La red social LinkedIn le proporcionó la oportunidad de encontrar un empleo en Chile. Aarón Golán había estudiado Ingeniería Industrial en Terrassa, en la Universitat Politècnica de Catalunya y decidió emigrar a Sudamérica para lanzarse a una nueva experiencia, tanto personal como laboral. Desde noviembre de 2013 vive solo -una circunstancia, la de no tener pareja e hijos, que asegura le allanó el camino para dejar la Isla-, en Santiago de Chile. Allí piensa pasar solo una temporada, pero aún no tiene fecha para regresar. «Estaré aquí hasta que se me haga rutinario», afirma.
¿Por qué decidió emigrar?
— Pues vine para ver otras cosas, algo diferente. Por ejemplo, en mi sector, hay obras muy grandes, con edificios de 16 plantas o de 50 viviendas, un tipo de construcciones que en Menorca no hay y que en Madrid o Barcelona ahora mismo también es difícil encontrar.
¿Tenía trabajo en Menorca cuando se fue?
— Sí, tenía una oficina técnica con otra persona. No iba mal pero los trabajos que entraban eran muy, muy pequeños, sencillos, y llegó un momento en que se me hacía aburrido. Por eso busqué otras cosas a otro nivel, me veía estancado y pensé «o lo hago ahora o nunca». Estaba solo y era un buen momento para tomar la decisión, para volver a lo de antes siempre estaré a tiempo.
¿Cómo le ficharon?
— Me contactaron por LinkedIn. Yo había trabajado dos años en Barcelona y ellos buscaban gente con más experiencia pero aún así me contrataron. El propietario conocía la firma en la que trabajé, él mismo ha estudiado dos años en Navarra, y mantienen un vínculo comercial y personal con España, ya que vivió en Pamplona. Así que querían contratar a alguien español; en Chile hay gente muy bien preparada pero pensaron que era bueno tener a alguien de fuera, con otras ideas o formas de organizar distintas.
¿Alguna vez había visitado Chile u otro país sudamericano?
— No, no había estado nunca en Sudamérica, y no sabía muy bien lo que iba a encontrar. La empresa me pagó el billete de ida y vuelta, me vinieron a buscar y me enseñaron todo. La verdad es que me daba un poco de miedo que me mandaran de vuelta en el aeropuerto, porque llevaba mi título y todo encima. Está pasando últimamente, llega tanta gente que si te ven con intención de quedarte te envían de vuelta.
Pero usted fue con un trabajo, contratado...
— Sí, pero aún así todo es bastante complicado, hasta que firmas el contrato y puedes conseguir la cédula de identidad. Yo llegué como turista, si vienes a buscar trabajo no entras, aunque en realidad yo venía reclamado por mi empresa. Pero sí, hay restricciones, tanto para la gente como para algunos productos.
¿Tan bien se vive allí?
— Si resides en una zona buena, sí. Lo que veo es que hay mucha desigualdad social, problemas serios de dinero, y eso provoca robos, pero bueno, yo no he visto nada extraño, y supongo que eso pasa igual en barrios como La Mina en Barcelona. Yo lo que veo en mi trabajo es que a pie de obra me encuentro gente que prácticamente no tiene ninguna formación y sabe un poco de todo. En cambio los jefes de las empresas, la gente que controla el país, me parece más preparada que en España. Notas que cuando se planifica algo importante se hace bien, pero en cambio el día a día se hace de cualquier manera.
¿Cómo es el mundo laboral?
— No hay muchos escrúpulos, si para obtener el resultado que quieren hay que despedir a media empresa se hace, no hay compasión. Es uno de los países en los que se trabaja más horas y mi sueldo, como ingeniero, está bien, pero el salario mínimo aquí viene a ser unos 300 euros y el coste de la vida es igual o más que en Barcelona o Madrid. Además no hay unos servicios sociales ni una sanidad como en España, aquí el que tiene una enfermedad un poco importante, sin dinero, lo tiene mal.
Creo que tiene un sentimiento contradictorio hacia el país...
— Sí, es que aquí me parece que el Gobierno no se preocupa mucho por la gente y ellos creen que es lo justo. Un chico que yo tengo en la obra dejó la escuela porque su madre está enferma, para poder pagar las medicinas, porque no están cubiertas. Es un poco trágica la vida de algunas familias, pero lo aceptan.
¿Cree que la dictadura que vivió el país tiene algo que ver?
— Yo pienso que sí, la dictadura de Pinochet todavía es reciente, y me parece que se preocuparon de cortar la cultura, la educación... todo. Comprar libros aquí es carísimo, según la materia, un libro que en España cuesta 20 euros aquí puede valer 120. Hay gente que se va a Argentina a comprarlos. En fin, creo que aquí es complicado evolucionar si eres pobre, los ricos mantienen el control del país y si tú no lo eres te quedas donde estás, no tienes forma de acceder.
(Chile vivió bajo la dictadura militar de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990).
¿En qué más nota ese pasado?
— La gente que tiene formación o que manda no tiene ningún problema en defender a Pinochet, cosa que en España, con Franco, no sucede. Pero es que la gente que no tiene estudios no se plantea nada, directamente, solo trabajan. Conozco un señor que transporta material, tiene 67 años, pero su jubilación es de 200 euros, así que tiene que seguir trabajando.
A pesar de todo muchos españoles, con la crisis, deben intentar situarse allí. ¿Es difícil?
— Aquí en Santiago, según las últimas estadísticas, puede haber como 30.000 españoles. Muchos vienen a la aventura pero vuelven a España, a mucha gente le va mal. Vienen pensando que es una cosa y luego es otra, les pagan poco, están unos meses, viajan y regresan. No es fácil, venir sin trabajo es desaconsejable. Aquí hay que tener contactos.
¿Y cómo van esos contactos en cuanto a amistades?
— Conozco españoles que viven aquí, y también la gente de la empresa, pero los chilenos me parecen reservados, precavidos, no solo con nosotros, también con otros sudamericanos. Ellos están mejor que otros países de alrededor y están orgullosos de ello.
¿Qué relación tienen con los países vecinos?
— Bueno, se llevan mal con casi todos. No hay que olvidar por ejemplo que Chile ayudó a Gran Bretaña en la Guerra de las Malvinas con Argentina, y hace poco también ha tenido un conflicto territorial con Perú. Yo creo que ahora mismo están mejor que otros países sudamericanos y no quieren repartir.
¿Le gustaría afincarse en Chile?
— No, no quiero quedarme para siempre, se está muy lejos de casa. Quería probar en el extranjero pero yo no sé bastante inglés como para ir al Reino Unido o Estados Unidos. Aquí con el idioma estoy bien, es un país fiable en Latinoamérica, económicamente está bien, aunque tengan problemas sociales y yo aquí puedo aportar algo. Pero no es cómodo, no tengo muchas vacaciones, no puedo ir a Menorca para una semana. Y me gustaría. Aquí no hace calor, las playas dejan que desear; la Isla tiene unos activos naturales que te hacen ser optimista. En un momento u otro volverán las cosas a ir bien.