La reciente venta de Algaiarens (La Vall), una de las fincas más emblemáticas y protegidas que durante décadas había estado en manos de la familia Squella, ha dejado patente la creciente reactivación del mercado de viviendas de lujo que se registra en Menorca.
Los llocs del litoral y con acceso directo al mar vuelven a convertirse en el foco de atención de los potenciales compradores, en especial peninsulares y europeos, que pugnan por hacerse con las escasas residencias de costa que aún siguen en manos de las tradicionales familias de terratenientes menorquines.
Como una continuación de la avalancha de operaciones registrada en la década de los 90 y principios de siglo, adinerados procedentes de distintos países de Europa se fijan en Menorca para disponer aquí de su propia residencia exclusiva . Y aunque en Mallorca y Eivissa predominan rusos y nórdicos, «su presencia en la Isla se reduce a Alparico y poco más», asume Pedro Pons Morales.
Por contra, estos últimos años son los franceses quienes más interés demuestran por afincarse en Menorca. El desembarco del promotor Laurent Morel Ruymen y de su cadena Mare & Terra no solo ha supuesto la ejecución de un hotel de lujo en la casa señorial de Can Faustino de Ciutadella y el proyecto de otro complejo de alto standing en Llucalari, sino que también ha servido de avanzadilla para la llegada de otros empresarios parisinos, que en pocos meses han formalizado o están a punto de cerrar al menos cuatro operaciones.
Según Morel, «son empresarios de 40 a 50 años, de cierto nivel, enamorados de los encantos naturales de Menorca y que buscan discreción». En la mayoría de los casos pretenden incluso mantener activa la explotación ganadera.