A pesar de tener empleo en su sector, Laura Febrer se embarcó en la aventura de viajar y establecerse en Perú persiguiendo la oportunidad laboral que no acababa de llegar en España para su marido, Guillem, ingeniero. Primero probaron en Chile, pero acabaron emigrando a Lima, la macrociudad peruana, una de las más grandes de América Latina y cuyo clima característico hace que a menudo, y de manera persistente, esté cubierta por nubes. No ver el sol durante muchos días seguidos fue sin duda una prueba para esta mahonesa, que añora el aire puro y el silencio de su isla, que dejó atrás primero para instalarse en Barcelona y ahora para cambiar de continente.
¿Cuál fue su primera impresión de la capital peruana?
– Lima es una ciudad llena de contrastes, muy segregada, con zonas muy diferenciadas entre sí en cuanto a clase social. La gente, en general, me pareció acogedora y abierta, es fácil conocer gente aquí, siempre están dispuestos a enseñarte lugares de la ciudad y a explicarte cosas de su cultura.
¿Por qué decidió abandonar España e instalarse en Sudamérica?
– Yo por suerte siempre he podido trabajar de lo mío, un trabajo que me llena y satisface, sobre todo en Barcelona, y también he tenido alguna experiencia laboral en Maó. Pero mi pareja llevaba un año y medio sin poder trabajar en su sector, ingeniería industrial, y por eso decidimos marcharnos y buscar trabajo fuera de España.
¿Cómo lo lograron?
– Lo primero es que sabíamos que queríamos ir a Sudamérica, así que comenzamos a buscar por Chile, un país que ya conocíamos y donde había posibilidades... Pero surgió una oferta de una empresa catalana que buscaba un ingeniero para trabajar en Lima, y le contrataron, por eso vinimos.
¿Ha podido dedicarse de nuevo a su profesión?
– Sí, el objetivo de encontrar un empleo de trabajadora social en Lima, que me gustara, se ha cumplido. De aquí a unos años tengo la ilusión de compaginar la labor de trabajo social y la de psicóloga, y quien sabe si montar alguna cosa por mi cuenta. Ahora mismo trabajo en la Asociación de Hogares Nuevo Futuro, que acoge niños en situación de abandono. Es una entidad que se fundó en España en 1968 y que hace unos 20 años se implantó en Perú.
¿Cómo es su día a día?
– Paso la jornada, de nueve de la mañana a seis de la tarde, en el trabajo, y lo compagino con los estudios de Psicología en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Colaboro en el Casal Català de Lima -que no tiene sede física pero sí virtual y organiza encuentros-, y soy voluntaria en una asociación de protección de animales, a la que dedico algunas horas a la semana. Es algo que también me gustaría hacer en el futuro, poner en marcha una protectora de animales.
¿Qué tipo de atención presta la asociación en la que trabaja?
– Tenemos seis hogares que acogen a un total de 80 niños, de entre cero y trece años. El más pequeño, que llegó esta semana, tiene 21 días y fue encontrado en la vía pública. En España siempre había trabajado con adultos, aquí sin embargo trabajo con niños que vienen de una pobreza muy acentuada, que se mezcla con otros factores porque no hay recursos. Por ejemplo, se dan muchos casos de madres solas con hijos, porque los padres se desentienden, y que no pueden atenderlos.
¿Se dan momentos complicados?
– Sí. Es un trabajo enriquecedor, en el que estoy aprendiendo mucho, pero hay momentos duros porque los niños provienen de situaciones muy difíciles y dolorosas. También los hay muy positivos, como cuando ves los avances que van haciendo los niños, o cuando vienen padres adoptivos a conocer a su hijo. Es un momento realmente precioso. Cuando se declara la situación de abandono los niños pueden ser adoptados y aproximadamente la mitad de las parejas que lo hacen son del propio Perú y de la otra mitad, hay mayoría de italianos y españoles.
Dice que Lima es una ciudad segregada. ¿Usted puede ver esas diferencias sociales?
– Yo vivo en Miraflores, donde puedes encontrar rascacielos, servicios de calidad y grandes empresas. Una zona que no tiene nada que ver los conos, distritos menos favorecidos económicamente. Por suerte, con mi profesión, realizo mucho trabajo de campo y tengo que hacer visitas a domicilio, sobre todo por los conos. Eso me da la oportunidad de poder entrar en casas menos accesibles, que están en los cerros, y puedo conocer de primera mano cómo viven y cómo son una gran mayoría de limeños. Hay que tener en cuenta que si en Miraflores viven unas cien mil personas, el grueso de la población vive en esos distritos de la montaña con más dificultades, la mayoría gente que llegó a la ciudad buscando una vida mejor.
