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"En Vietnam hubo un momento en que no sabía cuál era el mundo real"

Un soldado profesional de rescate de la Fuerza Aérea de Estados Unidos cumple en Sanitja su sueño por la arqueología

Sanitja. El soldado retirado licenciado en Antropología se encuentra estos días excavando en la ciudad romana - CRIS BRAVO

| Es Mercadal |

La vida de Charles Howard Walker (Winthrop-Massachusetts,1936) es de película. Él la cuenta como si tal cosa, pero su experiencia permite comprobar otras realidades que distan mucho de una isla bucólica como Menorca. Este licenciado en Ciencias Químicas y Antropología ha viajado desde Utah para cumplir aquí su sueño por la arqueología. Gran parte de su vida la ha pasado de guerra en guerra, como hombre de rescate de la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Su cometido como soldado profesional ha sido durante muchos años el salvamento de los pilotos derribados en pleno conflicto armado. Estos días excava en la ciudad romana del Ecomuseo Cap de Cavalleria. Sanitja es un escala más de la nueva travesía que emprendiera después de que un duro golpe le hiciera replantearse por completo su existencia.

¿Cómo comienza su carrera en la Fuerza Aérea Norteamericana?

Ingresé con 20 años en la Fuerza Aérea para evitar formar parte del ejército de tierra. Así que entré en el escuadrón de los Jet Fighters.

¿Es usted piloto?

No, yo viajaba a bordo de unos aviones super rápidos, tipo jet, y de los helicópteros de rescate de las Fuerzas Armadas. Mi cometido era el salvamento de los pilotos.

¿Cuál fue su primer destino importante?

La Guerra de Vietnam, en los años 60. Estuve en Tailandia. Después de 6 años abandoné la Fuerza Aérea y estuve durante 19 años fuera de servicio.

¿Qué hizo entonces?

Estudié Ciencias Químicas en la universidad hasta que un amigo me convenció para que regresara a la Fuerza Aérea. En los años 80 me destinaron a Dinamarca donde estaba de retén ante la amenaza soviética. Entonces siempre teníamos que tener el petate a punto pues si requerían de nuestros servicios teníamos que estar en 48 horas en cualquier parte del mundo.

¿Dejó a un lado su trabajo como químico?

No. Continué trabajando para los Estados Unidos diseñando motores para cohetes. Soy experto en propulsiones de lanzamisiles sólidas y líquidas.

¿Cuál es la diferencia?

La propulsión líquida te permite variar la órbita del misil, es decir, teledirigirlo.

¿Qué tipo de trabajos realizó para el ejército?

Diseñé los equipamientos para los Pershing Rocket, de combustible sólido, unos balísticos de misiles de alcance medio; para el modelo de misil Trident, que se lanzaban desde los submarinos; y para el conocido misil Peacekeeper ("el mantenedor de paz"), llamado así por sus efectos devastadores. Cuando el enemigo daba con un Peacekeeper retrocedía, y ya no atacaba.

¿En qué otras misiones ha participado?

En los Países Bajos, Alemania, Inglaterra, Japón o en Qatar durante la primera Guerra del Golfo, en 1990.

¿Cómo recuerda sus primeros rescates en Vietnam?

Todo sucedía muy rápido, y así debía ser porque en el momento en que un piloto lanzaba la señal de ayuda debíamos acudir a la zona lo más pronto posible pues el enemigo, los vietnamitas del Norte, también se desplazaban a toda prisa para aniquilarlo.

¿Cómo efectuaba el rescate?

Yo era el que se colgaba de un largo cable del helicóptero. Me acercaban a la zona del rescate –en pleno conflicto armado–, salía corriendo, me hacía con el piloto herido y regresábamos a la base.

Parece de película. ¿Qué remedio ponían usted y sus compañeros para que este tipo de situaciones constantes no les afectase emocionalmente?

Disponíamos de un psiquiatra, a cargo de la Fuerza Aérea, y nos atiborrábamos de medicamentos. Te puedes imaginar...

Debía de ser durísimo.

