Después de haber estado navegando en líneas regulares, cuando a este joven menorquín le surgió la posibilidad de poder hacerlo en rutas transoceánicas no se lo pensó dos veces. Sintes se embarcó en el buque «Castillo de Villalba» para aprovechar la oportunidad de surcar las aguas alrededor de África y ahora nos cuenta cómo está siendo su aventura.
Cuando alguien estudia Navegación Marítima, lo más probable es que esté dispuesto a viajar por medio mundo. ¿Cómo está siendo su experiencia?
— La experiencia está siendo muy buena. Anteriormente estuve navegando en rutas cortas que unían Balears con la Península, y apenas tenía tiempo para poder desarrollar todo lo relacionado con la profesión, ya que los horarios de las guardias estaban cuadrados para la llegada a puerto y para las operaciones de carga y descarga. En cambio, ahora, navegando en rutas mucho mas largas, estoy teniendo tiempo para dedicárlo a todo tipo de trabajos, como por ejemplo posicionamientos astronómicos, algo que antes no tenía oportunidad de realizar.
¿En qué consiste exactamente su trabajo?
— Ahora mismo estoy a un mes de finalizar mis prácticas como alumno de puente, y pasaré a ser piloto de segunda de la Marina Mercante, lo que me habilita para ejercer como oficial en cualquier tipo de buque mercante, sea cual sea su tonelaje. El trabajo de los oficiales a bordo varía según su puesto. Hay tres oficiales de puente y el capitán, además de toda la tripulación, y se basa en estar de guardia en el puente gobernando el barco y maniobrando a otros buques que puedan estar en nuestros alrededores. También hay que hacer distintas tareas tanto de mantenimiento, seguridad, derrota y otros menesteres que se le asignan al oficial según su rango. Yo ahora mismo, como alumno, me dedico a asistir, ayudar y aprender todo lo que pueda de los oficiales, ya que en un mes pasaré a ser el que tenga todas esas responsabilidades que he mencionado.
¿Cómo es un día cualquier a bordo de un buque como el "Castillo de Villalba?
— Los días son bastante monótonos. Somos dos alumnos y cada mes cambiamos de guardia. Ahora me tocan los turnos de 12 a 14 horas y de medianoche a cuatro de la madrugada. Estoy con el oficial encargado de las comunicaciones y de hacer planes de viaje y preparar las cartas de navegación, entre otras tareas. Me dedico a ayudarle en todo lo que puedo. Una vez finalizo mis horas de guardia, tengo tiempo para descansar, hacer algún tipo de trabajo extra o ir al gimnasio.
La ruta en la que está embarcado da la vuelta a África para luego volver al Mediterráneo por el Canal de Suez. Ello implica atracar en un buen número de puertos de diferentes países. Su trabajo le brinda la oportunidad de conocer muchos lugares. ¿Qué país de los que ha visitado se ha quedado con más ganas de conocer a fondo?
— Sí, ahora mismo estamos dando la vuelta a África y hemos parado en Bonny (Nigeria), Dahej (India), Ras Laffan (Catar) y ya volvemos a España pasando por el Canal de Suez. Me hubiese gustado visitar todos los países en los que hemos atracado, aunque no sean seguramente los países mas bonitos y mas seguros del mundo…
¿Tiene siempre oportunidad de poner pie en tierra?
— En este tipo de barcos (LNG), las terminales de carga y descarga están bastante lejos de las ciudades por la peligrosidad de la mercancía que transportamos y lo que conllevaría el que pudiese haber un accidente. Por eso, en las terminales hay mucha seguridad y la estancia en puerto no supera las 24 horas. Por lo tanto, bajar a visitar la ciudad no es factible, aparte de que no es muy recomendable por el tipo de países que visitamos. Por ejemplo, la ultima vez que estuvimos en Nigeria, justo un día antes, en una ciudad a pocos kilómetros de donde atracamos, había muerto un médico por el ébola. Por eso, y por la inseguridad del país es mucho mejor quedarse en el barco.
¿Tiene algún puerto base en el que pasen más tiempo?
— No hay ningún puerto base, pero los alumnos, como no tenemos responsabilidades, cuando atracamos en cualquier puerto español nos dejan bajar y dar una vuelta, aunque sean unas horas, que después de dos meses sin pisar tierra, es algo que valoramos mucho.
Usted procede de una ciudad con uno de los puertos más espectaculares que existen, el de Maó. ¿En esta nueva etapa ha visto alguno que le haya impresionado más?
— Los puertos en los que he estado no se pueden comparar al de Maó, ya que la mayoría están en ríos y son con aguas muy turbias y sucias. Son puertos básicamente de carga y el tema de la estética o la naturaleza creo que en los países a donde vamos dejan de ser una prioridad. En cambio, me encantó pasar por el Canal de Suez, que aunque no sea muy bonito, es un canal con desierto y militares a los dos lados; tiene su encanto. Es una obra genial, y si estás atento puedes ver alguna que otra ciudad, alguna escultura y pasar por debajo de un puente que regalaron los japoneses a los egipcios que es impresionante. Además, el canal ya es como la vuelta a casa, el paso hacia el Mar Mediterráneo, nuestro mar.
