Cuando sopla el viento con la fuerza con la que lo ha hecho este pasado fin de semana, lo más razonable parece quedarse en casa para emprender tareas casi siempre pendientes, disfrutar de una película, aplicarse en los fogones o devorar un libro. Pero, por fortuna, no todos los seres humanos somos iguales y hay algunos a los que, en cuanto ven que sopla con ganas, ya incluso cuando saben vía predicción que va a soplar con ganas, se les ponen los dientes largos, y miran con la boca salivando hacia las tablas que aguardan en sus fundas.
Así las cosas, mientras la bocana del puerto de Maó registraba olas de altura récord (8,20 metros, que se dice rápido) unos cuantos amantes de la tabla se desplazaron hasta la playa de Punta Prima para aprovechar tanto la fuerza del viento como las olas para dar rienda suelta a sus habilidades, envueltos, eso sí, en tupidos trajes de neopreno y algunos cascos. Que una cosa es ser valiente y otra imprudente, poner la salud de uno en riesgo.
En Punta Prima (Sant Lluís) el domingo por la mañana se dieron cita tanto aficionados al surf como al windsurf, ya que las olas, en toda su inmensidad, daban para más de una cosa. Ante ellos, los aficionados a la fotografía, que a pie de playa se esmeraron en recoger con sus aparatos las piruetas y las estampas más espectaculares que sobre el mar se estaban produciendo.
No eran olas de ocho metros, pero tampoco se quedaban muy por debajo de los cuatro, una oportunidad única para lucirse sobre la tabla.