O te tomabas los medicamentos o las pesadillas no paraban de atormentarte. Teníamos unos sueños que parecían muy reales... En Tailandia el contraste emocional era muy duro. Estábamos en nuestra base militar, disfrutando de todo tipo de comodidades, con una pantalla gigante para ver películas –incluso ¡teníamos palomitas!–, y de repente te avisaban y salías corriendo hacia la jungla, con un calor espantoso, tu deber era rescatar a los compañeros, muchos de ellos heridos... Hubo un momento en que no sabía dónde estaba el mundo real.

¿Continua con las pesadillas?

Ya hace años que no he vuelto a tener, pero normalmente este tipo de episodios se me repite cada 5 o 10 años. Es lo normal, después de todo lo vivido.

¿Cuál es su posición frente a la guerra?

No estoy a favor. Para mi la guerra siempre tendría que ser el último recurso. Los conflictos conllevan mucha destrucción. He visto derribar numerosos edificios o catedrales históricas con tan sólo una bomba. Y por supuesto la muerte de civiles inocentes, esa es la verdadera tragedia.

¿Qué opinión le merecen las rebeliones de Oriente Medio?

Al principio, en el Mundo Árabe, los beduinos vivían en el campo, lejos de las ciudades. El cambio comenzó a propiciarse cuando los jóvenes marcharon a estudiar a las capitales. Allí vieron cómo vivía el resto del mundo, y se dieron cuenta de que había otra forma de vivir que les ayudaría a escapar del orden establecido por sus comunidades. Aprendieron que podían ser dueños de su propia vida. Con lo cual no es de extrañar que se produzcan este tipo de rebeliones. Si en una manifestación hay un millón de personas, significa que hay un millón de razones por las que pedir la libertad. Pero lo que me preocupa de Oriente Medio es que movimientos como Hamás, Hezbolá, Al Qaeda o la Hermandad Musulmana aprovechen la situación para dirigir a las masas.

¿En qué momento aparece la Antropología y la Arqueología en su vida?

Hace 6 años tuve un derrame cerebral. Podía andar, pero tragaba y respiraba con mucha dificultad. Me llevaron a un asilo con gente que padecía mi mismo problema. Me dijeron que poco más se podía hacer ya por mi, y allí estuve esperando a la muerte durante uno o dos meses. De pronto un día me di cuenta de que podía volver a respirar. Comencé a mirar de nuevo al mundo, a recomponer mi vida como las piezas de un puzzle, y lo hice también que incluso recuperé mi carnet de conducir... Volví a casa y comencé a utilizar el ordenador para aprender. Me informaba a través de la Wikipedia, leía manuales, charlas, etcétera. Mi pasión por el mundo antiguo era una espinita que siempre había tenido clavada en el corazón, así que decidí regresar a la universidad para estudiar Antropología, y el año pasado, con 74 años, logré licenciarme.

¿Cómo ha recalado estos días en las excavaciones de Sanitja?

Durante un mes he estado estudiando el periodo Neolítico en el British Museum. Y ahora participo en la escuela de arqueología del Ecomuseo Cap de Cavalleria, como un paso más de mi aprendizaje. Estoy excavando en la ciudad romana, y pese a mi edad, lo hago como un alumno más. La mayoría de las veces no puedo agachar mi espalda o estar de cuclillas, pero me siento y excavo, demostrando que –pese a mis graves problemas de salud–, también puedo hacerlo.

¿Había visitado antes Menorca?

No, es la primera vez, y me parece un lugar fascinante. Sólo puedo decir cosas buenas de la Isla y del excelente trato que me dan en el Ecomuseo Cap de Cavalleria. Menorca es un sitio muy bello, y la gente es muy amable.

¿Dónde irá luego?

A las Isles of Scilly (Islas Sorlingas), al oeste de la costa del condado de Cornualles, en el Reino Unido. Allí voy a hacer montañismo y a recorrer una serie de estructuras neolíticas.

¿Por qué hace todo esto?

Lo hago por mis hijos, y por los hijos de mis hijos... para demostrarles que en esta vida nunca hay que rendirse. Cuando terminas de aprender es cuando empiezas a morir.

¿Usted es consciente de la vida tan interesante que ha tenido?

Supongo que lo ha sido, pero nunca lo planeé, simplemente sucedió así. En Estados Unidos hay un dicho que dice que cada cual juega las cartas que tiene en la mano. Éstas han sido las mías, y así las he vivido.

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