénicos.
Y para pagar "todo lo que quieran: tienen que montar una grúa y unas cosas hidráulicas, y lo hacen. Y llega el director de escena y pide que cambien los vestidos de tul por seda, y los cambian (...) Tendría que haber un poco de crisis en este sentido", agrega Pons, sobre ciertos caprichos.
"Hay muchos teatros que intentan hacer cosas nuevas y es cuando llegan los cambios de opiniones", comenta después de referirse a que Gérard Mortier, director artístico del Teatro Real de Madrid, decidiese prescindir de "Il Trittico", coproducido por el coliseo madrileño junto a la Scala de Milán y la Ópera de París.
"Mortier tuvo que pagar. El contrato es el contrato", revela el cantante sobre la exclusión del calendario del Real de Madrid de esta versión que, con puesta en escena de Luca Ronconi, se ha representado en el teatro de la Bastilla de París todo el mes de octubre.
"Todo son gustos y todo el mundo tiene que comer", acepta Pons, que no obstante, remacha sobre ciertos directores de escena: "Tienen carta blanca y para mí están exagerando un poco".
"Cuando empecé primaba más la música", recuerda el barítono en su camerino y se aprecia cierta nostalgia cuando rememora que "en un teatro lo primero que se hacía eran dos o tres días de ensayos musicales".
Pons deja el teatro parisino al día siguiente del reestreno de una producción histórica, la versión que Giorgio Strehler hizo en 1973 de "Le nozze di Figaro", recuperada con los decorados y vestuario de Ezio Frigerio y con Ludovic Tézier, Barbara Frittoli, Luca Pisaroni, Ekaterina Syurina y Karine Deshayes en los roles principales.
Con Strehler -"era un genio", recuerda- precisamente hará en diciembre treinta años que Pons debutó con "Falstaff" en la Scala de Milán.
"Prefiero una versión que me haga sentir que estoy haciendo el personaje que es", insiste Pons, quien se queja de que, en ocasiones, el intérprete está "cantando una cosa y haciendo otra".
"Me gustaría que los directores de escena a veces subieran a ver qué les parece a ellos pero, bueno, seguramente me intentarán convencer de que lo hacen bien", zanja.
Pons no duda de que en la ópera actual hay muchos y buenos cantantes, "los niveles suben en todo, hay más medios para hacer teatro, como también en teatro musical y en la ópera".
"Me alegra descubrir que va saliendo gente. Y les deseo a todos que les vaya muy bien, porque es una carrera llena de sacrificios", afirma este cantante "verdiano", como demuestra su carrera, aunque haya cantado más a Puccini. "Para un barítono, Verdi es lo más", apunta.
No obstante, Pons asegura que hay muchas "estrellas" a quienes se lanza "demasiado pronto"; pese a que son cantantes "fantásticos" por su voz y su preparación para actuar, a muchos de ellos "se les sube demasiado el ego y se despreocupan un poco, se desconciertan muy pronto".
Acostumbrado a cantar con los Domingo, Carreras, en la época de Caballé, Lorengar o Victoria de los Ángeles, Pons asegura estar "feliz" con la época que ha vivido, "de grandes cantantes, de los de quitarse el sombrero. Ha sido un lujo para mí poder cantar con ellos y estoy agradecido de verdad".