Ama el mundo del caballo desde la niñez, es experto jinete y ahora le ha tocado llevar las riendas de la Associació de Criadors i Propietaris de Cavalls de Raça Menorquina. Cristòfol Marquès Benejam (Ciutadella, 1953) fue uno de los fundadores de la entidad en 1988. 25 años después accede a la presidencia en un momento crítico para la entidad, por el recorte en las ayudas públicas, y delicado para la raza, debido a la caída en picado de la demanda de caballos por la crisis.
Pero, habituado a trabajar en la dureza del campo, al nuevo presidente la dificultad no lo amedrenta y está decidido a seguir luchando en favor del caballo de raza menorquina. A "l'amo" de Son Felip lo avala su experiencia: 35 años como criador, juez calificador de la primera promoción, vocal de las primeras directivas de la entidad y presidente, en los últimos cuatro años, de la Comisión de Jueces. Su semental, "Poderós", fue campeón de raza en 2010, un orgullo para la familia, arraigada al campo -es nieto del recordado "l'amo" en Tòfol de Son Olivar- y vinculada a las fiestas de Sant Joan, en las que participa como 'cavaller' desde 1966.
Una pasión genética por el caballo que ha sabido transmitir: su nieta, de tan solo cuatro años, ya cabalga a "Poderós".
Releva a Gabriel Arguimbau en la presidencia de la entidad, ¿con qué ánimo y objetivos?
Con el objetivo de seguir la línea de trabajo de mis antecesores, con el reto aguantar en pie la asociación y mantener la raza, y con el interés de continuar trabajando en la morfología, funcionalidad, la doma... Todos los aspectos para promocionar el caballo de raza menorquina.
Con usted, la entidad confía la presidencia a uno de sus fundadores, ¿quién le acompaña en la directiva?
He querido un equipo de personas involucradas en el mundo del caballo menorquín, representativas de toda la Isla. De Ciutadella me acompañan Dionisio Pons Capella (fundador), Sisco Castell, Àngel Marquès i David Pons (tesorero); de Ferreries están Sebio Enrich (también fundador) i Miquel Allès (de la anterior junta); de Es Mercadal están Jaume Villalonga y Mariona Riera de Fornells como secretaria; Pedro Barber es de Es Migjorn; Jordi Petrus de Alaior; Sita Marquès de Maó y está Anselmo de Es Castell. Solo queda por cubrir la vicepresidencia.
¿En qué momento se encuentran la raza y la asociación?
Posiblemente en el momento más crítico de su historia. La causa ha sido el contexto de recesión económica. Desde que la entidad empezó, el número de caballos de raza se ha triplicado. En la época de bonanza la afición creció, muchos pudieron comprarse un caballo y se crearon nuevas ganaderías. Pero con la crisis todo esto ha desaparecido, y los que ahora aguantan la raza es la gente vinculada al campo. Es como si volviéramos a los inicios de la asociación. La gente ha tenido que vender o incluso regalar sus animales por no poder mantenerlos. Tener un caballo conlleva gastos, de alimentación y estabulado, que ahora muchos no se pueden permitir.
¿Se han perdido muchos caballos de raza debido a la crisis?
El 2012 ha sido el peor año. Muchos sementales se han embarcado fuera de la Isla para ser sacrificados y otros se han tenido que mal vender, a precios por los suelos. El hecho de que algunos se hayan vendido baratos como sementales a compradores de la Península puede resultar dañino como competición directa para los criadores menorquines.
Entonces, ¿ante qué desafío se encuentran los criadores menorquines?
El principal reto es mantener la raza, pero igual de importante resulta llevar un control de los ejemplares que salen de la Isla para ser sacrificados y de los que van a parar a ganaderías de fuera de Menorca.
La cría del caballo de raza había propiciado un mercado rentable, ¿quiere decir que ahora los criadores pierden dinero?
No creo que haya nadie que hoy día gane dinero con la cría de caballos de raza menorquina. Un criador que no tenga alternativa se ve obligado a vender sus potros por 100 o 150 euros. No sólo pasa con nuestra raza, en la Península también ocurre con el caballo español. Un payés me explicaba que ofreció regalar una potra, pero cuando el beneficiario supo que tenía que pagar 130 euros por el chip y el análisis de sangre, no la quiso ni regalada.
