Los servicios de alimentos de Caritas en las parroquias de Maó y Ciutadella atendieron el año pasado cada semana una media de 170 y 140 familias, respectivamente. También aumentaron las peticiones en las de Ferreries, Es Castell y Alaior.
La entidad calcula que este aumento ronda el 20 por ciento, respecto al año pasado en toda Menorca y que alrededor de 5.000 personas se beneficiaron de forma indirecta de los programas de ayuda promovidos por la organización diocesana y las propias parroquias (algunas familias participaron en varios servicios).
Además, un 15 por ciento de ellas fueron atendidas por primera vez, en su mayoría parados jóvenes con hijos menores a su cargo que han traspasado la línea roja de la vulnerabilidad a la pobreza. Estos son algunos datos recogidos en la Memoria 2011 de Caritas dados a conocer ayer por los responsables de esta organización humanitaria en la Isla en presencia del obispo de Menorca, Salvador Giménez Valls.
El perfil de las personas que solicitaron ayuda a Caritas es el de una mujer, mayoritariamente inmigrante, de entre 25 y 35 años, que no ha finalizado sus estudios, sin trabajo, con hijos menores, sin ingresos para cubrir sus necesidades básicas y sin derecho a percibir prestación. Pero la pobreza no sólo se ceba con el colectivo inmigrante, sino que el número de españoles que recurrió el año pasado a esta organización creció casi un nueve por ciento respecto a 2010 (366 personas).
También aumentó el número de familias que volvieron a solicitar las ayudas de Caritas después de haber logrado salir de una vida sin expectativas. Sólo el servicio de alimentación de las parroquias dio cobertura en toda la Isla a 2.066 peticiones. Pero también se incrementaron las peticiones de ayuda para medicamentos, viviendas, trabajo y educación.
Asimismo, cada vez son más las familias menorquinas que conviven con una situación crónica de pobreza, es decir, desde hace 2 o 3 años recurren de forma sostenida a las ayudas de la entidad humanitaria. La pobreza no sólo se ha cronificado en la Isla, sino que se ha extendido; hay más personas sin trabajo sobre todo jóvenes, más parados de larga duración.
La pobreza también es más severa, cada vez es más difícil encontrar una salida; los trabajos sencillos ya no existen y el horizonte cada vez es más negro.
Esta situación de desesperanza, impotencia y frustración ha obligado a la organización humanitaria a intensificar el trabajo de los servicios y espacios de acompañamiento, autoayuda, autoestima y superación de pérdida.
Todo ello, en un contexto de merma económica de la entidad diocesana que ha obligado a sus responsables a reordenar sus recursos y programas para ser más eficaces.