(Se denomina los conos a los extemos de las subregiones del gran área metropolitana limeña, que supera los 8,5 millones de habitantes).
¿Se siente bien recibida?
– A mí me han recibido muy bien, en general considero que reciben bien a los extranjeros. La mayoría cuando me oyen hablar y ven que soy española preguntan cosas sobre el país y sobre los motivos de venir a Lima, y te intentan aconsejar sobre la vida aquí. Además, hay muchos peruanos que tienen familiares en España o la conocen.
Los limeños me parecen acogedores y respetuosos, en el trabajo he encontrado buenos compañeros. Lo que no me gusta tanto es la informalidad y la viveza.
¿Qué significa ser vivo para un peruano, algo como nuestra picaresca?
– Sí, viene a ser algo así pero creo que más acentuado. La viveza, como ellos mismos dicen, implica que la sociedad acaba haciendo sus propias reglas. Si el Estado no responde la gente al final tiene que buscarse la vida como puede y fija sus propias normas. Pero creo que es algo que no solo pasa en Perú.
Y a los inmigrantes españoles, ¿cómo los ven?
– Siempre nos dicen que nosotros somos muy directos hablando, que no damos tantas vueltas a las cosas y que somos muy puntuales. Algo que tenemos en común es la gastronomía. En Lima se come muy bien, hay muchas opciones, y también les interesa mucho conocer cómo es nuestra comida.
Parece que su adaptación ha sido rápida y exitosa...
– La verdad es que ha sido bastante fácil, cuando llevaba pocos días en Lima me parecía como si hiciera tiempo que estaba aquí. Pero yo llegué después que mi pareja, ya con piso. Tampoco se puede decir que todo sea tan sencillo, cuando llegas con trabajo de una empresa española o con unos estudios superiores determinados, es más fácil abrirse camino. Pero a veces con algunas carreras hay problemas con las convalidaciones de títulos.
Por lo demás, Lima es una ciudad rica culturalmente y con muchas actividades gratuitas. A lo que me cuesta adaptarme es al caos del tráfico. Y al hecho de no ver el sol en meses debido a la niebla que hay, y también a los sismos.
(Lima ha soportado en lo que va de año hasta diez temblores de tierra, otra característica de la naturaleza de esta ciudad, que registra movimientos la mayoría con epicentro en el Océano Pacífico).
Se dice que las economías de América del Sur están emergiendo con fuerza. ¿Es así en Perú?
– Las noticias hablan de ese crecimiento económico peruano y dicen que este año crecerá más que Bolivia, Paraguay y Colombia, y que eso durará unos cuantos años. Todos hablan del crecimiento en Perú y de que ha habido mucho progreso si se compara la Lima actual con la de hace diez años. Hay más empresas, más inversión y servicios... Pero todo el mundo habla también de la corrupción política y de que todo ese crecimiento no se percibe en la calidad de vida de millones de limeños.
¿Sigue habiendo poco reparto de esa riqueza?
– En teoría un crecimiento económico debe conllevar una mejora en el nivel de vida de la población, pero no es así, al menos no para todos y no todavía. Es verdad que en los últimos diez años el índice de pobreza en Perú ha disminuido, pero siguen existiendo unas necesidades sociales enormes.
A nivel laboral por ejemplo, la mayoría de los trabajadores son informales, o ilegales; no se respetan los derechos laborales y el sueldo mínimo es muy bajo, de los más bajos de América Latina, sin embargo, hacer la compra de productos básicos es muy caro.
¿Nota si hay un repunte en la llegada de españoles, o de los peruanos que emigraron y que ahora regresan?
– La verdad es que conozco a muchos españoles, pero porque cuando llegas necesitas resolver muchas dudas, tanto laborales como legales, y eso hace que acabes conociendo a muchos compatriotas. Sobre la inmigración, el año pasado aumentó mucho la llegada de extranjeros a Perú; la mayoría son colombianos, chilenos, argentinos y después nosotros.
La crisis en España ha hecho que muchos elijan Perú como destino y ahora la zona de Miraflores está llena de españoles, es normal encontrártelos en el autobús, en el supermercado o en los restaurantes. Y en cuanto al retorno, he conocido personas peruanas, sobre todo parejas mixtas de español y peruana, que vivían en España y que ahora han vuelto para buscar trabajo aquí o montar su propio negocio.
¿Qué echa de menos cuando piensa en Menorca?
– Además de la familia y los amigos, lo que más añoro es el mar, poder pasear por las playas las tardes de invierno, el aire puro y el silencio, porque ¡Lima es una ciudad muy ruidosa! Pero de momento, por motivos laborales, no podemos volver.