¿Qué es lo que más echa de menos al vivir en alta mar?
— Echo de menos a mi familia, amigos, a mi pareja y el cariño que todos ellos te pueden dar. Se echa mucho de menos también el estar tantos meses sin poder salir a tomar algo, una caña con los amigos o un simple desayuno en alguna terraza leyendo el periódico. La última vez que paramos en Ferrol fuimos a desayunar churros y a tomar unas cañas y le puedo asegurar que esos pequeños placeres saben a gloria después de tanto tiempo sin tenerlos. Tampoco tenemos televisión y esos domingos tirado en el sofá viendo cualquier cosa también se echan en falta.
¿Qué es lo que más le gusta de su profesión?
— Lo que más me gusta de mi profesión es poder navegar en cualquier barco, de cualquier tipo y tener la posibilidad de poder viajar en embarcaciones que sí se pueden permitir estar unos días en puerto. También me gusta la navegación en sí, el coger un día el sextante y saberte posicionar en medio del mar con algún astro o la tranquilidad de no enterarte de muchas cosas que pasan en tierra y tener aquí como un pequeño mundo, con tiempo para pensar en tus cosas y evadirte de algún modo de todo lo demás.
¿Y lo que menos?
— Lo que menos es estar tanto tiempo lejos de las personas queridas y no poder tener una vida social «normal» y arrastrar con ello a las personas que te quieren, que tienen que amoldarse al modo de vida que tú has elegido. Cuando uno está lejos de casa se pasa mal, pero la gente que está en casa, lo pasa peor aún, creo.
Y en su familia, ¿qué opinan de que su trabajo le exija estar tanto tiempo fuera de casa?
— Bueno, a veces me pregunto y me preguntan por qué no habré elegido otra profesión que me permita poder estar en tierra con los míos, pero la elección ya está tomada y ahora tengo que hacer esto. De todas formas siempre está la posibilidad de trabajar en tierra en muchos trabajos relacionados con el sector, y si las circunstancias lo permitiesen, por supuesto me encantaría trabajar en algo relacionado con el mar y poder estar en Menorca con los míos.
¿Cuántos tripulantes tiene el barco en el que navega?
— Somos 29 tripulantes en total. Están los oficiales de puente, los oficiales de máquinas y los subalternos, que son los marineros, engrasadores, etc.
Supongo que habrá profesionales de nacionalidades muy variadas. ¿Qué tal con los idiomas?
— En este barco por ejemplo todos somos españoles menos la fonda, que son hondureños, así que por el idioma no hay ningún problema. De todas formas el inglés en esta profesión es básico, ya sea para comunicarte con otros barcos para acordar una maniobra como para comunicarte con los operadores y autoridades de los países a donde vamos. El inglés lo llevo bien, ya estuve trabajando en un barco con bandera de Malta en el que el idioma oficial era el inglés y no hubo ningún problema, de todas formas, como en todo, se puede mejorar (ríe).
Y la comida, ¿qué tal?
— La comida muy bien, hay un cocinero y un marmitón encargados exclusivamente de preparar todos los platos, y aunque a veces se repiten semana tras semana, no me puedo quejar.
Se ha visto alguna vez en medio de algún temporal fuerte en alta mar. ¿Cómo fue la experiencia?
— Paradójicamente los temporales mas grandes los he tenido cuando hacía la ruta entre la Península y Balears, con los barcos de línea regular y especialmente siempre nos cogía haciendo Barcelona- Menorca. Lo peor de un temporal en estos barcos tan grandes no es que se pueda hundir ni nada de eso, sino la incomodidad para descansar o dormir, ya que muchas veces es imposible conciliar el sueño con los grandes balances y las cabezadas. Por lo demás, y por suerte, no soy de los que me mareo, así que genial.
Está lejos de la familia, pero supongo que las nuevas tecnologías le ayudarán a estar en contacto con ella. ¿Hablan a menudo?
— Sí, suelo hablar cada día por internet con mis familiares y mi pareja. También utilizo de vez en cuando el teléfono por satélite, pero si no es a un fijo, es muy caro y tengo que esperar a que la gente esté localizable, ya que cada vez menos gente tiene línea fija.
¿Cuál sería su trabajo soñado dentro de su profesión?
— El trabajo soñado sería estar navegando en un barco un poco más pequeño y no ser una especie de «camionero» del mar, sino poder disfrutar más de los puertos a los que voy. También, como he dicho, me encantaría poder trabajar en el sector en Menorca, y así poder estar con los míos, haciendo chárters con la Península o transportando barcos. En este tipo de barcos el tiempo apremia, y estar en puerto es estar perdiendo dinero, por lo que estamos amarrados solo lo indispensable.