Por tanto, ¿se ha notado un parón en la cría de la raza?
Muchos criadores han dejado de cubrir sus yeguas porque la demanda de potros ha caído en picado. En los años de bonanza, un buen potro de raza menorquina se ha llegado a pagar por 2.500 euros. El precio de compra medio rondaba entre los 1.000 y los 1.500 euros. Ahora los potros en casos excepcionales se pagan a 900 euros, pero el precio habitual ronda los 500 euros. Aunque también se venden por apenas 200 euros o se regalan para evitar gastos.
¿Qué salida hay en perspectiva para reanimar la cría y asegurar el mantenimiento de la raza?
El momento es crítico. Desde la directiva intentaremos trabajar para encontrar una salida. El caballo de raza menorquina tiene muchas posibilidades para paseo, para las fiestas patronales, para la doma, para realizar excursiones... Otra vía muy interesante es empezar a dar importancia a la raza no sólo a partir de los sementales, sino también a valorar y dignificar a las yeguas.
¿Qué quiere decir?
Hasta ahora el trabajo se ha centrado en seleccionar la raza a partir de los padres, los sementales. No todos los ejemplares jóvenes con premio son hijos de campeones de raza, en cambio se da la coincidencia de que proceden de buenas yeguas. Para seleccionar la raza hay que empezar a valorar también a las madres. A la vez, una yegua puede ser igual de útil que un caballo.
¿Pueden ser las fiestas el motivo que pueda ayudar a mantener el caballo de raza menorquina?
En gran parte sí, porque el prototipo se ha seleccionado también para ser apto para las fiestas de Menorca. Pero hay que tener en cuenta que el caballo menorquín tiene buen carácter y se ha adaptado a todo, es muy versátil, una cualidad que no tienen todas las razas. El "Menorca" se ha adaptado a las fiestas, al enganche, a la doma, al volteo... Los menorquines podemos estar muy orgullosos de nuestra raza, aunque la gente de fuera de la Isla la haya valorado principalmente solo por su capa y su facilidad por el típico "bot".
Como juez, ¿cree que se ha alcanzado un buen prototipo de raza?
Sí, la verdad es que se ha trabajado mucho. Aunque llevo 35 años criando caballos y nunca he podido conseguir el caballo ideal (ríe). Como juez me gusta analizar la morfología de nuestro caballo, pero también me interesa conocer e investigar las líneas genéticas de dónde proceden, que se remontan a nuestros antepasados.
¿Qué papel juega la Administración en el mantenimiento de la raza?
Nuestra asociación tiene una subvención del Ministerio de Agricultura, que nos permite tener contratada a la directora del Libro Genealógico y a la secretaria, y poder mantener el local en el polígono de Ciutadella. Pero además está la organización de cursos, la Fira del Cavall, el concurso morfológico anual... El Ministerio ha reducido las ayudas y aún no hemos cobrado la subvención del Consell. También echamos de menos la ayuda de los ayuntamientos porque el caballo menorquín es patrimonio de todos los menorquines. Hace falta apoyo para que la raza emblema de Menorca no se quede estancada.
¿Cuántos socios les apoyan?
Tenemos entre 460 y 470 socios, y a lo largo de estos 25 años hemos tenido un movimiento de 920. El apoyo del asociado es fundamental, por eso desde el nuevo equipo directivo queremos estar abiertos a los consejos y propuestas de los socios, tenerlos en cuenta, que sea la mayoría que tome las decisiones. No depende sólo de nosotros como directivos el futuro de la entidad y la raza. A parte, queremos ser rigurosos en el cumplimiento de los estatutos y el reglamento interno y estrictos con la normativa para defender la raza.
Empieza andadura como presidente, ¿qué sueño desearía ver cumplido?
Que todo funcione como realmente debería funcionar, que los socios den la máxima confianza al equipo directivo y que se impliquen y nos aconsejen. Es fundamental estar unidos, ir todos a una para salvar la situación de la asociación, el presente y el futuro del caballo de raza menorquina, que al fin y al cabo es nuestro mayor orgullo.